capítulo tres.

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003: quinque imaginibus.

A l  d í a  s i g u i e n t e

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A l  d í a  s i g u i e n t e.
3:25 am.

La noche era un poco ajetreada, afuera miles de gotas de lluvia caían cada minuto y los truenos y relámpagos estaban presentes. A pesar de esto, Jordan y Grace estaban descansando en la habitación que compartían; aunque la segunda estaba moviéndose un poco incómoda sobre la cama y no era precisamente por una pesadilla, si no por lo que ella veía como un sueño extraño. Muy extraño. Sin lógica alguna.

Diferentes y fugaces imágenes llegaban a su mente y luego desaparecían, para luego regresar en el mismo patrón anterior. Gracias a ello su ceño estaba ligeramente fruncido y aunque quisiera alguna fuerza extraña le impedía despertar. La primera imagen regresó, un martillo con mango rojo se hizo presente y en el fondo se podían escuchar pequeños martillazos sobre una superficie dura. De pronto, desapareció, para dar paso a la siguiente imagen... Una tela de seda roja, parecía la tela perfecta para un hermoso vestido y así cómo vino, se fue. Después el tercer escenario: una gran cantidad de flores, muy bonitas y de diferentes tipos, hacían presencia un par de rosas, orquídeas, margaritas e incluso habían violetas. Pero no duró mucho tiempo. Consiguiente de eso, un destello se hizo presente; uno que pertenecía a unas joyas relucientes. Muy bonitas y parecían ser muy finas. Podrían ser el regalo perfecto y éstas también se fueron para que la última y quinta imagen llegara, la cual era algo muy simple: pequeños trozos de madera.

Y entre sueños, Grace intentaba descifrar todo lo que había visto, pero no podía. Volvió intentar despertar, pero por segunda vez falló. Dejando así que nuevamente aquellas cinco imágenes llegaran a su mente y se repitieran una y otra y otra vez hasta que al fin pudiera abrir sus ojos.

8:54 am.

Esta vez, los rayos de sol o la alarma fueron quienes los despertaron, sino que había sido un trueno. Uno muy sonoro. Abrieron sus ojos casi simultáneamente y Grace se estiró aún acostada mientras que Jordan abrazaba por la cintura a su novia y escondía su cabeza en el pequeño lugar que había entre el hombro y el cuello de la chica.

— Buenos días— saludó el sabueso con voz ronca.

— Buenos días cariño.

La castaña comenzó a dar pequeños masajes en el cabello de Parrish, quien se quedó cómodamente a su lado.

— ¿Cómo has dormido?— la interrogó.

— Creo que bien— contestó ella arrugando un poco su nariz.

— ¿Sin pesadillas esta vez?— volvió a curiosear.

Y ella recordó lo que había visto en sus sueños.

— No— negó— creo que más bien fue un sueño muy extraño.

— ¿Ah sí? Cuéntame.

Los dos se sentaron en la cama y se recostaron en el respaldo que el mueble tenía.

amnisía ; jordan parrish IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora