Después de aquel plan, Emily contactó con mucha urgencia a su abogado, Blake, tras utilizar un lenguaje bastante persuasivo, que no le exigía como en ocasiones pasadas, sino que le rogaba con las más dulces palabras, que hiciera algo por ella, puesto que necesitaba que al menos en Londres se arreglara su situación, pues ya no le importaba tanto el problema que la retenía en Shaftesbury.
El dichoso problema de Londres, consistía en que su madre, tras haber muerto, no dejó nada en claro respecto a la propiedad donde ella y Emily vivían, pues era de un tío suyo, pero este, pasada la muerte de su hermana, quería retener el inmueble, aunque la primera lo había pagado con muchos sacrificios. Emily partió a Shaftesbury con esperanzas, pero el abogado la desalentó y dijo que estaba a punto de darse la custodia del lugar a su tío, aunque Emily le explicaba cuán importante era que la ayudase, de lo contrario, prácticamente sería una mendiga. Precisamente esa carta era un instrumento que le ayudaría en parte a Emily. Aunque su madre dejó en su testamento, que su heredera sería Emily (algo poco común en aquellos días, pues la exclusión del sexo femenino era normal y por cierto, muy injusta y poco inteligente), pero el tío mintió, alegando que su madre jamás había pagado las tierras. Pero qué satisfacción la de la heroína, cuando tuvo una gran prueba en sus manos y de esta forma pudo tomar ventaja, aunque no era seguro que ganara el caso, debido a la corrupción.
Por lo tanto, aquella idea que tuvo la señorita resultó, hasta ese momento, un éxito, pues pasaban los días sin contestación. A primera vista parecería un fracaso, pero Emily, que conocía muy bien a su abogado, sabía que cuando su respuesta demoraba, estaba haciendo cuanto estaba en su poder para solucionar algo.
Una buena mañana, cuando los pájaros entonaban una gran orquesta, acompañados de un viento juguetón que despeinaba a los árboles y hacia que los brezos se movieran lentamente, provocando que el paisaje fuera ocasión de agrado y que, en complicidad con la memoria, éste fuera retenido por la mente por mucho tiempo, dada la belleza majestuosa.
—Buen día, mademoiselle-fue el saludo del vicario, quien sorprendió a Emily en medio del camino.
—Buen día—fue toda la respuesta de Emily, que contemplaba las gotas de rocío que había en una rosa.
—¿Le apetecería dar un paseo matutino?—preguntó el vicario.
—No sabe cuánto deseaba esto, sobre todo en mañana tan bella, pues parece que un ángel del Señor ha descendido y su magia ha convertido este lugar.
John y ella caminaron a distancia, pero sin que uno caminara más que el otro, porque iban conversando amenamente sobre el tiempo y sobre gustos parecidos. Si no me equivoco, esto puede causar sorpresa, pero en la semana que Mrs. Catherine los visitó, cada día se aproximaban más, con conversaciones que mezclaban sus ideas y sus aficiones. De ello resultó que no sólo sentían atracción física uno del otro, sino que realmente estaban enamorados. Es completamente falso decir que no existe el amor. Claro que existe, pero surge cuando menos se espera y hasta de personas que jamás figuraban en la mente.
En este caso, a Emily le encantó su forma de pensar, el contraste de su ideología que era inteligente, su prudencia, su seriedad, la dedicación y pasión que le ponía a las cosas, sí, hasta sus sermones resultaban ser tan buenos que llegaban a las profundidades del ser. Ella sabía que no tenía una casa fija, pero eso no fue inconveniente, porque ella prefería felicidad y aunque no faltarían algunas privaciones, éstas los harían pensar que ni el dinero puede comprar la unión y el apoyo. El dinero es necesario, pero jamás podrá desplazar a los seres queridos.
El vicario también sintió, como hemos visto, atracción por Emily, dada su decisión, su valentía, la fortaleza y la entereza de espíritu con que soportaba las situaciones difíciles, su intelecto, los dones artísticos que poseía y sobre todo, su carácter.
Mientras caminaban, él se detuvo y ella vio en su expresión algo diferente, como si una duda le hubiese surgido en ese momento. Como John no dijo nada, ella creyó que reanudarían la caminata, pero él tomó asiento y ella también, a su lado. Al principio se había negado, pero el vicario le insistió y ella temió ofenderlo al negarse.
—¿Tiene familia?—interrogó el vicario.
—Sólo un tío que busca adueñarse de algo que no le pertenece.
El vicario quiso preguntar por su madre, pero entendió que no era correcto, aunque Emily intuyó la cuestión y repuso con un gran dominio sobre sí misma.
—Mi madre tiene un año de haber muerto. Mi tío me permitió vivir medio año allí, pero después yo misma busqué empleo como institutriz. Pero hace unos días llegué con permiso de la familia, porque les expliqué que un motivo personal me obligaba a dejarlos.
—¿Tiene muchos conocidos en Londres?—preguntó Emily, con el fin de desviar la conversación.
—No muchos. Ciertamente, aunque vivía en una gran ciudad, casi no frecuentaba la sociedad. Pero una familia rica y respetable, que me han brindado su apoyo desde que estudiaba, sigue estando en contacto conmigo. Se apellida Watkins. De hecho, el señor de la casa es un respetable abogado y su esposa es una dama verdaderamente agradable.
—¿Entonces conoce a Blake?
—Pues claro. Y por su tono y su expresión, puedo deducir que es su abogado.
—Exactamente.
Hubo un pequeño intervalo en silencio, hasta que la heroína rompió la capa del mismo.
—¿Y alguna vez se ha sentido solo?
—Sí, como si no tuviera amigos. Cuando llegué siempre me decía que la única compañía que tenía eran mis libros, pero al menos con las sirvientas en casa me distraigo con un poco de ruido.
John vio su reloj, que le había dado cuerda antes de salir de casa, concluyendo que debían regresar. Pero el camino no estuvo en silencio, porque la muchacha hablaba.
—¿Ha pensado en contraer matrimonio?
—Sí, pero no con cualquier persona, debe ser alguien que comparta desde ideas hasta gustos. Debe haber mutuo entendimiento, de ese que sin decir palabras, puedes adivinar lo que siente y piensa el otro, como si fuésemos uno solo.
—¿Y si esa mujer fue ebria, adultera o peor aún, que ella sea recta pero que no tenga una gran dote, que su pasado se haya mezclado con melancolía y que sus padres no hayan sido íntegros?
—Cómo le mencioné en la otra ocasión, la aceptaría si compartiésemos cosas, pero que su arrepentimiento estuviera marcado en sus nuevas acciones, no sólo en sus lágrimas, si es que las deja correr. Pero si fuera la segunda situación, entonces ella no es responsable de los errores de sus padres.
Justo llegaron a la puerta y se internaron para desayunar. Cuando tomaban té en un bello juego de porcelana con grabados chinos, una carta llegó, dirigida a Emily. Era la respuesta de Blake Watkins, quien le decía que muy pronto volvería a poseer con totalidad, aquello que le pertenecía. Con esto, dijo que pronto podría dejar el trabajo de institutriz, para buscar uno más serio y mejor remunerado. Con ello, era evidente que debía regresar a Londres. Al principio la alegría la inundó pero recordó que debía dejar a Mrs. Catherine y a John, sobre todo a John, que podría ser más que un compañero.
Toda la tarde hizo su equipaje y al día siguiente, un carro de posta estaba frente a la casa, mandado por Blake. Vio a Mrs. Catherine, con quien intercambió besos y palabras afectuosas. Cuando le llegó el turno de despedirse de John, sintió un fuerte golpe, que era momentáneo, pero pudo reprimir los sentimentalismos que poco a poco la querían dominar, pero para ella era un duelo, en contraste con su serenidad. Sin embargo, le dio un beso afectuoso a John, como de una hermana a un hermano que se va a la guerra por muchos años.
Cuando subió al carro, volteó y vio a sus amigos. Un nudo la embargó pero soportó todo eso.
—Oh, bellas colinas, dulces campos bañados con rayos de oro, brezos alegres, árboles preciosos, bosques encantados, tierra bendita, lamento tener que dejarlos. Pero si no los vuelvo a ver, quisiera que me recordaran como yo los recordaré, porque rara vez me había prendado de tan bello lugar—fue la despedida que Emily dijo en sus pensamientos, porque de haberlo clamado, la hubieran visto como lunática, aunque no tenía nada de extraño.
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Emily
Ficción histórica1840 se presenta de cualquier forma en el pueblo de Shaftesbury, Inglaterra. Pero pronto las cosas cambiarán en la población con la llegada de Emily, muchacha poco alegre que pretende buscar paz, pues la monotonía de la ciudad la tiene sumida en la...