Día 8

48 4 0
                                        

Mi alarma sonó a las 8:00 a.m. e inmediatamente desperté con un dolor de cabeza desesperante. Me paré a lavarme la cara y tomar medio litro de agua de un jalón.

Me arreglé para mi cita del día y a las 9:30 ya me hallaba en el centro de Iguala esperando a Yesy para desayunar.

La última vez que me había reunido con Yes no había podido platicar de todo lo que sentía y acordamos vernos antes de que regresara a clases y el momento había llegado.

—¡Qué guapa! —saludó Yes, haciéndome alzar la vista del teléfono.

—Gracias, tú también, ¿lista para desayunar?

—Claro, que me muero de hambre.

-:-:-

Mamá me había dado un billete bastante generoso que podía pagar sin problema alguno el bufete mañanero más pretencioso de Iguala y, vaya, oportunidades como esas no se desperdician.

Sobre nuestra mesa había platitos de fruta y gelatina con dos pequeños panes y un café de olla endulzado con piloncillo.

—Jamás había venido aquí —comentó mi amiga—. Es muy bonito.

Sonreí.

—Ojalá te guste la comida. Hay tortillas hechas a mano para acompañar —presumí.

—Qué rico. Espero tener estómago para tanto.

—Podemos quedarnos lo necesario. No hay problema.

—Me parece perfecto —La expresión de Yes cambió de su común felicidad a una más investigativa—. Pero cuéntame. No sé nada. ¿Qué pasó con tu relación?

Por primera vez me sentí lo suficientemente fuerte como para contar esa historia sin divagar en sentimientos y centrarme en los hechos.

Empecé hablándole de cómo inicié el último trimestre de mi primer año de universidad en la Ciudad de México y de lo feliz que estaba porque me había tocado el mejor maestro del mundo mientras tú ya llevabas unas semanas de tu nuevo semestre en la universidad.

Le conté de lo enamorada que me sentía y también de lo asombrada que estaba al sentirme así de una persona con la que ya había tenido una relación por más de un año y medio. Seguí con cómo cambiaste de trabajo y la manera en la que tus mensajes empezaron a hacerse un poco más inconsistentes y monosilábicos y cómo su frecuencia decreció. Le dije que esa situación me había incomodado y te lo había hecho saber, que aceptaste tu error y prometiste darle solución aunque eso nunca pasó y cuando mi trimestre acabó viajé a Iguala y tres días después me hiciste saber que la distancia te había jugado feo, que necesitabas tiempo para ti y que me amabas pero que ya no soportabas pensar que los próximos cuatro años que me quedaban de carrera estarías sufriendo por mi ausencia y que no me habías comentado nada antes por miedo a lastimarme ya que habías sobrepuesto mi felicidad ante la tuya. Yesy supo que me aferré a ti pero al final decidí soltarte porque me diste mucha felicidad, me llenaste de confianza, me mostraste la capacidad de amar que hay en mí e hiciste que valorara cada pequeño aspecto de mi vida que doy por sentado.

Aprendí tanto de ti y te llevaré en mi corazón para siempre. El amor que te tengo se irá transformando con el paso del tiempo en cariño y serás un lindo recuerdo.

Mereces ser feliz porque eres bueno y no, no te odio ni un poco. Al contrario, te deseo lo mejor, niño prieto.

Lo diste todo a tu manera. Yo también lo hice y de ello no me arrepiento, pero debo dejarte ir.

Tú y yo, desde aquí, no nos podemos rendir.

Los Días Sin TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora