Soy sacado de mi mente cuando el timbre de mi celular coquetea con mi audición, reviso achicando los ojos para darme cuenta de que es mi padre quien ha llamado tres veces en los últimos cinco minutos.
— ¡Papá! —camino por el pasillo mientras escucho como él pelea con el teléfono para colocarlo en alta voz.
— ¿Me escuchas, hijo? —sonrío al percatarme de que suena como uno de esos ancianos que no pueden ni encender la lavadora —, no te oigo.
— Es que no he hablado papá —me miro las uñas de la mano para darme cuenta de que están sucias, aferro mi codo al teléfono para limpiármelas una con otras, cosa que siempre termina mal porque nunca quedan todas limpias —, allá debe ser casi las ocho de la noche, ¿qué necesitas?
— La señora Belacqua me ha llamado para avisarme de que puedes pasar a recoger el traje para la caravana del día del fundador, supongo que no habrá que remendarlo porque no has engordado ni un kilo.
Pongo los ojos en blanco, el mes no ha entrado bien y mi padre está liado con el rollo del día de los fundadores, es una tradición especial... supongo que todos los lugares pequeños tienen unas cuantas. En el caso de la isla, hay varios días festivos y el 23 de septiembre es uno de ellos... se podría decir que es algo así como el 4 de julio en Estados Unidos o algo, soy pésimo en historia, pero básicamente la isla fue descubierta en esta fecha y cada año los hijos de las diez familias fundadoras tenemos que ponernos unos harapos viejos y subirnos a una carroza para desfilar por las calles, este año nos ha tocado realizar la actividad en Redland, ya que se alterna de poblado por año.
— Lo anoto —tomo uno de mis cuadernos lanzados al azar en el suelo.
— Queremos lucírnosla por ella, recuérdalo —su voz suena tan calmada que hace que mi piel arda de rabia.
Tan pronto cuelgo el teléfono, la carne de mis muñecas me pican, tengo que encerrarme en el baño y calmar el dolor. Ni siquiera puedo entender como es que mi padre puede hablar de ella, no tiene ningún derecho a referirse a mi madre por ese pronombre: ELLA... el muy cobarde nunca ha podido llamarla por su nombre en los meses que lleva muerta por su culpa. Celeste es un nombre demasiado bonito para que salga de la boca de mi padre.
Las lagrimas caen en la cerámica del piso del baño al mismo tiempo que las gotas de sangre cuando hago cortes verticales en mis muñecas... odio todo esto: la muerte de mi padre, ser un estúpido niño frágil que no sabe nada del mundo... quiero que este termine, pero no hay, cortarme esta vez solo es para calmar el coraje que mi padre ha provocado.
El mausoleo familiar se impone en el cementerio de manera abismal. Entro, es la rutina que he adoptado desde que mamá murió. Cada mañana paso a visitarla, es inconcebible para mí imaginarla allí reposando, me pregunto si aún su hermosura se conserva debajo de tanta arena. Las flores en la lápida siempre son frescas, alguien se esmera en cambiarlas antes de que se marchiten... me gustaría conocerle para agradecerle, retiro las flores recientes para colocar las dalias, sus preferidas. No me he olvidado de ella: de sus gustos, su rostro o de lo rebelde que siempre fue, aunque me incordia que el pequeño Louis no tendrá una abuela a quien querer. Le cuento de todas las cosas que me han pasado últimamente, le platico de Lyham y de que creo que me gusta mucho más que mis parejas anteriores. Sé que le hubiese agradado, solo quería que yo fuese feliz, cada vez que me pongo triste siento que la decepciono. Me decepciono a mí mismo por no conseguir eso que me haga feliz, la verdadera felicidad, no solo una ilusoria. La brisa sopla fuerte y reviso mi celular, Lyham me pregunta porque no he llegado a clase y sonrío porque se interesa por mí.
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Mi Mejor Complicación ✔️
Teen FictionEn busca de una nueva vida, Lyham llega a la ciudad de Redland, donde su madre consigue empleo con una distinguida familia. Mientras aprende las reglas de su nueva vida, el engreído heredero de los Johansson comienza a gobernar sus pensamientos en u...