✔7: Quédate conmigo🌹

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Me abrocho la bragueta de las botas, bajo corriendo y tomo las llaves de la mesa al final de las escaleras

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Me abrocho la bragueta de las botas, bajo corriendo y tomo las llaves de la mesa al final de las escaleras. Dassia me ha tenido estresado toda la semana, puesto que en poco es nuestro tercer aniversario. Como es domingo he decidido pasar por su casa temprano, tomo la astuta idea de irme por la puerta de la cocina por si Lyham está ayudando a su madre con el almuerzo.

— ¡Buenos días, señora Soler! —saludo intentando ocultar mi desencanto al no encontrarla acompañada de su hijo.

— Buen día, señorito.

— ¡Estas muy guapo, Jack! —expresa Martina, con un brillo sus ojos —, ¿vas a ver a Dassia?

La niña sabe bastante para su edad, sonrío tras asentir y esta se muestra bastante feliz de estar un poco más cerca de su influencer favorita. Es la viva imagen del target al que se dirige Dass en las redes sociales: joven, demasiado alegre y bastante motivada a inventar nuevas cosas. No es que me haya molestado mucho en cruzar palabras con ella, pero de los tres nuevos empleados, he congeniado más con estas dos mujeres a que con el Chinito.

— Creo que... —pienso preguntarle por su hermano, pero decido dejarlo estar y salgo hasta quedar frente a la cabaña.

Quiero creer que el chico ha salido temprano. Porque me muero de la vergüenza por no haberle confirmado que podía llevarlo, pero es que al verlo enojado de es manera me he quedado completamente paralizado. Fue la primera vez que alguien me enfrentaba con tanta fiereza, tiene cojones, debo admitirlo. Sin embargo, eso no cambia el hecho de que cada vez que lo veo me pone los nervios de punta como si despertara algo maligno en mi interior. Su madre y hermana me agradan, no es que el Chinito me caiga mal... ni siquiera sé porque me da tanto pavor acercármele, es demasiado diferente a mí, hasta el punto en el que estar cerca suyo hace que me cuestione toda mi vida.

Hago por primera vez lo que debo, hundo mi dedo en el timbre hasta que suena de manera colosal, es una reliquia, pero sirve. Nadie da señales de vida dentro de la casa. Me planteo de manera esporádica el escribirle a Thea para preguntar, vale, lo intenté y no se pudo. Me voy con la consciencia limpia. Al intentar abrir la portezuela de metal que divide el patio lateral del delantero, escucho abrirse una puerta. Joder, esa puerta. De manera instintiva me giro a medio cuerpo para verle, ahí está con el pelo mojado, pantalones por sobre las rodillas e intenta abotonar su camisa mientras busca al responsable del emitido sónico de hace segundos. Parece un ser celestial alífero con la expresión enfocada sobre mí, el puto sol le golpea de forma suave, no parece molestarle mientras que a mí se me achicharra la piel aquí, detenido con una mano en el metal

— Ya me iba —señalo el camino, que estúpido soy, claro que se sabe el camino, lo usa todos los putos días —, he tocado.

— Te he escuchado, pero aún no estaba listo —no añade nada más, nos miramos por veinte malditos segundos —, ¿qué querías?

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