Los Días Sin Ti

Día 2

En total hay siete películas del hombre araña de las cuales he visto siete y para la desgracia del universo sólo cuatro están en Netflix.

Ese día inicié con las películas del primer hombre araña y maldije a Mary Jane en voz alta en la tercera película de Tobey Maguire por dejar a Peter. Aunque también maldije a Peter cuando besó a Gwen.

Mi maratón depresivo se vio interrumpido por Abner, ese chico que en su momento se halló en el inicio de mi relación entre tú y yo al hacerme aceptar que por primera vez en mi vida alguien me atraía.

—¿Estás ocupada?

—No, pasa —dije en mi puerta.

—Traje dulces.

Abner tenía una manera muy interesante de llevar las conversaciones.

—Gracias, no te hubieras molestado.

—No es molestia. Siempre escondo mis dulces en mi mochila o mi familia se los comería.

Tomé unos cuantos.

—Supuse que querrías hablar —comentó de pronto cuando ya nos habíamos instalado en el sofá—. Hablé con él.

Puta madre. El corazón me latió en los oídos. Quería saber qué le dijiste, necesitaba saber de qué hablaron, pero no podía obligarlo a contarme lo que le habías confiado.

—Entonces ya sabes qué pasó: terminamos —concluí.

—Sí, por ahora no tengo mucho tiempo. Pero hay que hablar.

Asentí. Realmente quería y necesitaba hablarlo, pero él debía irse. Tenía que completar su servicio militar dando clases de inglés, pero eso no le impidió mostrarme unos de sus dibujos que había hecho los días pasados.

—Son malos. —Abner se encogió de hombros—. Nada que ver con los dibujos que hace mi hermana.

—Los verdaderos artistas tienen algo en común —dije—. Por más hermosa que sea su arte, siempre tienden a hallar defectos en ella.

—Eso los hace ser mejores.

Y me di cuenta que mi amigo era un artista solo con esa respuesta.

Abner se fue de mi casa con la promesa de vernos pronto y volví a hacerme burrito entre mantas para ver la primera película del Hombre Araña con Andrew Garfield.

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—Terminé mi relación —anuncié en la comida.

Mi mamá no dijo nada; en cambio, mi abuela no pudo detener el torrente de preguntas que salió de su boca mientras escuchaba un ligero quiebre en su voz. Sabía que mi abuela te quería y me rompió tanto verla tan triste con la noticia.

—No hallo lógica a lo que me dices. —Mi abuela arrojó las manos al aire como si tratara de atrapar una respuesta—. Entonces lo de ustedes era un juego...

—NO. —Inspiré para calmar mis nervios—. No. Simplemente la distancia era un problema y él no quería ser un impedimento para mí ni yo para él.

Mentiras.

—Pero los dos se querían...

—Sí, pero los dos lo decidimos. Fue un acuerdo.

Mi abuela abrió la boca pero no logró decir ni una palabra.

—Lavaré los platos —anuncié.

Acto seguido, me paré de la mesa con los recuerdos de mi abuela platicando entre risas contigo, de los secretos que mi abuela te confió, del viaje a Cuernavaca que te regaló y de cada instante entre ambos que me hizo ver en ese momento que, de alguna forma tan inocente, mi abuela también te amó.

Ya vi que fui egoísta al creer que solo a mí me habías roto el corazón.

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Ya en la cama mi mamá me pidió algo que no fue una sorpresa del todo.

—No quiero verte llorar por él.

Mamá me cuenta que cuando mi padre se fue, ella no derramó ni una sola lágrima ya que tenía que preocuparse de que su hija recién nacida estuviera bien. Era de esperar que quisiera que su única hija fuera tan fuerte como ella, y yo también quería ser así de fuerte.

—No lo haré —contesté.

—Bien. Vas a estar bien.

—Lo sé. Buenas noches.

—Te amo, ¿lo sabes?

—Sí. Yo te amo más, mamá.

—Buenas noches.

¿Cuánta fuerza se necesitaba para no recordar todo lo que hicimos?

¿Cuánto empeño debía poner para no recordar aquellos días donde me besabas con vehemencia y el calor de la habitación subía?

¿Qué tan fuerte tenía que ser para no pensar los momentos cuando me tocabas y me hacías tuya con un solo beso o un solo roce?

¿Cuántas vueltas debo dar en la cama para olvidarme de todo lo que hicimos con nuestra piel?

Esa noche me abracé el estómago tan fuerte hasta que tu rostro se perdió en mi sueño.