✔34: Los hijos de Eygray🌹

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Simona Belacqua repiquetea con su tacón en el mármol cuando mi padre se excusa por nuestra tardanza

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Simona Belacqua repiquetea con su tacón en el mármol cuando mi padre se excusa por nuestra tardanza. Mi pecho aún duele y lo ultimo que quiero es estar aquí rodeado mide personas que fingen ser mis amigos. Hace dos años con este que mi hermano decidió no desfilar más en las carrozas anuales, tuve que ocupar su lugar.

— Augus se esmerará mucho en cumplir su función —explica papá, mientras me golpea en el lomo como si fuera un cachorro.

La mujer alterna la vista entre ambos, lleva los labios fruncidos y parece estar atenta a demasiadas cosas al mismo tiempo.

— ¿Se encuentra bien, señor Eygray? —cada musculo se tensa cuando caigo en cuenta de que me esta hablando —, luce bastante desmejorado... lo cierto es que hubiéramos preferido a cualquiera de sus hermanos. No son tan mayores para ocupar su lugar si se siente indispuesto.

— Estoy perfecto —digo en voz alta, mi pecho duele cuando mis latidos se aceleran con recelo.

Se supone que soy el remplazo de mis hermanos. Toda la vida me he ocupado ese lugar, pero nunca nadie me lo había dicho tan claro como esta mujer.

— Si usted lo dice, entre al salón con los demás chicos —abre la puerta detrás suya —, iré en un minuto.

El salón está lleno de niños que corren por todos lados como animales que han sido liberados por primera vez. Uno de ellos choca conmigo y levanta la vista para observarme con pavor.

— Disculpe, señor —el chico retira un mechón castaño de su rostro.

— Descuida —me agacho para verlo de cerca.

Una niña bastante parecida al chico, tira del brazo del niño para volverlo hacía ella. Él gime intentando zafársele.

— ¡Danielle! Te he dicho que no te separaras de mí —grita la niña, tirando de la oreja del chico.

— No eres mami, Danezka.

Me alejo mientras estos siguen discutiendo. Un chico rubio los observa con detenimiento mientras agita el pequeño conejo blanco de su pulsera. Me acerco al grupo de personas contemporáneas. Me sonríen dándome la bienvenida.

— Soy María Camila, la abuela de todos estos críos —bromea la chica, se sube de hombros y señala al chico a su lado —, él es Lars.

— Hola, soy Augus.

— ¡Augus Eygray! —recita Lars —, lo sabemos. Siento lo de tu madre, tío.

Asiento sin decir más. María Camila es de la familia Deveraux y Lars de Belacqua. Lars es el hijo mayor de la señora Simona, quien entra y lo mira directamente para asegurarse de que ha mantenido el orden en el lugar. Lars corre intentando controlar a los infantes y no es que él sea muy mayor, debo de llevarle uno o dos años. María Camila por su parte tiene veintiuno, me lo confirma más adelantado cuando tomamos asiento y la señora Belacqua nos da indicaciones para la carrosa.

[...]

Expulsamos el humo tras aguantar la respiración por tres segundos. Winnie sonríe mientras teclea en el celular. Le ha tocado cerrar la heladería, aprovechamos para encerrarnos en el cuarto de la limpieza y fumar unos cigarros mientras le hablo de la raya que pasé a noche con Lyham. La chica se burla.

— Va a todas mis clases este año, siempre esta sentado con Thea —afirma, sumergiendo el celular en el bolsillo trasero —, no entiendo como no ataste los cabos antes.

— Ni idea, ¿cómo podía imaginar que el mundo es tan pequeño? —me subo de hombros —, tu chica y mi chico...

— ¿Disculpa? ¿tu chico? —desgarra un trozo de la etiqueta del producto de limpieza —, chaval, que te han mandado a regar los cactus a ver si florecen... ese tal Lyham no quiere nada con tu bello trasero.

— Podrías decirle que tengo una verga de ochenta centímetros —bromeo.

— No lo creo, tío.

Salimos antes de que alguien se chive. Winnie respira profundo y camina delante con cansancio. Me gustaría poder ayudarla con dinero, pero es tan terca que no aceptaría nada de mí... a veces fantaseo con huir, pero son solo ilusiones que no llevaría a cabo ni loco, no es su caso. Esta chica pretende escapar lo antes posible y no puedo decir que lo comprendo. Sería falso, mis padres siempre fueron buenos con nosotros y mi madre aun rodeada de demasiadas cosas de trabajo, se tomaba el tiempo para sacarnos todos los fines de semanas a por cualquier cosa con la excusa de pasar tiempo juntos.

Recuerdo que cuando todos éramos niños, mi madre nos reunía en la habitación de Noah. Allí nos contaba cuentos de buenas noches y al día siguiente siempre despertábamos en nuestras propias camas, mamá bromeaba diciéndonos que pesábamos un montón, pero lo más probable es que haya sido cosa de papá.

— Pronto será el cumpleaños de Sade —afirma —, son sus diez años...

— Genial —digo, fingiendo restarle importancia.

— Quiero al cine, nunca ha ido a uno y...

— Dilo —me cruzo de brazos, arrugo el entrecejo.

La chica abre la boca, pero no sale nada. Vuelve a buscar las palabras con suma delicadeza, como si tuviera que consultar un diccionario para asegurarse de que está eligiendo las adecuadas.

— Quiero que me prestes dinero, te lo devolveré —agudiza —, lo juro.

Winnie nunca lo hace y aun así siempre termino prestándoselo. Supongo que no soy un niño pijo como Johansson, pero mi madre me ha dejado una buena suma de dinero que no podría gastar ni en tres vidas. Así que lo mejor que puedo hacer en estos momentos es ayudar a las personas que de verdad lo necesitan. La chica solo suele pedirme algunos dólares para cosas necesarias de vez en cuando, pero nunca me pediría el dinero que necesita para huir y eso de cierta forma me molesta. La primera vez que se lo ofrecí me gritó diciéndome que no necesitaba mis sobras.

Nos separamos cada uno tomando la dirección contraria. Winnie rumbo a los suburbios, yo a la zona privada. 

 

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