Día 22

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Era Noche Buena, un día antes de Navidad.

—Listo —dije—. No pensé que mi tía y mi primo nos caerían de sorpresa. Milagros navideños, supongo. Aun así, gracias por venir aunque sea sólo unos minutos. Se siente bien estar contigo en estas épocas.

Sonreíste con una ternura inmensa en tus ojitos brillosos bañados por la luz de la entrada de mi casa.

—Igual, reina. Gracias por el plato de comida. —Alzaste el plato de vidrio en tus manos cubierto por papel aluminio para conservar el calor de los alimentos que mi mamá y yo cocinamos toda la tarde—. Mañana te lo entrego sin falta. Y mañana mi abuela hará comida en su casa. Estás completamente invitada, ya hablé con ella y estás contemplada para tu platillo.

El calor subió a mis mejillas por la pena.

—Qué amable tu abuela. Ahí estaré, niño.

Nos despedimos con un largo beso y regresé al calor de mi hogar con sola una idea: estábamos juntos, pero debía dejar las cosas claras entre nosotros para que esto funcionara.

Los Días Sin TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora