Capítulo 13 Nuevamente Londres

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Si relatara el tiempo que se tomó el transporte y la llegada de nuestra heroína, lo único que conseguiría es hacer bostezar a la lectora o al lector, por lo que me ahorraré esa parte, consolándole con que Emily llegó sana y salva a Londres, el lugar de donde provenía.

Aunque había visto más mundo que el permitido para una mujer en esa época, no cambiaban sus sentimientos hacia Londres, que aunque reconocía sus defectos, siempre había un espacio de su corazón reservado para esa ciudad. Los carruajes, los edificios antiguos, los callejones, las galerías de arte y cuantas cosas puede haber en una gran ciudad, eran magníficas para Emily, pues representaban el palpitar de Londres y justamente, ella misma pensaba que Londres la tenía encadenada con una especie de artería invisible, que era difícil de romper. Aunque Emily trataba de ver las desventajas de vivir en Londres, siempre concluía que por nada dejaría de amar a su adorada ciudad, tan bella como la mejor musa romana y tan gloriosa y perfecta, que su historia y sus edificios podían dar cuentas de ello, sin necesidad de preguntarles.

Emily llegó con tanta prisa a su único establecimiento, la escuela. Su única bienvenida fue la que le dio la fachada sombría y gris. La directora no declaró que le daba gusto verla, pero recibió una sonrisa y un tono amables, compensando esa irregularidad en la cortesía. Las maestras no se sorprendieron ni le preguntaron por tenerla de nuevo, aunque su amabilidad bien podía suplir la falta de tales preguntas. 

Las clases siguieron su curso, sin cambios que fueran buenos.  Su asistencia a la iglesia metodista siguió tal y como era antes, normal, pero en esta ocasión trataron de invitarla a una reunión que tendría lugar en el templo. No es que a Emily le desagradara expresar una palabra de agrado, pero le molestaba sobremanera, verse rodeada de personas que tenían una actitud amable, pero que detrás de sus intenciones tenían mil y un palabras hipócritas que se reservaban para sí mismos.

Pues bien, Emily decidió asistir. Pero algo muy curioso es que, a unos pasos de llegar, cuando alzó la vista para ver la torre del templo, cuyas ventanas eran de arquitectura gótica, sintió que el valor la abandonaba.  Lo anterior ocurrió porque no estaba acostumbrada a convivir y también, porque sentía un poco de recelo, ya que la primera vez que asistió con expectativas demasiado altas, descubrió que su presencia, lejos de causar agrado, fue motivo de apatía y sintió una enorme frialdad en las maneras de las personas.  Pero no fue su culpa, pues le aseguraron "son de lo más agradables y dulces", pero supongo se referirían a un dulce con picante o a uno que, después de haber probado, produce una sensación dulce que se transforma en amargura, porque de otro modo sería ilógico ese atributo.

De ahí que, decidió sólo asistir los domingos, pero el pastor daba sermones intencionalmente a ella, aunque disfrazados para que pareciesen dirigidos a todo el mundo, sobre el "individualismo" como él llamaba tal actitud. Emily era individualista, pero en ese caso desistió de frecuentar el lugar, porque percibía una doble moral. Sin embargo, al ver que el pastor la instaba con frecuencia, se dijo que no dejaría ver cuán afectada estaba por el carácter de esos congregantes, en extremo selectivos (claro, excepciones), y para ver que su paciencia no estaba probada, asistiría. 

Al llegar al lugar, al menos vio a las personas que fueron como ángeles para ella, porque le tendieron una mano al saludarla con franqueza y cordialidad, cuando nadie más lo hacía y si de algo pueden estar seguros el lector y la lectora, es que Emily estuvo agradecida con ellos durante mucho tiempo.

—Supongo que su actitud habrá cambiado desde ese entonces—pensó Emily.

Claro que habían cambiado, pues algunos la recibieron con alegría y sinceridad. Justo, cuando se disponía a oír la predica, vio que un joven, uno de los que gozaba de mayor renombre, se acercaba y tocaba con mucho brío el órgano, descubrió parte de su carácter. 

No era desagradable, pero cuando se le trataba más de cerca, entonces se comprobaba que había una reserva muy marcada en él, sus ojos y su boca (que cambiaba de posición, dependiendo de su ánimo) demostraban estar subyugados a un carácter muy fuerte y por cierto, muy celoso, pues su esposa en algunos momentos saludaba a otros caballeros, pero tal situación provocaba que Adam se pusiera rojo de ira, como si con tal berrinche lograra que su esposa desistiera de esa amabilidad que la caracterizaba. 

Al principio pensó que se llevaría bien con Adam, pero aunque le tomó tiempo, al menos logró que su relación entre compañeros fuera estable.  Con otras personas logró tener una relación más sólida, pero tampoco una que permitiera tomarse ciertas confianzas.

Mientras tanto, cuando en esa tarde frecuentó el lugar, al escuchar el pequeño sermón, acompañado de la reflexión, recordó las facciones del vicario John, sus pláticas, sus palabras y sin pretenderlo así, un pensamiento escapó.

—Ojalá que al menos él estuviera aquí.

Emily lo extrañaba, pues ya llevaba tres semanas de haber llegado. Pero la ausencia de John tampoco representaba un motivo que la orillara a la muerte, pues realmente lo necesitaba, pero podía seguir viviendo y podía distraerse.

Seguramente creen que olvidé una cosa, pero claro, pues una buena noticia surgía, ya que el abogado había tenido éxito en tan grande empresa, por lo que Emily, una vez terminado el mes de dar clases, partió y con sus ahorros empezó a mantenerse en su propiedad, que aunque era modesta, al menos no estaba subyugada.

—¡Cuánto te agradezco tu ayuda Blake!—fue muy emotiva la respuesta de Emily.

—No hace falta agradecer, pues se ha conseguido el objetivo que hemos perseguido por tanto tiempo.

Emily lo invitó amablemente a tomar el té, que en vez de ser una taza, fueron dos para el abogado, que acompañó tal bebida con algún bocado. 

En medio de la plática que sostenían, a Blake se le vino a la cabeza algo que tenía tiempo, es decir, una invitación. Emily estuvo a punto de declinar la invitación a un baile que se llevaría a cabo en la casa de los Watkins, pero representaba una falta de educación, por lo que aceptó, aunque no era propensa a asistir a reuniones o a mostrarse al mundo. 

El baile sería en dos días, lo que daba sobrados motivos para que se preocupara, ya que debía arreglar su vestido más presentable y además, buscar el pequeño brazalete, que tenía una miniatura donde una mujer de gran belleza posaba, es decir, su madre. 

Cuando Blake se fue, Emily comenzó a administrar su tiempo para hacer algunas actividades, sin que la dichosa fiesta estropeara en alguna medida, sus hábitos como la lectura. 

Así, dio comienzo a un capítulo importante en la vida de Emily, que ni ella misma pudo notar.



EmilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora