Día 0

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Me quedé en la puerta de mi casa con la tenue luz naranja sobre mí.

Intenté tomar aire pero éste no entró en mis pulmones. Mi pecho subía y bajaba violentamente y el miedo y la tristeza se apoderaron de mí.

No llores, me supliqué. Por favor no llores.

Cuando el aire entró nuevamente a mi cuerpo mi última gota de cordura también se hizo presente. Me percaté que estaba sobre esa puerta en la que te había despedido por los últimos dos años con las manos sobre ella.

Sabía que tenía que ir corriendo a buscarte. Gritaría tu nombre hasta detenerte. Te abrazaría y te pediría fuerza e intentarlo nuevamente. Te besaría y no te soltaría ya. Lo intentaría, te juro que lo haría.

Pero no.

Subí las escaleras y hallé a mi madre.

—Ya se fue —comenté—. Me iré a bañar.

Los Días Sin TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora