Lunes 19:00
81 horas de atraco
Sólo habían pasado diez minutos- Diez minutos desde que, Andrés, me comentaba que iba a echar a Tokio de la Fábrica, entregándosela a la policía en bandeja de plata, entregando un cabo suelto. No estaba de acuerdo, jodía el plan y, encima, estaba echando a mi mejor amiga de allí ¿me había traicionado? Sí, pero la vehemencia era una de las cualidades de Tokio y la quería como era.
Teníamos que ganar tiempo y, supongo, que salir corriendo y que te persigan era una buena opción o la mejor de las opciones. Ganaba tiempo, nos daba una oportunidad al resto. La noche anterior al atraco salí a ver el cielo estrellado, había dejado a Río durmiendo en mi cama. Vi a Tokio entrar en la habitación de Sergio y, segundos después Andrés estaba a mi lado, bebiendo y brindando a nuestra salud.
¿Por qué has elegido Hamilton, Regina? me preguntó esa noche. No le respondí, me volví a mi habitación y repasé el plan una y otra vez.
Seguiamos imprimiendo dinero, sin pausa. Hacíamos las comprobaciones con rapidez y la eficiencia de los trabajadores había aumentado considerablemente. Sus necesidades estaban suplidas y, nosotros, teníamos nuestro dinero.
—Tokio perdió la cabeza.—miro al frente, estamos todos alrededor de la mesa. Denver a la izquierda de Berlín, Helsinki a su derecha y Río cierra el círculo. —No aguantó y no es fácil, pero no he tenido más remedio que entregarla.
Denver está temblando, ha pasado un buen rato llorando y, su padre, me suplica que termine esta tortura ya, pero no estoy al mando, tengo que acatar órdenes.
—Daos las manos....—ordena Berlín.—por favor, estamos aquí jugandonos la vida.
Helsinki extiende su mano hacia Moscú. Si ahora tuviera que describir a todos mis compañeros, mi opinión cambiaría bastante a la de la primera vez que los vi.
—No hace falta tanto valor para darse las manos.—murmura de nuevo Berlín. Río me tiende su mano y no dudo un solo segundo en dársela, su pulgar acaricia mi dorso y me transmite paz y tranquilidad, le miro de reojo. No sonríe.
Se la tiendo a Denver, que no deja de mirar a la mesa y empieza a negar. No le voy a obligar a que me la dé, pero se la tiendo. Quiero decirle que Tokio está bien, pero le mentiría.
—Cuando se produce una herida,—toca narrativa de Berlín, esto va a ser largo.—las plaquetas se unen para cerrarla. Si no lo hacen, el cuerpo, finalmente, muere. Se ha producido una herida y tenemos que unirnos.
—¿Pero tú que coño estás hablando de plaquetas, eh?—susurra al fin Denver, levantando la vista. Moscú lo mira, alertado e intenta tranquilizarle. —Tú que te crees ahora ¿un predicador? ¿el puto Jesucristo?
—Denver.—le advierten Berlín y su padre.
—¿El líder de una puta secta?—Denver se pone en pie y lanza la silla contra la cafetera. —¿Qué? ¿Vais a viajar al puto espacio con él de la manita?
—Denver, tranquilízate.—le digo, él me mira, le tiembla la barbilla y sus ojos echan chispas.
—¡No me voy a tranquilizar! ¡Que ha mandado a Tokio a la cárcel, no tengas los cojones de pedirme que me tranquilice porque, llegan a echar a Río y tú no estarías ahí tan tranquila!—saco mi pistola y le apunto a la frente, él levanta las manos, pero ambos sabemos que, ahora mismo, le daría igual morir y que yo estaría más jodida que él.
—Hamilton.—me advierte Berlín, mantengo mi arma en alto y no me muevo un solo centímetro. —Baja el arma.
—Siéntate.—le ordeno a Denver, ignorando la orden directa de Berlín. Denver sabe que en cualquier momento tomaré el poder y no me andaré con chiquitas, que si a mi me desobedecen irán a las calderas.
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Hamilton | LA CASA DE PAPEL
FanfictionHamilton es una talentosa artista que, junto al Profesor, ha ido perfeccionando el robo más grande de la historia hasta poder llevarlo a cabo. Ahora llega el momento de llevarlo a cabo junto al equipo. Berlín asume el papel de cabecilla, Moscú es e...