Ya habían pasado unos días y puedo dar cuenta de que la reunión que se prometieron Emily y el vicario, tuvo un buen cauce, pues ya hablaban con más familiaridad, cosa que si muchos hubieran contemplado en esa época, entonces sería algo inusual y hasta inaudito.
Participaban haciendo dibujos, en los que cada uno aportaba algo muy bello, ya sea en los campos de Anatomía o en el fondo o bien, en la realización de paisajes. Con esto ya habían transcurrido dos semanas y cada jornada no era más que un indicio de un sentimiento cálido.
Las mañanas traían una especie de brillo, el cual emanaba de los rayos del sol, rayos que parecían tener brillos que le daban color a todo el que se interponía en su camino. Una azucena fue la primera víctima y recibió un porte más arrogante, pero también más bello. Las lejanías parecían ser trazadas por la luz, que les quitaba esa capa oscura que las ensombrecía y las hacía de un azul celeste que poco a poco, se transformaba hasta que, cuando el día estaba avanzado, tomaba su color natural, verde. Pero recordemos que esto no era siempre, pues curiosamente muchos días eran grises, pero hasta el río se alegraba y de él emanaba una dulce fuente de agua que corría de aquí a allá. Hasta el palacio de Buckingham, con sus jardines esplendorosos y llenos de alegría, sabían lo que significaba gozar de buen clima, pues cuando los paseantes caminaban muy cerca de la verja, la flora les regalaba una sonrisa, esbozada a través del brillo de sus capullos o de sus flores en pleno apogeo.
Tal día era un buen presagio para la vida de Emily, un regalo momentáneo que Dios le concedía. Las nubes hicieron su aparición, como manchas de pigmento de acuarela en una hoja, pero éstas desistieron de su propósito, pues se retiraron con ayuda de un viento fresco y juguetón.
Una noche antes habían acordado, el vicario y ella, que saldrían, a menos que la lluvia hiciera de las suyas, pues las calles estarían llenas de lodo y no sería apropiado para su vestimenta, ya que se arruinaría.
John fue a buscarla, con la idea de que gozarían de una agradable caminata. Emily no lo hizo esperar y ambos salieron, ella acompañada de un parasol y él con un sombrero más ligero, dado el buen tiempo.
Ya habían avanzado un poco más a un lugar poco frecuentado, aunque se encontraba dentro de los límites marcados que definían la extensión de Londres.
—¿Qué sucede?—preguntó Emily, quien notaba algo diferente en John, como si una cuestión se hubiera adueñado de su cabeza.
—Es algo que tiene mucho tiempo que ha pasado por mi cabeza.
—¿Acaso es un proyecto?—sonrió la heroína, pero con bondad.
—Quizás.
Pronto, al contemplar las ramas de un árbol, cada uno se preguntaba en lo que pensaría el otro, pero ninguno de los dos se atrevió a interrogar.
Pasaron unos minutos, nuevamente en silencio, pero tales minutos no eran incómodos, porque ya nada podía resultar de esa forma.
—Mi proyecto—John volvió a tratar el tema—consiste en mejorar mi rectoría, además de lograr otros propósitos que vienen taladrando mi cabeza desde hace días.
—Yo también quisiera mejorar en el campo artístico, además es un secreto, pero estoy realizando una novela. Igualmente, tengo proyectos artísticos y quisiera salir a la luz y recibir reconocimiento, pero no exagerado, sino uno que me permita vivir generando ingresos.
—He notado que ambos amamos las artes literarias y plásticas.
—Pero, ¿Cuál era su proyecto?
—Mi proyecto, Emily, si me lo permite...
—Se lo permito John.
—Como decía, mi proyecto es contraer nupcias con una mujer a la que ame, que aunque no tenga una gran fortuna, sea instruida, que ponga ante todo a Dios, que haga lo que le dicte la razón, pero que tampoco sea insensible, que ame con todo el corazón, que compartamos gustos y que cada día se renueve a su lado. Y a la persona que amo es a usted.
Momentáneamente, Emily no supo qué decir, pero se repuso muy rápido de sus emociones, pues ella también lo amaba, pero había un secreto que el lector y la lectora no se hubieran imaginado de la heroína, aunque valientemente pudo hacer frente.
—Quizás es sólo producto de una confusión, John.
—No, pues cada día, desde que usted ha estado en la rectoría y hemos conversado, he encontrado en usted a una compañera perfecta, de la que no me cansaría.
—Es que no es posible—Emily se limpió una lágrima, después de contenerse en público por largos años.
—¿Por qué no?
—Usted sabe que el pasado siempre es un gran peso sobre la persona. ¿Recuerda que fui a Shaftesbury? Usted no sabe la razón, pero debo decir que mi madre era una meretriz, sin conciencia de lo que era bueno y malo, aunque al principio lo hizo para alimentarse, pero después, cuando pudo dejarlo, parece que tal cosa tomó brío en su ser. Mi padre era el señor Jones, por eso fui a obtener esa casa, que por derecho me correspondía, y también quería tener el reconocimiento como hija suya, pero ese hombre jamás aceptó que mi madre le decía la verdad. Ya eran cercanos, pero mi madre supo que el señor tenía un compromiso, por lo tanto sus intenciones no eran serias. Mi madre cuidó tan bien como pudo de mí, porque a pesar de tantas carencias y de tantos días de fatiga, veía la manera de ganarse el pan. Al terminar mi instrucción, entonces le ayudé vendiendo algunos dibujos que hice y un día, mientras pasaba por la sala, escuché algo y le pregunté si estaba bien, pero ella me explicó que ya no podía ocultarme algo que la atormentaba y me contó todo lo que sé. Antes de morir, me dijo que fuera a buscar a mi padre a Shaftesbury y por mi orgullo fue difícil, pero al verme sola, en un mundo duro y cruel, fui a buscarlo, pero no era lo que esperaba, porque ni siquiera me habló con calidez ni con amabilidad. Puede decir lo que quiera , que ahora me odiará y me tachará como fruto del pecado, pero mi madre se arrepintió y el arrepentimiento es la muestra más clara de que el ser reconoce sus errores y trata de enmendarlos. El arrepentimiento es el mejor acto, que sólo Dios puede ver, porque nuestra vista está muy limitada y emitimos juicios equivocados. Además, mi madre fue honrada y me enseñó algo que no cualquiera puede saber, la honestidad y los valores que deben regir a nuestra sociedad. Ya no lo detengo más, debe irse y no piense en que me ha conocido.
Para su sorpresa, John se acercó a ella y la estrechó fuertemente a sus brazos y Emily quedó consternada.
—¿Por qué me abraza?
—Te abrazo porque yo tampoco soy perfecto y a pesar de tu pasado, te seguiré amando y hasta mi admiración aumentará. A pesar de todo te amo y ni tu pasado ni tu situación me importan, porque de quien me enamoré es de Emily, una muchacha seria e inteligente, con el mejor razonamiento y con las ideas más bellas que puedan existir.
—John, te amo.
Después de ello, ni la sociedad ni los prejuicios religiosos podrían separarlos y así, tal día fue maravilloso para Emily, incluso las estrellas emitían una luz inimaginable que iluminaba el rostro de John.
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Emily
Ficción histórica1840 se presenta de cualquier forma en el pueblo de Shaftesbury, Inglaterra. Pero pronto las cosas cambiarán en la población con la llegada de Emily, muchacha poco alegre que pretende buscar paz, pues la monotonía de la ciudad la tiene sumida en la...