Día 1

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—Rose, la amiga de tu abuela, entró a un curso de maquillaje y necesita una modelo. ¿Quieres prestarle tu carita hermosa?

No hace falta ser genio para ver qué pasó aquí: mi abuela iba a ser modelo y no quiso, así que le pidió a su hija que la sustituyera y ésta tampoco quiso, sin pasar por alto que tiene una hija sin hijos que la salven. Esa hija soy yo.

Varias chicas de este pueblo son modelos de maquillaje y de pequeñas boutiques. Normalmente todas tienen ciertas cosas en común como ser extra populares y extra insoportables; por ello pasar unas horas rodeada de chicas así no era una actividad tentadora para mí. Aun así, una sesión de fotos o prestar tu imagen era una idea que no se me hacía tan mala después de todo. Quería un maquillaje gratis y necesitaba distraerme en algo.

—Sí, ¿por qué no?

—Genial. —Mi mamá le tecleó la respuesta a mi abuela en el teléfono—. Recuerda, si no quieres que te depile la ceja, Rose no puede hacer nada.

—La verdad es que no me vendría mal una depiladita. —Era cierto pues mi ceja no era ni de chiste una muy poblada, pero vaya que era rebelde en ciertas áreas.

—No olvides que todo es gratis...

Mi madre tenía un punto.

—Sin depilar está bien. —sonreí.

-:-:-

Me lavé la pintura de la cara y, por más que froté mis ojos, el color negro no salió. Me resigné a pasar los siguientes días como un mapache y agradecí que Rose no quisiera tocar mi ceja después de ver el maquillaje que me hizo. Sin comentarios.

Mi teléfono sonó con un mensaje de Pedro.

¡Mon! Hay que vernos. ¿Puedo ir a tu casa?

Él podría vivir en mi casa y yo estaría encantada. Pedro por mucho tiempo en la secundaria estuvo conmigo y con el pasar de los años nuestras rutinas cambiaron y la comunicación disminuyó; sin embargo, pasara el tiempo que fuese, cada vez que lo veía era como si no hubiera transcurrido día alguno.

En menos de una hora él ya estaba en mi casa junto a mí en el sillón.

—Te extrañé —le dije.

—Te extrañé más.

¿Cómo decirle a uno de mis mejores amigos que me dolía mucho el pecho por culpa de mi corazón roto?

—Traté de verte hace unas semanas pero no pude —confesó un poco apenado.

—¿De verdad? No te preocupes, sabes que en serio no hay problema.

—Sí, de hecho ese día vi a tu novio. Hablé un rato con él y me dijo que sería buena idea que tú y yo saliéramos pero ya no le dije nada más. —Podía ver la culpa y pena en sus gestos y se me achicó el corazón—. De verdad perdón; pídele una disculpa.

—No. Está bien. No se puede.

Pedro me miró directo.

Quería hablar del tema mas no sabía cómo empezar a hacerlo. Bendito Dios el tema entró antes de que pudiera pensarlo dos veces y retractarme.

—¿Qué pasó, Mon?

Y lloré. 

Los Días Sin TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora