Y mientras Denver gritaba a su chica, yo, curaba al mío. La bala sólo le había rozado, una nimiedad. Podrían haberle matado, ambos lo sabíamos, pero sólo fue un rasguño. Está temblando, aún está acojonado.
—Tranquilízate, apareció un puto policía disparándome—no Tokio, te adelantaste, no cumpliste los tiempos.— ¿qué hubieras hecho tú? ¿Escupirle?
—¡Mira, me cago en mi vida!
—¡¿Pues que vas a hacer, tía, qué vas a hacer?!—aparto a Denver, ya me he cansado de las niñerías de Tokio, todos conocíamos el plan, los tiempos y los parámetros. Si ella quería joderse la vida que lo hiciera, pero que no joda la del resto. —¡Seguir el puto plan, joder! ¡Que lo hemos repasado cuatrocientas millones de veces! ¡Lo hemos dicho, no íbamos a disparar a nadie!
Río me mira con cierto enfado. Él se quiere sacrificar y encima se cabrea conmigo. De puta madre, Río, de puta madre.
—¡Cállate!—grita Denver mientras da un golpe sobre la mesa. —¡Que Hamilton y yo también te cubrimos, pero disparando al suelo, no a los cuerpos a quemarropa!
La puerta se abre y todos miramos a Berlín, les impone demasiado, la sala se ha quedado en silencio, aunque la tensión aún existe. Denver da un golpe en la mesa. Andrés me mira directamente a los ojos, se huele lo que ha pasado, pero necesita mi confirmación.
—Ya se están llevando a los policías heridos.—anuncia con solemnidad. —¿Está conectados los teléfonos?
Río saca el teléfono rojo y lo enchufa a nuestra red analógica. Del sistema de tuberías también se encargó Astrid, se hizo pasar por perito porque, casualmente, habían tenido una fuga. Descubrió que las cañerías de los baños llevaban casi directamente al hangar donde sería el centro de mandos.
—Fuera cualquier señal inalámbrica o de radio.
Todos nos quitamos los pinganillos, Tokio parece más reticente a hacerlo, y se los damos a Berlín. Estamos oficialmente aislados.
—Pasamos a analógico.—al recogerlos todos, Berlín, tira los pinganillos a la pecera y se agacha para mirar a los peces.—Llama al Profesor.
Río descuelga el teléfono. Me intentó explicar el cableado de la máquina que nos ayudaría conectarnos, pero mi cerebro no lograba detener esa información. Demasiado complejo para alguien a la que, la tecnología, no se le da especialmente bien. Berlín coge el teléfono y mira a Río durante un segundo.
—Dos policías heridos.—dice sin dejar de mirar a Río.—Tokio. Conecta las cámaras, Profesor. Rozaron a Río y Tokio disparó...
Berlín deja de mirar a Río para centrar su atención en Tokio.
—Al parecer tienen una relación.—determina Berlín con seguridad. Denver y yo nos miramos, él se está cabreando, se le nota en la vena de la frente. Le detengo. Tal vez sea bueno que piensen que ellos tienen una relación, para así poder proteger la verdadera.
Berlín le tiende el teléfono a Tokio. Denver quiere adelantarse, pero le vuelvo a detener.
—Qué.—responde ella, con la respiración agitada. Río me mira y asiento. Él sigue trabajando, ya tendremos oportunidad de hablar. —Qué coño está diciendo. No. El amor de mi vida murió por mi culpa, así que, en lo último que pienso es en tener una relación con un crío. Disparé para protegerme, a mí y a mi compañero y, señor Profesor, por mucho que lo haya pensado, las cosas no siempre salen como las tiene previstas.
Tokio cuelga el teléfono. Miro a la cámara porque sé en que está pensando, está preocupado por la impulsividad de Tokio. Río sigue trabajando, Berlín, lo sigue mirando con el ceño fruncido, inspeccionando en lo más profundo de su alma. Tokio ha salido de la habitación y, al pasar un rato, dejo de agarrar a Denver y este va a buscarla.
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Hamilton | LA CASA DE PAPEL
FanfictionHamilton es una talentosa artista que, junto al Profesor, ha ido perfeccionando el robo más grande de la historia hasta poder llevarlo a cabo. Ahora llega el momento de llevarlo a cabo junto al equipo. Berlín asume el papel de cabecilla, Moscú es e...