💌
Ráfagas.
Me despierto sobre la mitad de la cama vacía. No estás conmigo. Preparo el desayuno, no estás esperándolo sobre la mesa. Decido que no comeré ahora, de hecho. Tampoco me reprochas. Vuelvo a mi cama, ¿por qué no peleas conmigo un rato? Tal vez así olvide que, después de todo, no estás aquí realmente. Que, realmente, no haces nada porque no estás presente. Y aun asi lo estuvieras, dudo que quieras perder más tiempo conmigo.
Pasó el tiempo. Un par de veces te desahogaste conmigo. Me dijiste todo lo que sentías. Nadie nunca me había dicho hipócrita, Cristina. "Mala persona" mucho menos. Comienzo a creer que realmente estoy obrando mal. De hecho, lo sé, pero algo en mi cabeza intenta contener la respiración y decirme a mí mismo que soy un estúpido y debo cambiar. Pero ya es tarde. Pero ya te has ido. ¿Entonces que debo hacer? Nada, no pienso correr tras de ti.
Dejemoslo fluir, ya no es necesario intentar devolver el tiempo. Me siento frustrado y ha sido un año pésimo. Volví después de semanas al Instituto, me hicieron una advertencia para que no volviese a faltar, un miércoles de monotonía. Quería verte, hablarte otra vez... no lo conseguí. Me ignoraste cómo lo has hecho la mayoría del tiempo últimamente. La verdad, me estoy empezando a acostumbrar. Y no lo digo en mal plan, pero no espero ya mucha reacción de ti. Con todo y aviso, falté el jueves. En mi defensa debo decir que levantarme a las diez de la madrugada sonaba bastante forzoso. La cereza del pastel llegó el viernes, por la mañana.
"Bue-nos dí-as pro-fe-sor Bur-gos...", ¿nunca nadie les ha dicho que suenan como idiotas? Por eso siempre les dicen que nunca desayunan, malditos pobres.
- Présteme a Jonathan un momento -acota hacia mi maestra el señor de altura media, barba de candado y anteojos.
- ¿Hoy sí? -la presidenta de la sección interrumpe la respuesta de la profesora con una risita bastante cagapalos y un gesto de ejecución. El subdirector asiente estoicamente y ya con la idea de saber a qué se referían ambos, salgo con la cabeza semi baja del aula.
- Hoy si llegaste a tu límite Jared -me dice el subdirector, que tenía cierto buen rollo conmigo- el sistema te ha decidido sacar y ahí ya no podemos hacer nada.Se me nubla el corazón.
Intento escuchar a Burgos pero mi cabeza empieza a dolerme y la visión me falla, el suelo se me mueve de sitio y tengo, de la nada, muchas ganas de llorar. Pero mi rostro sigue pareciendo el mismo, soy inmutable. Hace un año, me hubiese puesto a hacer berrinche llorando en el piso de rectoría. Pero estoy cambiando... me siento tan distinto. Cómo si fuese alguien más...Quizá no entiendo. No entiendo, ¿por qué cambie? Mi corazón se siente inclinado a hacer totalmente lo opuesto a lo que siempre he hecho. No logro procesar cuando fue mi momento de quiebre. Me he intentado quitar la vida dos veces ya. Bajé mi rendimiento académico a tal punto que acabo de reprobar el año por inasistencias. Me siento así bien King Boo, de Mario 64. Un fantasma, una sombra de lo que alguna vez fue mi nombre en los altavoces de aquella vieja escuela. Tengo miedo, miedo de no salir de este agujero donde me he metido. Dejé de comer de la nada y bajé 35 libras de peso. Mi sustento diario son sodas y algún jugo de por ahí. Casi no duermo en las noches, el Imsomnio me está consumiendo los vivos ojos color negro azabache y los tiñe de ojeras y arrugas. Ando siempre de mal humor y mi hábitos de higiene y modales desaparecen. Estoy siendo intercambiado por otro, alguien que se parece a mí pero no soy yo. Me duele. Me duele porque a pesar de ser mal estudiante, no pensé nunca llegar a este punto.
Ahora estoy en casa, recriminandome lo que hice mal. No sé cómo darle la noticia a mi familia... me aterra la idea. Y sé que probablemente vayan a matarme.
ESTÁS LEYENDO
𝑳𝒆𝒙𝒊
Teen Fiction"¿Y que es más fácil que amar? ¿Y que es más complicado que dejar de hacerlo? La melancolía de lo añorable. Aquella voz en nuestra mente, quizá llamada conciencia, que nos recuerda algo que hicimos mal o un punto donde no actuamos cómo debimos hab...