La discusión tuvo una rotunda victoria para Emily y su equipo, sin embargo, las amenazas siempre vienen acompañadas de una vehemencia inexplicable, la misma que orilla a cumplir las promesas. Por tal razón, la amenaza hacía John fue llevada a cabo, ya que el vicario George tenía suficiente poder como para hacer el mal sin siquiera mover más que el meñique. Su influencia era más fuerte de lo imaginado, porque a los pocos días, el pobre John tuvo que dejar la rectoría de St. James, cortando así sus únicos ingresos. La ventaja de ello fue que pudo sacar sus cosas y así, se retiró.
Días antes, cuando tal desgracia estaba en su punto más amargo el vicario habló con Emily.
—Te libro de tu compromiso, ya no tienes que estar conmigo. Nos amamos, pero el amor no nos servirá contra el hambre y contra la pobreza. Estarás mejor si permaneces soltera.
—Cuando te dije que te amaba, lo dije con sinceridad y esta es una prueba de que aunque mares y corrientes golpeen contra la bahía que hemos creado, es decir, nuestro amor tan fuerte como las cadenas de un preso o tan fuerte como este deseo apasionado que duerme en mi corazón, que cuando estemos unidos entonces despertará tras largo tiempo de letargo.
—Mi Emily, no sé cómo pude pensar en ello, soy tonto al creerte tan egoísta.
—Los dos pasamos por esto y los dos saldremos de esta isla, oscurecida por un eclipse.
Mientras tanto, ambos pidieron cobijo en algún lugar, Emily con Mrs. Catherine (a pesar de que Emily tenía su modesta propiedad que ella había vendido y su tío se había marchado a quién sabe dónde). La heroína estaba a punto de desistir, pero el arte de la disuasión que empleó su buena amiga, impidió que la primera se negara neciamente. John poseía una casa con dos habitaciones en Londres, porque la anterior, a la muerte de sus parientes, la había alquilado, pero para contribuir al mal, los inquilinos debían dos meses de renta, pues los tiempos los tenían sumidos en pobreza honrada, aquella que no es una vergüenza, que es una carga porque no se puede gastar en cosas mejores, pero que permite vivir con dignidad y con comida siempre.
Una vez que John llegó a su destino, entonces se presentó ante el seminario, que no creía totalmente las ofensas contra él de parte de George.
—Señores, como saben, me encuentro frente a ustedes porque solicito que se me siga empleando como pastor ante una rectoría, que aunque modesta, puedo sacar provecho de ella y les ruego no me priven de los pocos ingresos que me han dado como hasta hace algunos días.
—Se sabe que vivía con una mujer, cuya dudosa procedencia ha levantado sospechas en el lugar del que recientemente ha venido.
—Es verdad que vivía con una mujer, pero los dos aún somos castos y la razón por la que vivía en la rectoría es porque no tuvo una buena recepción en el lugar, por el contrario, hablaban a sus espaldas y la vituperaban, cosa que no se nos ha enseñado, pues debemos comportarnos como lo hizo Cristo. Sin embargo, tal muchacha fue a reclamar parte de su herencia, pues su padre la desconoció—John agregó ello, porque conocía la discreción que tenían sobre esos temas—además al poco tiempo me di cuenta que la amaba y quiero casarme con ella.
—Sus intereses futuros sólo conciernen a su persona, sin embargo siempre ha mostrado una conducta impecable y sabemos que usted es inocente, por lo que le damos otra oportunidad en esta empresa. Venga mañana mismo y conocerá nuestra resolución al respecto.
Después de que John agradeció con el corazón en la mano, se marchó. Mientras tanto, Emily estaba hospedada en la casa de Mrs. Catherine, quien no tenía reparos ni representaba molestia para ella tener a una huésped como tal muchacha.
Mientras la amable señora se encontraba conversando con su segunda hija en el salón, quien la visitaba con motivo de su espera por el hijo que tanto deseaba. Georgina, como se llamaba su hija, creía que un matrimonio repentino traería el amor tan deseado, pero al verse equivocada, creyó que un hijo remediaría la situación. Emily se quedó sola en la biblioteca, donde dio paso a diversas reflexiones, entre ella sobre su futuro y lo que podría esperarle, con una situación crítica como la que vivían los enamorados. Cerró el libro que reposaba en su regazo y poco a poco lo dejó en una mesita estilo reina Ana, con sus patas delicadamente delgadas y detalladas con flores, de apariencia holandesas, pero esto gracias al estilo que había copiado el carpintero, además de que la mesita estaba bien armada con madera de nogal.
La incertidumbre llegó paseándose por la estancia y pronto encontró una agradable compañía con Emily, pues la primera le extendió su mano y ante esto, Emily no puso resistencia, razón que la llevó a escurrirse por el lugar. Había réplicas y entre tantos objetos, un platón chino de una dinastía antigua, un mantel de seda con brocado de plata, cuadros maravillosos, uno de ellos era una réplica de Thomas Gainsborough. Recorría ansiosamente cada rincón del lugar, que le parecía familiar, debido a su cercanía con Mrs. Catherine. Incluso para la segunda, Emily representaba una especie de hija, además de que su esposo ya no estaba con ella por enfermedad. Así, en tal lugar, ambas sintieron compañía y un indescriptible bienestar al verse amadas y tener con quien contar.
Emily se vio movida por un anhelo curioso, quien al ver otras piezas como esculturas, objetos de inmenso valor, entre otras cosas, fijó la vista en un cuadro muy peculiar. La mujer retratada era inmensamente bella, con ojos azules, como dos cristales compuestos por agua teñida de azul, con apariencia de fragilidad, pero también mostraban dureza. Emily contempló cada una de las características y sintió un revuelo en el corazón.
Dio un paso hacia atrás, conmovida y horrorizada, aunque bastante extrañada. No habían pasado más que cinco minutos y su mente ya maquinaba un sinfín de preguntas que debía hacer a su dueña, pues tal cosa le parecía en extremo difícil de entender, así como de explicar.
Para contribuir a su impaciencia, Mrs. Catherine tardó en dejar de hablar con su hija, por lo que Emily sentía una especie de fuego que provenía de años de incertidumbre por tantas cosas que no tenían un esclarecimiento. Además, no podía seguir con su lectura, dados los misterios que la rodeaban.
—¿Será una pequeña casualidad? Claro, debe ser eso, pues todo el mundo afirma que hay parecidos en todo el mundo.
No obstante, a través de la celosía, cuyos listones tenían muchos huecos entre ellos, dejaba ver un anochecer magnífico, porque los colores claros se extinguían, mientras el morado descendía con las estrellas, quienes iluminaban poco a poco el lugar, acompañadas de la luna, que proveía luz a todos los lugares y daba brillo al campo, como si pequeñas hadas bellas hubieran pasado y con su aleteo dejaran brillos mágicos que irradiaban euforia y que dejaban perplejos a los que veían este espectáculo.
Emily veía tal cosa, mientras, rendida por el cansancio acumulado desde hacía tiempo, permitió que sus ojos se cerraran sin dificultad, al igual que un trébol se cierra al anochecer. Su imaginación y su curiosidad se vieron, por el momento, dominadas y por lo tanto, enterradas en el olvido.
La muchacha empezaba a tener un sueño agradable, pues un día soleado llegaba a todo el valle, pero de repente, el cielo se cubría y los rayos del sol ya no penetraban en la tierra. Al instante, un chubasco causaba terror en todo el lugar, incluso en el ánimo de Emily, quien veía todo esto a través de un cancel. El viento y la lluvia contribuían a mover a su voluntad a los árboles, incluso uno de ellos caía en la propiedad donde Emily se encontraba, pero no sabía qué hacer, pues salir no era una opción prudente.
Emily despertó un poco nerviosa, aunque al abrir los ojos comprobó que no vivía tales desastres naturales e hizo memoria de todo cuanto había hecho y qué era lo último que había visto. Al poco tiempo, un sirviente entró a encender las lámparas y con esto, Emily pudo ver la hora.
No sabía qué hacer, mas optó por preguntarle a su anfitriona del tema cuando lo juzgara correcto. Esa noche cenó con tranquilidad, finalmente no servía de nada actuar con arranques.
Esperó al día siguiente y así podría interrogar amablemente a Mrs. Catherine.
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Emily
Historical Fiction1840 se presenta de cualquier forma en el pueblo de Shaftesbury, Inglaterra. Pero pronto las cosas cambiarán en la población con la llegada de Emily, muchacha poco alegre que pretende buscar paz, pues la monotonía de la ciudad la tiene sumida en la...