Capítulo 2

126 60 6
                                    

💌

Hoy, dentro de mi habitación, te busco a tientas.
Obviamente sé que no estás por aquí.

Mi mente se reverdece con tu imagen en mis pensamientos. Caes, lento, cómo gota de rocío por la mañana. Luego, te posas sobre mí cómo si no importase o debiese de importar nada más. Finalmente, te evaporas cómo el agua del mar. ¿Qué es este ciclo que repito contigo cada día? Más que una secuencia y un horario definidos, es una tortura que se repite. Eres mi verdugo, la hoz que cae con certeza sobre mi cuello y me quita la capacidad de razonar correctamente. Eres cómo veneno, que se expande en mis venas. Muero lentamente corroído por las notas musicales de tu sinfonía y lloro, cada día más, cada lágrima más perfeccionada. Y no sé cómo escapar de esto...

Recuerdo que nos conocimos ayer. No ayer, precisamente, más bien, "ayer" hace mucho tiempo. ¿Cuanto ha pasado ya desde que me enamoré de tu voz y de tu risa, cariño? ¿Qué rapidez impuso el tiempo? qué empeño para que tú y yo envejecieramos y nos marchitasemos? Pero tú sigues fragante y fresca, tu primavera no pasa y tu verano aún no termina. Los pétalos de tu cabello, aunque de diferente totalidad al que recuerdo, se ondulan con la brisa y luego, alisados por la lluvia, caen sobre tus hombros. ¿Era así hace tiempo? Yo lo recuerdo bien. Yo te recuerdo bien.

Ni tan alta ni tan pequeña, pero lo suficientemente dotada de finura y belleza. Con unos ojos preciosos que rara vez dejabas quietos para que alguien más se reflejara en ellos, una voz autenticamente inquieta y lo suficientemente estridente para despertarme mientras dormía cuando no debía. Recuerdo que me despertabas cómo si no tuvieras algo más importante que hacer (que realmente no, no lo tenías). Luego, después que me pasaba la confusión y tu voz haciendo eco en mi cerebro, salía corriendo detrás de ti y comenzábamos a pelear. ¿Alguna vez te recomendé no llegar ni en lo más mínimo arreglada a clases? Tu cabello solía despeinarse por mis manos y el mío terminaba hecho un desastre por las tuyas. Definitivamente te tenía un amor-odio bastante implacable, pero me gustaba. Era tierno. Cómo la vez primera que te vi, o al menos, que noté tu existencia.

Estabas sentada adelante de mí, no te distinguí por nada en especial y la verdad es que, en general, no tenía deseos de socializar con nadie. La vida era muy corta cómo para perder el tiempo en mortales tan insignificantes. Digamos que, de entrada, no estaba muy bien en ese entonces. Mi salud física y los estudios no se empezaron a llevar de forma correcta. ¿Y luego perder mi existencia compartiendo con personas que probablemente menguarian mi estado? No, gracias. No tenía ningún interés en ser parte de grupos (o bandas) dentro de la institución. Tenía una compañera con la que nos habíamos cambiado desde el antiguo lugar donde estudiaba a este y era la única persona que conocía. El resto eran completos y repulsivos extraños.

El primer día fue bastante distante entre ambos, recuerdo que me pasaste un papel de alguna cosa y ese fue nuestro primer contacto. Y nada más. Tenías un aspecto de pocos amigos y una cara de persona semi dormida que sinceramente, me hubiese provocado risa si no fuera porque yo también tenía una similar. Te giraste, me diste el papel en el que tenía que anotar mi nombre y nada más.

Excelente primer día.

Luego te uniste al grupo de mi compañera, a la que prefiero hoy en día no llamar amiga porque realmente nunca lo fuimos por completo. Se nos unió otra chica más, a la que probablemente no le habían dado nutrientes cuando era bebé porque tenía una altura bastante pequeña. O tal vez normal, yo era el alto. Mi ex compañera, llamada Sthepanie y a la chica/duende la llamaremos Claudia. Y a ti, que te conocí y entablé amistad más tarde, te llamaremos Criss. O cómo a mi me gusta llamarte:

Lexi.

Efectivamente, no hay democracia aquí.

¿Entonces cuando te fijaste en mí? ¿En qué momento osaste poner tu mirada en el blanco de mi ser? ¿Por qué yo? Eran muchas preguntas para procesar en el momento en el que sucedió todo. Trataba lentamente de analizar y procesar la información, dándole un nuevo significado a todo lo que aprendía a cada minuto. Nunca me contestaste esas preguntas. Simplemente, cuando sucedió, dejaste que todo fluyera cómo la corriente lo incitase. Pero yo buscaba un motivo, alguna razón específica para saber de tu gusto por mí. ¿Quizá habías decidido darte una nueva oportunidad con otra persona? ¿O era yo el primero en el que te fijabas? ¿Fingiste no leerme los ojos porque no te encontraste en ellos? ¿O simplemente empezaste de cero con alguien al azar? Jamás lo supe. Jamás debiste hacerlo. Jamás, no en esos momentos.

𝑳𝒆𝒙𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora