Capítulo 6

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Día nublado.

Nubes grises, opaco cielo.

- Y después de tallar en oro la escultura del halcón, ¿qué más hizo Gengis Kan?
- Mando a grabar sus alas.
- ¿Y qué mensaje escribió?

Vacilo un momento. Sé que tengo la respuesta en la punta de la lengua.

- Incluso si un amigo... -dudo un segundo- hace algo... malo... sigue siendo tu amigo.

Me mira con su rostro extrañado y con una expresión que me hace dudar más de lo que acabo de sacarme de la boca. Se da la vuelta, toma el libro en sus manos y lo vuelve a hojear.

- ¿Página... qué?
- Cuarenta y cuatro -solo falta que me haya equivocado en la página también.

Le da vuelta a las hojas hasta encontrar la correcta, la ve un momento y me vuelve a mirar con cara extraña.

- Gengis, y cito, mandó a grabar que "si un amigo hace algo que no te gusta, igual sigue siendo tu amigo". Y supongo que ya sabes que grabó otra leyenda en el ala izquierda.
- Si... pero de esa -me muerdo la lengua- no me acuerdo.
- ¿Hasta qué página dijiste que habías llegado?
- Cuarenta y cinco -grave silencio posterior.

Se sienta.

- Jonathan, reconozco que tienes la capacidad de leer muy rápidamente, pero se te olvidan los detalles.
- Detalles, detalles, detalles... -interrumpo- la gente vive obsesionada con el detallismo. ¿Por qué no simplemente pasar de él?
- Porque apenas te di quince minutos para leer y leiste alrededor de tres páginas por minuto. Y aunque recuerdas sobreportada lo que lees, es importante tener en cuenta los detalles para preguntas como esa. Si bien tu cociente intelectual es, incluso ante mi asombro, elevado a tu edad, aún tienes mucho que aprender.
- Me halagas -digo con la cabeza baja- pero ¿que no el tema central era que el halcón se murió de un flechazo y que el imbécil del Kan lo mató por error?
- No, entonces no entendiste la historia -volteo los ojos en blanco.
- Ilumíname.
- Para entender completamente un asunto, debes verlo desde la mayor cantidad de perspectivas posibles, no solo desde la que te importe. Y no debes actuar precipitadamente o por impulso, más bien, reconocer cuando te equivocas y enmendar tu error o usarlo como experiencia.

Se me caen los párpados encima.

- Y bueno, supongo que por la hora ya tienes sueño.
- ¿Eh...? ¡Ah, si! Un poco.
- Duerme un rato, suficiente por hoy.

Se levanta del sofá y se dirige a su habitación, en el segundo piso.

- Hay pizza de carne en la mesa, ordena algo más si lo deseas y me avisas si necesitas algo.
- ¿Adónde vas?
- Iré -hace una leve pero notoria pausa, respira- a descansar un rato, me siento cansado...

Sigue subiendo las escaleras al segundo piso.

- ¡Jona!
- ¿Si?
- ¡Hay soda en el refrigerador, pero no te la acabes toda! -me grita desde arriba.
- Que vacíe el refrigerador y con toda confianza, bien, entendí -me digo a mi mismo.

Me acerco al barandal del jardín y vuelvo a ver esa preciosa vista. Parece que va a llover. Talvez no. En mis adentros siento algo. Una especie de sensación extraña, un golpe en el pecho. Tomo aire fuertemente y me agarro bien de la baranda. Estiro mi mano y alcanzo la silla. Me siento un poco mareado y las piernas no me responden, pero logro sentarme a como puedo y tragarme las lágrimas que casi caen. Estoy intentando hacerme creer que el viento fuerte y la brisa de este clima hace que me lloriqueen los ojos. En la mesa del jardín al lado de la silla hay una soda de lata que debí tomarme hace rato. Sigue fría. Abro la tapa y empiezo a beber para bajarme el nudo.

𝑳𝒆𝒙𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora