Prólogo

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2 años antes del atraco a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Monasterio de San Giovanni, Florencia, Italia.

Los monjes estaban encantados con mi presencia en el monasterio, era cierto que no les gustaba mucho que hubiera mujeres. Tatiana no les gusta tanto, lo único que hace es tomar el sol y acostarse con Andrés, yo les estoy haciendo los planos para restaurarles el monasterio.

Martín y Tatiana entran en la celda que he convertido, temporalmente, en mi despacho. Levanto la vista durante unos segundos y vuelvo a centrarme en mi trabajo.

—Regina ¿vos crees que se puede entrar por otro lugar al Banco de España?—Martín me deja un plano del Banco encima de mis planos del monasterio. Empiezo a evaluar con delicadeza cada muro de carga. 

Cojo un rotulador negro y remarco los muros de carga de la parte central del edificio, muros de hormigón armado convierten esa parte del edificio en una fortaleza inexpugnable. Una caja fuerte gigante.

—En vez de querer entrar deberíamos cerrar fisuras, Martín.—Martín sonríe y se lleva los planos consigo, de vuelta a la capilla en la que estamos trabajando. Tatiana lo mira y me dedica una mirada de soslayo. La ignoro. Va a volver a su late motiv.

Tatiana se acerca a mí y se apoya sobre mi mesa de trabajo con las manos sobre su barbilla y los codos sobre mis planos.

—Martín y tú hacéis buena pareja, hay mucha química entre vosotros.—dice burlona y con una sonrisa ladeada.

Si tan solo supiera que es gay y que está enamorado de su novio...

—En la próxima cita doble que organicéis le pediré que sea mi acompañante.

—Sería maravilloso ver a mi cuñada, al fin, casada con el ingeniero de sus sueños.

Cuñada. Es curioso que me llames cuñada, que pienses que Andrés es familia mía cuando, lo único que nos ha unido, ha sido el amor por el lujo, la elegancia y las riquezas. Y el ingeniero de mis sueños, tengo perspectivas mucho más altas, cariño, mínimo un conde o un marqués.

—Sí, cariño, sería maravilloso verme aprisionada por el matrimonio.—sigo concentrada en mis planos y ella, al fin, se va. No me cae bien, tampoco mal, sólo me molesta su presencia.

Me dirijo a nuestra capilla con los planos del monasterio, muchas de mis obras copiadas están ahí y mi maqueta del Banco de España. Andrés está de espaldas junto a otro hombre de más o menos la misma estatura, Martín parece estar contento.

—Hemos encontrado la solución.—dice Andrés, el otro hombre se gira, tiene unas gafas de pasta y barba. Es muy atractivo, aunque se ha quedado pálido al verme. Andrés se gira y me sonríe.—Regina, te presento a mi hermano pequeño...

—¿Ella está enterada del plan?—pregunta el hermano de Andrés con temor.

—Es nuestra arquitecta, su trabajo es espléndido.—me acerco a ellos y Andrés exhala un suspiro.—Y mira que porte, es una diosa terrenal.

—¿Conoces la obra de Jackson Pollock Number 17A?—el hermano de Andrés empieza a asentir con más nerviosismo mientras Andrés y Martín sonríen.—Yo la he robado.

—Es imposible, la obra sigue en el mismo lugar de siempre.

—Está la copia falsificada de la obra.—termina de contar Andrés.—Regina no es solo arquitecta, es restauradora de obras de arte.

—Colocó una copia perfecta de la obra en el mismo lugar.—continúa diciendo Martín mientras termina de apuntar datos y números en la pizarra. —Y todas las pinturas son suyas.

El hermano de Andrés me mira con admiración y deja caer los tubos y carpetas mientras me tiende su mano, la cual estrecho con una sonrisa.

—Volviendo al Banco de España.—interrumpe Martín.—Es la obra de ingeniería civil más brillante desde el canal de Panamá, hay que saberlo.

—Un momento, un momento. Os lo he dicho mil veces, se puede sacar el oro pero, Andrés, no hay ninguna manera de salir vivos del Banco de España.

Andrés se queda callado durante una milésima de segundo y me mira a mí.

—Ahí es donde entraré yo.—empiezo a decir.—Pero primero el oro y después las personas ¿no chicos?

—Minucias.—dice Martín con cierta sorna.

—¿Có-co-como que minucias?—pregunta el hermano de Andrés con miedo.

—Bueno, bueno, ya hablaremos de eso.

Andrés se lleva a su hermano a parte y yo me acerco a Martín, que vuelve a la pizarra.

—¿Quieres oír la nueva ocurrencia de Tatiana?—Martín enarca una ceja y sigue escribiendo.—Dice que estamos enamorados y que tenemos que ir a la próxima cita doble.

—¿No le tiré demasiado los galgos a Andrés?—ambos sonreímos y le doy un golpe cariñoso en el hombro.

Al caer la noche me dirijo a la celda del hermano de Andrés. Me cruzo con algunos monjes que se van a rezar y los saludo con una pequeña reverencia que ellos me devuelven.

Llamo a la puerta y espero apoyada contra el marco de la puerta. El hermano de Andrés me abre la puerta, lleva un pijama de dos piezas de franela blanca con líneas azules. Lleva las gafas y tiene cara de pocos amigos. Ahogo una risa y aprieto los labios.

—¿Ocurre algo, señorita...?

—Luján, pero prefiero que me llames Regina...¿podemos hablar?

—Claro.—el hermano de Andrés se aparta y me deja pasar a su impoluta celda.

—Andrés me contó lo de tu plan, el de la Fábrica de Moneda y Timbre. —el hermano de Andrés me mira estupefacto.—Quiero participar.

—Aún no está terminado.

—Pues por eso quiero ayudarte, seguramente necesites una encargada de calidad o alguien que te ayude con los planos de la fábrica. —el hermano de Andrés se coloca las gafas y empieza a andar por la habitación.—Y sé que ya me habías considerado.

—Por supuesto que sí, cuando Andrés ha mencionado que eras arquitecta...

—Ellos no me necesitan más, puedo marcharme contigo cuando quieras...

—Sergio.—asiento. —Solo Andrés y tú sabréis mi verdadera identidad, estableceré unas normas.

—¿Entonces? ¿Estoy dentro?—Sergio asiente y nos estrechamos la mano. Ahí fue donde empecé a formar parte del atraco más grande de la historia.

Hamilton | LA CASA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora