Lunes 21:00
83 horas de atracoHabía tomado el mando, como era previsto. Berlín estaba tumbado sobre la mesa, con un hilo de sangre recorriendo su sien. Estábamos ante una situación crítica y yo me había encargado de hacer el resumen de toda la situación. Una situación que había escapado de nuestros planes porque no podíamos preverlo todo, porque por mucho que encaucemos un río siempre puede desviarse y acabar en inundación.
Cuelgo el teléfono cuando le paso la llamada de la carpa. Río y Helsinki esperan órdenes. Nunca he sido líder, el puesto me queda grande, pero siempre hay una primera vez. La de Sergio en el mundo del crimen era esta, la primera vez que se cuestiona la autoridad de Andrés... la vida está llena de primeras veces.
—Lleva a Denver con el resto de rehenes.—le ordeno a Helsinki, este asiente y sale de la sala armado con un rifle. Río se acerca a mí y acaricia el dorso de mi mano.
—No estás sola.—afirma Río con un murmuro y una sonrisa. —Puedes contarme cualquier cosa... lo sabes ¿no?
—Llevas repitiéndome eso desde el primer beso, me ha quedado muy claro, Rayo.—la risa de Río es demasiado tierna como para que no se te quede grabada en el cerebro y se reproduzca una y otra vez en tu mente. —Siento ser tan...
—Pero hay que ir a trabajar. —completa él con un tono burlón.
Río y yo nos llevamos a los rehenes de lujo, a excepción de Denver, que nos mira con lástima y los ojos anegados en lágrimas. Cuando llegamos al despacho en el que han estado trabajando les hago pasar.
—A partir de ahora os quiero cerrando sacos a toda máquina.
—¿Y de las mentiras no va a decir nada?—pregunta Arturo con un tono despectivo hacia Río.
—A lo mejor el otro día no te extirpé los huevos, pero hoy sí que lo hago.
—¡Hamilton está ahora al mando, así que todo dios a hacer paquetitos!—anuncia Río antes de cerrar la puerta.
Por primera vez desde que llegamos a la Fábrica no quería ir a mi despacho, en él estaba Helsinki vendando a Andrés y no quería verle. Si hace cinco años me hubiera dicho alguien que no querría ver a uno de mis mejores amigos, seguramente, les respondería que jamás iba a pasar eso. Spoiler: ha pasado.
—Berlín, nos vamos a pique.—Andrés frunce el ceño y levanta la comisura de su labio. Le doy asco, a pesar de que siempre estuvo enterado de que en cualquier momento tomaría el mando. —Así que, lo más importate, es que salgamos vivos de aquí.
Cierro la cortinilla y mi memoria me transporta, de nuevo al monasterio en el que pasé tres de los mejores años de mi vida.
Cinco años antes del atraco a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Monasterio de San Giovanni, Florencia, Italia.
Olía a madera vieja y húmeda. Odiaba ese olor. El monasterio era de piedra, pero seguramente tendría vigas de madera en estado de putrefacción. Martín espera a mi lado, ambos observamos como Andrés vuelve a nosotros con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Regina! ¿No querías restaurar obras de arte?—melodramático extiende sus brazos hacia el monasterio. —¡Voilá!
—Yo pensaba que veníamos a planear atracos, no a restaurar monasterios.
—No sos la única que lo piensa ¿a qué se debe esta elección?—Andrés nos mira a los dos con una sonrisa ladeada y coloca su índice sobre sus labios.
—Voto de silencio ¡Es perfecto!—tenía razón, que los monjes tuvieran voto de silencio era perfecto para planear cualquier cosa en sus narices. No podrían decir nada. —He visto una capilla de la que me he enamorado.
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Hamilton | LA CASA DE PAPEL
FanfictionHamilton es una talentosa artista que, junto al Profesor, ha ido perfeccionando el robo más grande de la historia hasta poder llevarlo a cabo. Ahora llega el momento de llevarlo a cabo junto al equipo. Berlín asume el papel de cabecilla, Moscú es e...