Capítulo 1

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Trato de no recordar.
Sé que tú ya lo olvidaste.

Despierto, la madrugada no apura y yo sigo en este lugar. Bueno, casualmente no es que deba o pueda encontrarme en otro sitio. Mi lugar seguro, mi comedor y mi sala de estar es mi cama, todo en uno. Y precisamente son las 2:30 AM, es decir que en este momento debería estar dormido. Quizá deba hacerlo. Quizá no puedo aunque lo haya intentado...

Todo se ve oscuro y vacío. Cuatro paredes, blancas cómo la nieve. Sé el color porque yo mismo las pinté, también sé que muebles deberían estar aquí. Pero no veo nada, absolutamente nada. ¿Es acaso que no quiero ver? Es decir, imagino donde está todo, cada cosa en su sitio, cada libro en su respectivo lugar, cada plato encerrado en la alacena, cada silla bajo la mesa, cada lágrima saliendo de donde jamás debió salir. Es extraño.

Yo no lloraba, yo me imaginaba llorando. Cerraba los ojos y apretaba fuerte mis puños y tenía un escenario enfrente donde yo mismo, de rodillas, recostado en la pared, lloraba hasta dormir. Imaginaba mis ojos, lentamente cerrándose, mis lágrimas dejaban de caer y todo se volvía negro y vacío. Luego, después de tan catártica idea, abría mis ojos de nuevo y me sentía completamente desahogado. Levemente mi pecho dolía y presionaba contra mi tórax de vez en cuando, probablemente mi corazón se estrujaba y se sentía más pequeño. Pero estaba bien, me gustaba sentir eso. Porque es algo que solo podía sentir yo, nadie más. Frente a todos, cualquiera que lo hubiese visto, yo había cerrado mis ojos un momento con una excusa cualquiera y segundos después los abría. Eso era todo. Pero en mi cabeza habían pasado horas hasta quedarme dormido dentro de mis propios sueños. Pero daba igual, jamás les mostraría debilidad alguna. Porque yo no soy débil.

¿Pero y tú? El reloj del móvil me advierte que son las 3:07 AM. Después de todo, pensar es algo curioso. Me pierdo en mis pensamientos así sean horas. Todo está tan descuidado dentro de mi habitación y aún más, dentro de mi cabeza. Hay un ambiente raro aquí, un silencio descuidado que no supone que yo deba seguir sin descansar. Pero no puedo, cariño. Cuando te dije que me quitabas el sueño alguna vez, hace un buen tiempo, no lo decía en broma. Pero existen distintas formas de pasar en vela. Y la única que conozco desde hace tiempo es esta: pasar mi noche entera recordando lo que no fue. O bueno, sí que fue. Pero talvez lo que debió haber sido.

Mi sonrisa nace al recordar todo. ¿Tú también sonríes? Puede que no. Yo sí, recuerdo todo cómo si hubiese sido ayer. Recuerdo el color exacto de tus ojos, traspasando mi cuello hasta mis cuerdas vocales, dejándome sin palabras. Era lo mejor, alguna tontería pude haber dicho, pero no. Me gustaba deslizarme poco a poco, hacerme frágil y suave, cómo una hoja arrastrada por el viento, arrastrado por tu cabello y tu aroma. Fragancia extraña, quizás pasajera, que desprendías tú o tu perfume cuando tu silueta pasaba tan cerca de mí, tanto así para querer irme, cómo moribundo que está por fin en paz. En tus ojos se encontraba mi norte, no, mi brújula. En tus pupilas, cada palabra que no salía de tus labios. En tus pestañas, naturalmente más cortas que las mías, se evocaba la ternura cuando cerrabas tus luceros, no para no ver, sino para que no te viera. Irreal, magnífica. Me atraías con tanta fuerza cómo para olvidarme de todo, incluso de mis propias responsabilidades. ¿Mi nombre? ¿Cuántas veces no lo olvidé cuando me lo preguntaron, precisamente por estar pensando justamente en ti? Luego me sentía bobo. Luego te volvía a pensar y se me pasaba.

¿Dónde se fueron tus manos, amor mío? ¿Hacia que puertos viajaron mientras me dejaron a mi suerte en esta infinita tempestad marítima? Es que yo pienso en vos, así, sin quererlo y recuerdo tus manos. Recuerdo cuantas veces tuviste que quitarles el tinte color negro de forma improvisada a tus uñas. Recuerdo cuantas veces me tomaban del cabello para seguir formando una broma. Recuerdo aquellas veces que me tomaban las mías y temblaba, ¿era yo o mi corazón? Pero si mi corazón estaba en tus manos, creo que es obvio qué lo hacía temblar. O quizás solo saltaba por si mismo, latía apresuradamente cómo el de un competidor de maratón, descuidado porque realmente nunca fuimos corriendo hacia ti. Pero era la alegría, la alegría de verte. Esa emoción embargándome el alma, quizás no era el lugar ni el momento, pero me dejaba de importar lo demás. ¿Había algo más? Al carajo lo demás. A mi corazón no le leías la agenda, parecía no haber cita disponible para otras ocupaciones que no fuesen tú. Tú y tus manos, tus dedos rozándome la cara, suavemente, cómo caída del octavo piso. Así, así de fuerte cómo para olvidar si estaba triste o contento, si estaba feliz o enojado, si estaba vivo o estaba muerto... probablemente muerto, pues si el paraíso existía, debía estar en algún lugar, mientras ese lugar estuviese cerca tuyo.

Es la hora de el temor y es casi la hora en la que todos despiertan, 3:51 AM. He pasado hablando de ti, de esos días, pero tú, ¿tú qué puedes decirme? A veces imagino que me hablas, que estás recostada en mi hombro cómo en los viejos días. Que me dices, de forma fría que no quieres hablarme más, que me regañas por algún error que cometí, que me distraes sin quererlo para olvidarme de una clase. Te recuerdo de formas tan bonitas, tan frías, tan distantes. Eres cómo una jaqueca que va y viene, hasta que descubres que no era jaqueca sino migraña. Eres recurrente, cómo los pagos de un recibo. Eres tan lejana, cómo si fueses el día de ayer, porque cuando recuerdas algo, nunca lo recuerdas tan cercano cómo cuando ya han pasado meses o años. Háblame, dime al oído de nuevo que me quieres. Talvez me ruborice un poco, se me contorsione la lengua y te mire con los ojos más frágiles del mundo. Así era cuando te tenía a centímetros, quedaba sin murallas que me protegiesen, totalmente protegido (o desprotegido) de tu cariño. Quizás por eso duele tanto, porque me quitaste armaduras y escudos mentales que me resguardaran y luego me atravesaste una daga por la espalda. No, no digo que me hayas traicionado, más bien "la espalda" porque no pude ver cuando venía. Fue todo tan repentino, enamorarme y alejarme contra mi voluntad de ti. Yo no quería, tú sí. Me hubiese gustado respetar tus decisiones, pero ahora estás aquí conmigo, aprisionada en mi mente y en mis recuerdos, sin poderte liberar aunque yo lo quisiera así. Ya no es posible. Ya no es probable.

Necesito salir un momento de la habitación pero no veo nada. La puerta, ¿dónde está la puerta? Quiero salir de este lugar y ver el sol. Suéltame, vete con la noche y haz que la luz del día no escape de mis ojos otra vez más. Y si no, abrázame fuerte, así cómo solías hacerlo. Que tus manos se fundan alrededor de mí y que jamás nunca me sueltes, pase lo que pase. Necesito verte, hablar contigo. Necesito ponerme al tanto de todo lo que pasó. Necesito saber si estás bien o urges de algo. Necesito saber si me extrañas cómo yo a ti. Creo que no necesito saber si no, porque eso me dolería más, otra respuesta negativa, otra bala circulando mis venas. Ya son las 5:00 AM y me has disparado lo suficiente, ¿no crees?

Necesito alejarme de todo esto, de estas mismas cuatro paredes y salir. Yo era feliz. Y lo sigo siendo. Feliz mientras te piense. Mi vida entera es un rompecabezas y fuimos ambos hechos tan perfectamente... para no encajar. Y sin embargo, aquí me ves, pieza por pieza, poniendo cada cosa en su lugar. Cómo un montón de azulejos, hasta formar algo que no tiene forma, pero se ve precioso, así, reconstruyendo todo desde cero hasta que no queden piezas dispersas.

Quise contarte tantas cosas... pero no pude. Entonces alguna vez, hace mucho tiempo también, decidí escribirlas. Para que así, cuando las leyera, todo cobrase vida de nuevo. Y luego al cerrar el libro al terminar, por fin conciliar el sueño, cómo cuento antes de dormir.

Porque, si me he de despertar mañana en otra horrible pesadilla, ¿por qué no puedo, acaso, dormir plácidamente la noche anterior, soñando que todo está bien, cariño?

Porque, si me he de despertar mañana en otra horrible pesadilla, ¿por qué no puedo, acaso, dormir plácidamente la noche anterior, soñando que todo está bien, cariño?

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𝑳𝒆𝒙𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora