El rascacielos del amor

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Llegamos al hotel que era nada más y nada menos que uno de los rascacielos más altos de la ciudad.

Por fin llegamos a nuestra habitación. Álvaro no fue muy listo y la cogió en la planta 47.

-No me quiero asomar por la ventana- dije cuando llegamos a la habitación, puesto que Álvaro sí se encontraba ahí y me estaba haciendo gestos para que me acercara.

-Vale, pues tu te lo pierdes. Las vistas son fantásticas- Álvaro se acercó a mí y me abrazó por detrás.

-¡Pues ahora si quiero ir!- le saqué la lengua a Álvaro y fui hacia la ventana. Cuando llegué abrí los ojos como platos. Las vistas eran estupendas.

-Te lo dije, te iba a encantar- Álvaro me besó la mejilla.

-Te quiero- nos besamos.

Dejamos todas las cosas y Álvaro se le ocurrió una marivillosa idea: bajar por las escaleras. Con lo que él no contaba era que, después de veinte pisos bajados, yo me mareara.

-Álvaro si bajamos otro piso más vomito, de verdad- le decía acercándome al ascensor.

-¡Serás floja!- Álvaro me miró la cara- Vaya, si que te has mareado. Estás blaquísima, te pareces a Carlos- dijo Álvaro riendo. Me miré en el espejo del ascensor y mi marido tenía razón: parecía Carlos- Creo que ya sé que hacer para que se te suban los colores...- me susurró Álvaro pícaro al oído.

-Que sepas que no pienso hacerlo en un ascensor-  le dejé claro a Álvaro. Bueno, en realidad no. Su querido amigo tenía ganas de marcha.

-Pues el pequeño Gango tiene ganas de fiesta- Álvaro me abrazaba por detrás y me daba besos en el cuello.

-Álvaro para, que nos van a pillar- de pronto se abrió la puerta y yo salí corriendo dejando a la vista a Álvaro con su revoltoso amigo.

Salí del hotel boquiabierta. Nueva York era maravillosa y no tenía nada que ver con lo que salía en las películas. Estaba mirando un escaparate cuando alguien me cogía por detrás y me susurraba al oído:

-Lo que acabas de hacer lo suelen hacer las novias en el altar no en el hotel de donde se van de viaje, ¿sabes?- yo empecé a reír- Vaya conque te hace gracia, ¿eh? Pues te vas a enterar- Álvaro me cogió en peso hasta llegar al hotel. A este le da igual que nos miren mal, bueno al fin y al cabo no entienden ni papa de español...

Llegamos otra vez a nuestra habitación, no antes de habérsela vuelto a liar a Álvaro en el ascensor. Es que... 47 pisos dan para mucho... Álvaro me volvió a coger en peso, abrió la puerta de la habitación, la cerró y me tiró a la cama.

-Vas a ser mía- me susurraba Álvaro mientras me daba besitos por el cuello.

-Álvaro para, ¡que quiero ir a ver Manhattan!- me quejé y Álvaro se quedó quieto.

-La Gran Manzana puede esperar. El pequeño Gango no- dijo Álvaro señalándose el pantalón haciendo que yo me mordiera el labio.

-Tienes razón. Ven aquí- y besé a mi marido salvajemente.

-Mmm... Echaba de menos la _____ salvaje- me susurró Álvaro al oído.

-Callate ya y hazme tuya- dicho eso Álvaro entró en mi haciendo que gimiera de placer- Te quiero.

Sentada en el banco (Álvaro Gango)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora