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Por ti aprendí a amar el sol, los días coloridos, el calor de tu tacto, la frialdad de una noche y el sentir de un amor fugaz.
Las tardes de cielo opaco y los cursos de una brisa gélida me lo recordaban a cada momento. Me hacen pensar que hice algo deplorable como para merecer los castigos de Sísifo. Quise escapar de la muerte cuando la vi de cerca, cruzando balas con un ser querido. Quise ahogarme en alcohol una madrugada y caminar borracho por las calles de mi barrio. Quise meditar y sentir, porque solo sentir y existir me hacía ser el ser más desdichado de la tierra.
¿Y ahora que más puede (o no puede) suceder? Yo que no huyo ya de los problemas y que me he parado, con mi tosca hombría y mis dotes de falsa risa a buscarlos por mi cuenta. Yo, que me parece poco justo respirar aún considerando que los que no respiran ya merecen un poco del aliento que invade mis pulmones. Y sin embargo, cómo tiro al cielo, la gravedad me hace caer en picada hacia donde no brillan las luces y sin pensar en mi aterrizaje, me desplomo solamente para dejarme hundir por siniestras fuerzas que me atraen despidiéndose de mi valor, de mi coraje y de mis ganas de seguir. Luego una palmadita en el hombro, un caso de suspicacia e ideas conspiranoicas, los cien cuentos de Allan Poe, las gárgolas en la torre de Londres y los interesantes beneficios de una nueva moneda en la economía ya no parecían tan interesantes.
Yo, que he evitado a la muerte, ahora la busco con mordaz anhelo.
Yo, que me he dejado a mi suerte, espero cerrar mis ojos y dormir.*
- El funeral se realizará mañana por la mañana... por todo esto, ¿sabe? Las cosas han sido un poco aceleradas. Manu ha estado ocupado con todos los preparativos de emergencia, aunque sinceramente le digo que el joven ya sabía que esto iba a suceder desde que internaron a Don Alex.
Escucho de lejos la conversación, desde la sala. Madre está hablando con María, la empleada doméstica de la casa de mi padre. María tiene la vista de un águila y los oídos de un zorro y siempre está atenta e informada de todo cuanto sucede, sean noticias, acontecimientos, feriados y demás. Aunque por el tono de las voces, diría que está más apenada ella que mi madre.
Se ha ido. Mi único empuje se ha marchado. Me pregunto que estaría pensando en esos días últimos donde ya se había acostumbrado a la idea de que en algún punto, su corazón dejaría de latir. Me inquieta la idea de que doliera su deceso lento y preciso. Conque no haya sido ese el caso, creo que estaré un poco más tranquilo. Tengo miedo de que las voces del más allá lo hayan arrastrado entre terribles y mordaces cantos. No sé para qué estoy pensando en esto realmente.
Él ya se ha ido. Y eso es todo lo que importa, no cómo haya sido, sino lo que fue. Y aunque fue, me duele que haya sido.
Pero es que ahora siento que se me cae el mundo.
Mi único compañero, mi más leal amigo, mi consejero, mi otra cara de la moneda, mi crítico literario, mi acompañante de lecturas de las obras que pocos leerán porque las consideran aburridas o sosas porque ignoran que son ignorantes. Y nosotros estabamos un nivel más arriba de eso. Nosotros eramos increíbles.
Pero ya no más nosotros.
Como tú y yo, Lexi. Ya no hay más nosotros.**
Me aislo, como todo el mundo.
Entonces me aislo más, porque yo no soy todo el mundo.Me descoso, me deshilo, parte por parte, hasta quedar con mi carne viva al rojo fuego de un nuevo día y partirme en dos, mi lado fuerte y mi lado salvaje. El fuerte es débil, es un caparazón, una coraza, un escudo que resucita mis latidos cuando ya nadie los escucha. El salvaje es otro yo, el que me odia (si yo me odio), el que me arranca el cerebro de raíz y me tira al cielo, para recordarme que la gravedad me hará caer cada segundo más rápido y más, hasta aterrizar de nuevo brutal y ferozmente en estas cuatro paredes. Hablo de cuatro, pero bien pudieran ser cinco, tal vez seis. A cada una la conozco y las llamo por nombre. Cuando me acarician la cara, se su rugosidad y su dureza, sé también la cantidad de pasta y pintura que apliqué en ellas con anterioridad. Sé cuanto he trabajado por atar mis demonios en cada bloque de estos muros y aprisionarlos. Sé cómo podrían escabullirse entre las grietas los susurros de la noche y cómo amarlos hasta irme con ellos.
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𝑳𝒆𝒙𝒊
Teen Fiction"¿Y que es más fácil que amar? ¿Y que es más complicado que dejar de hacerlo? La melancolía de lo añorable. Aquella voz en nuestra mente, quizá llamada conciencia, que nos recuerda algo que hicimos mal o un punto donde no actuamos cómo debimos hab...