Capítulo 7 Una decisión

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Mientras tanto, cuando el vicario y Mrs. Catherine estaban en el umbral de la puerta de la casa donde residía Emily, en una propiedad mucho más grande, con jardín delantero con extensas áreas de pasto, flores que nacen en los campos, como mariposas que deslumbran, parques coronados con estatuas de damas griegas (que no mostraban ni la espalda, pues la propietaria desaprobaba firmemente ese tipo de esculturas en Tulip Hall, que es el nombre como conoceremos por breves instantes el albergue de Mrs. Brown, pues tuvo un casamiento muy codicioso y en pocas palabras favorable, pues un coronel la pidió. No es que la mujer fuera bonita cuando joven, pero si era buena en algo, era el coqueteo que más tarde se transformó en odio y reproches a su esposo), una fachada de la época de la regencia, sustentada por leones labrados en piedra excelsa, como llevando a cabo su papel de guardias en el enrejado. 

Era de esperarse que Mrs. Brown fuera rica, pues la renta que recibía no era lo que podrían decir "modesta", sino todo lo contrario.

Pues bien, allí estaban reunidas muchas mujeres y hasta muchos hombres y todos con un fin malévolo. Traían entre manos un plan que no había visto la luz, pero esos días que pasaban se volvían odiosos para ellos. Lejos estaban de acostumbrarse a una mujer extraña, y precisamente estaban por decidir qué harían con Emily. 

Cierto que Mrs. Catherine, el vicario y pocas personas serias no sabían de esto, además los primeros eran sus únicos conocidos, y por nada hubieran asistido, estando convencidos de que Emily era una persona aunque reservada e individualista, una mujer sumamente agradable y  de dulces sentimientos.

El salón de la mansión, donde las paredes estaban tapizadas con flores simétricas bañadas en oro, cuadros de la familia y entre ellos uno de sus majestades, una litografía de un bosque con un muchacho leyendo, muebles totalmente modernos, cajoneras con manijas de oro, mesas de mármol, caoba, cortinas de terciopelo azul, jarrones con plumas de pavorreal y un candelabro de doce brazos luciendo en toda la habitación.

Allí se estaba llevando una reunión, de suma importancia. Permíteme ser tu guía en esta escena, que tendrá gran importancia para el futuro de Emily, aunque cualquier plan se desarrollará a su tiempo.

—Digo que debe sacársele—comentó un viejo rico pero de apariencia asquerosa, estatura como gigante, ojos y aspecto vulgares, aunque su voz era fuerte y agradable.

—Pero es protegida del vicario John—Mrs. Brown se abanicó rápidamente, pues requería mucho aire, ya que se estaba presentando la ocasión de mencionar su infortunio.

—Es un muchacho sin experiencia, por cierto que no me alabo, pero creo que no hay ningún vicario como yo en toda está región y reto al que me lleve la contraria—ante las palabras del vicario viejo que llevaba las riendas de la iglesia de St. Peter, se quedaron mudos y le sonreían, claro está, hipócritamente.  Este vicario tenía momentos de soberbia, como podrán ver. Independientemente de ello, a pesar de que su profesión conllevaba a disminuir las discordias, él parecía una especie de fuego para una hoguera. Emily se lo encontró, mientras él la vio y la abordó con preguntas irritables y sumamente exageradas en preceptos religiosos. Emily, como han visto, era dominada por los dos hemisferios de su cerebro, por lo que no habló en ese momento, creyéndolo prudente. Pero su silencio evasivo fue interpretado como arrogancia, sentado así las bases de un odio de parte del vicario George a una muchacha seria.

—Yo opino lo mismo—habló una de las acompañantes de Mrs. Brown, quien tomó un pañuelo y con modales afectados, comenzó a limpiar las lágrimas de la señora Brown.

Un breve ruido del exterior interrumpió la conversación, aunque volvieron a lo suyo, al deducir que se trataba del viento que hacía temblar a los árboles y uno de ellos golpeaba con sus ramas la ventana.

La dueña de la mansión tomó la palabra, pero sería inútil reescribir todo lo que dijo, pues su cuento fue largo, aunque lo único diferente era la adhesión de que Emily la había echado a patadas de la casa, gran mentira ante la que todos los congregados abrieron los ojos, dejando ver exaltación.

—Ante todo esto—intervino alguien que trabajaba en las oficinas del gobierno, que se llamaba Murray- he pensado en una alternativa, que como ya me conocen todos ustedes, he llevado a cabo, previniendo que todo eso serviría para alguna ocasión como ésta. Mi esposa y yo repudiamos en exceso a Emily, por su forma de ser y sobre todo, porque no es de nuestro pueblo, pero nuestra pesadilla pronto se terminará. He buscado en el registro, los apellidos completos del recién finado. Todo eso me llevó a ver que tuvo hijos, pero una de ellas, a quien le corresponde la propiedad, no se encontraba enterada. La previne de todo cuanto sucedía aquí y acordó venir en un mes para sacar a la nueva. 

—Vaya, jamás había pensado en algo así—agregó el mismo viejo de antes, quien inicialmente tomó la palabra.

—Es cuestión de meditar y ser razonable en los juicios—agregó la otra amiga de Mrs. Brown, la señorita Smith.

—Pero ¿qué haremos mientras tanto?—Mrs. Brown fue quien hizo bajar a los oyentes de la imaginación.

—Cierto—agregó la dama de compañía (Miss Byrne) de la esposa del señor Murray. Dicha señorita tenía sangre irlandesa, pero sus padres llegaron al pueblo como mercaderes, obteniendo grandes ingresos que los hicieron cambiar de esfera social y por lo tanto, adoptaron con ellos un trato más convenenciero—opino que en pocos días, cuando se presente una oportunidad, debemos sacarla.

—Pero ¿cómo?—preguntó el viejo vicario.

—Si no me hubiera interrumpido—se dirigió al interrogador—hubiese terminado antes, pero bueno. Como decía, si todos están de acuerdo, pienso que el jueves podemos, cuando ella se encuentre soñolienta, rodear su casa y sacarla, con nuestras peores palabras y acciones terribles. Romperemos cosas de la casa, aunque ya después le pagaremos eso a la hija del viejo Jones, como señal de nuestro poder sobre ella. La primera señal será una piedra que traspasé un cristal y así comenzaremos a hacer con toda la casa, incluso llevaremos antorchas para generar más terror en la muchacha.

—Estoy de acuerdo—la dueña de la casa fue la primera.

—Yo también—dijo el vicario.

Toda la sala, que tenía treinta personas  aproximadamente, todas de gran alcurnia, dijeron estar con la chica que propuso tal idea. No exageraría al decir que encuentro mucho parecido de esta escena con el Juramento de los Horacios, aunque a diferencia de estos, los que estaban en la mansión de Mrs. Brown tomaban parte para prometer que cada uno cumpliría con su parte, expulsando a Emily.

Aunque sólo los congregados eran ricos, eso no significaba que Emily no causara odio hasta en las clases bajas, sin una razón que fuese coherente de por medio.

La lealtad entre este nuevo y provisional clan, formado a partir de odio sin fundamentos, fue el jefe del pensamiento de todos, por ello no debían esperarse resultados inteligentes, ya que el odio no debe ser una herramienta para dejarse llevar.

—¿Entonces será en la noche?—preguntó la esposa del señor Murray.

—Será en la noche—respondió Miss Byrne, con una sonrisa malvada.

Así se acordó el golpe que muy pronto se daría. Ya después vendría la diversión y el baile, lo que daría paso a hablar peores cosas de Emily, pues los excesos no son buenos.




EmilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora