Domingo 19:02
57 horas de atraco.El hangar en el que Sergio ha establecido su puesto de mando pertenece a un tal Rodrigo Fernández Olivos, otra de las identidades de Sergio. Le cree cinco, yo tenía otras cinco, aunque ahora son cuatro. Andrés y Martín también tenían sus propios documentos falsificados, por eso no había rastro de nosotros.
Cuando le conté a Sergio la idea de mi propio funeral se puso pálido, estuvo dos semanas preguntándome si de verdad quería hacerlo, porque tenía que estar muy segura de las consecuencias: no volvería a ver a mis padres, amigos o familia, perdería mi título de arquitecta y mi licencia para firmar edificios o proyectos.
El precio a pagar no era nada comparado con la recompensa. Si había podido falsificar DNIs y pasaportes sin ser detectada, un expediente académico no era nada ¿y mi familia? A penas tenía relación con ellos ¿amigos? Sergio y poco más.
Fingimos el accidente de coche, salió muy bien. A mi funeral asistió más gente de la que esperaba, incluso yo misma asistí, escondida en las sombras y viendo llorar y sufrir a los que una vez me quisieron. Astrid asistió con Sergio a la farsa, fingieron alguna lágrima, pero poco más.
El resto no tenía familia, los serbios se tenían el uno al otro, Moscú tan sólo tenía a Denver y una ahijada que estaba al corriente del plan, pero que finalmente no había entrado. La madre de Tokio murió, su padre nunca estuvo. Río era el único con familia. Río era al que la policía iba a atacar primero.
Seguimos trabajando, a plena potencia. Hemos superado los cuatrocientos millones con creces. Quedan dos mil millones, así que no queda nada. No hago más que recordarlos que el mundo se mueve por el dinero, intento subir el ánimo, no creo que se me de bien, pero algo es algo.
Recuerdo con nostalgia el momento en el que más felices fuimos dentro de ese agujero, cuando Moscú gritó tierra y se formo una fiesta respecto a ello, cuando bajé, porque los rehenes murmuraban ¿qué les pasa? ¿Por qué cantan? Y me uní a ellos presa de la histeria, el brazo de Berlín en mis hombros, el baile y el abrazo de Tokio.
Nos relajamos y fue una cagada del tamaño del puto Vaticano.
Berlín me ha hecho llamar, antes podíamos estar hablando durante horas de arte, de robos o de ciencia y filosofía, ahora simplemente estábamos en silencio. Con el abre cartas entre sus dedos, me mira fijamente con los ojos entrecerrados, pensando en que vamos a hacer con el corderito.
—¿Lo echas de menos?—pregunta cuando deja sobre la mesa el abrecartas.
—¿A Sergio?—me tiembla la voz, me aterra que me pregunte por mi vida personal, para él no es ningún secreto que he tenido relaciones complicadas con los hombres, que no siento la necesidad de estar en una relación.
Él asiente y yo lo hago de vuelta.
—¿A pesar de que sabes que está seduciendo a la inspectora Murillo?
—A pesar de ello.—ahora soy yo la que le reta con la mirada, esperando que intente clavarme un cuchillo directo al corazón, simplemente coge de nuevo el abrecartas y lo sostiene entre sus índices.
—Creo que ha llegado el momento de tener una amigable charla con Alison Parker.
Asiento y voy a por la niña, mientras tanto, Río, estaba entregándose, explicándole que tendrá beneficios penitenciarios y casi lo consigue. Divide et impera. Todos sabíamos que iban a ir a por Río, porque era su familia lo que le hacía débil. Río estaba tan tentado a hacerlo que casi dice sí, pero empieza a recordar todos los años que le van a caer. Ese día me tocó apuntarlo en la pizarra. Setecientos veintitrés años, lo máximo que podía pedirnos el juez eran ciento setenta y tres años.
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Hamilton | LA CASA DE PAPEL
FanfictionHamilton es una talentosa artista que, junto al Profesor, ha ido perfeccionando el robo más grande de la historia hasta poder llevarlo a cabo. Ahora llega el momento de llevarlo a cabo junto al equipo. Berlín asume el papel de cabecilla, Moscú es e...