✔17: Recaídas🌹

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Me levanto, quizás anestesiado por las cosas de la noche anterior, creo que he terminado con Dassia. Vaya, otro intento fallido por tener sexo y da la casualidad que siempre termino por ponerme en vergüenza. Me miro en el espejo, busco rastros de algún cambio en mí: el rosáceo debajo de mis ojos es tan evidente que en realidad me cuestiono si fumé o me coloqué con esa burda de maleantes que llegaron tarde a la fiesta. El cabello golpea de forma pasiva mi frente cada vez que hago algún movimiento, deslizo una mano desde mi frente hasta el principio de mi cuello, sosteniendo todo el pelo, estirándolo en un agarre. No tengo que lamentarme, me digo, todo va a estar bien, repito.

Pero claro, tengo una jodida resistencia al alcohol y una inmunidad para borrar las estupideces que hago bajo sus efectos. Saboreo mis labios buscando vestigios de él, me odio de manera inmediata cuando me doy cuenta que pienso en ese beso, que Lyham ronda mi cabeza desde que he abierto los ojos. Quiero encerrarme y no salir más, porque dudo que sepa cómo actuar cuando lo vea, quizás deba huir a rogarle a Dassia que vuelva conmigo luego de hacerla pasar por un desplante otra vez.

Sumerjo mi cuerpo dentro de la sedosa tela del suéter rojo de cuello alto, me coloco unos pantalones de chándal gris ajustados y mis pantuflas. Mis padres me exigen andar de manera perfecta en casa, pero tengo un taladro dentro de la cabeza, si quiero andar como el puto arcoíris, eso hare. Observo el moretón en mi cuello antes de estirar la tela para cubrirlo. Tengo que preguntarme una y otra vez si ha sido Dassia o Lyham.

Cierro los ojos en busca de respuestas y me asusto, porque solo puedo ver su rostro inclinándose en mi dirección: labios curvados, ojos cerrados y el pelo cubriendo sus cejas azabache, nariz perfectamente moldeada... me atemoriza tener que afrontar esto que crece de una manera perturbadora dentro de mí, opto por silenciarlo, como silencia un criminal a alguien que atenta contra su libertad, me veo obligado a matar lo que sea que cobre vida dentro de mi ser. Observo con depresión mi entrepierna, sacudo la cabeza entendiendo que es algo con lo que debo vivir. Vale, sé que Dassia me va a querer con mis problemas, siempre va a estar ahí para mí. El crujido en mi estómago me invita a salir de la cueva en la que me aflijo con antinaturales pensamientos.

Mientras Felicia me prepara un plato con algunos panes recién horneados, busco jugo en el frigorífico. Al darme la vuelta me encuentro con Lyham suspendido en la isla sonriéndole a su madre sin dejar de mirarme, me tiemblan las manos al imaginar que el servicio cuchichea sobre mis gustos privados, sobre el hecho de que tal vez guste de él.

Se retira cuando Felicia le manda a llevar algo a la cabaña, pasa una mano por su cuello, en un gesto frustrado supongo. Ese ademán me desvanece, quizás soy paranoico o imagino que se burla de que lleve un moretón. Me ven: todos me miran y se ríen. El vaso que he tomado cae al suelo mojando todo a su paso, me disculpo, pero la voz no me sale, solo son gestos de mis labios, Lyham no me puede ver porque se ha perdido, Felicia me observa preocupada. Me percato de que mi rostro esta empapado: lloro, de manera involuntaria antes de caer al suelo a emanar una cascada de vómitos.

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