Capítulo XXVI

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—¿Cuándo volverán? —Preguntó Dustin, algo perdido en el espacio, como si no entendiera lo que la mudanza significaba, para él, sólo era un viaje— ¿A dónde irán?

—Maine.

—Oh, no está tan lejos.

—No, sólo 23 horas.

—Oh...

—Hey... —Llamó su atención Lucas, quien tomó su hombro, un tanto apenado consigo mismo— Lo siento si te dije– bueno, si te hice sentir mal, ya sabes, recientemente.

—Sé que no era tu intención.

—¡Will! Pedazo de grandísimo tonto al que tanto amo —Antes de que pudiera prepararse, ya tenia a la pelirroja entre sus brazos, reteniendo sus lágrimas tanto como podía, como si la fuerza que empleara en el abrazo fuera equivalente a sus ganas de romper en llanto—. Que conste que no te he perdonado por no decirme esto.

—Victor...

—Ahora me llamas por el nombre de un chico —Se separó al instante, continuando su reclamo del modo más dramático que pudo—. Perfecto. Eres de lo peor, Byers, jamás tuve un amigo tan–

—Aquí está Victor.

—Ah —Giró en cuanto antes, dejando que su cabello chocara con su rostro—. Hola, lo estaba guardando para ti.

Los dos chicos rieron tímidamente, sin saber cuál de ellos debía acercarse a despedir al otro, hasta que el más pequeño decidió lanzarse hasta el ojiverde, acurrucando su cabeza en su pecho mientras su cabello era acariciado.

—Gracias por todo.

—Fue un placer —Apenas terminó de hablar, separó al chico, con delicadeza, sin soltar sus hombros—. Oye, quizás siga aquí cuando vuelva.

—Me gustaría que estuvieras aquí cuando vuelvas.

—Podría prometerlo.

—¿Por la garrita?

—Por la garrita.

—Qué par de nenas —Murmuró Max a espaldas de Will, justo antes de abrazarlo una vez más.

—Voy a extrañar que me molestes.

—¿Están listos? —La voz de Joyce interrumpió las risas y abrazos, además del portazo que dio con la cajuela.

La mirada angustiada del menor de los Byers buscó sin disimulo la figura de un chico alto y delgado, más no logró divisar algo.

—Cariño, tenemos que irnos, el viaje será algo largo.

—Sí, ya voy... —Se acercó al vehículo, con los pasos más cortos que pudo dar, tratando de ver por el rabillo de su ojo a sus espaldas, esperando que apareciera por arte de magia, más eso no sucedió, ni siquiera cuando entró al vehículo, con la voz más apagada que antes— Adiós chicos... Los quiero.

El vehículo arrancó, dejándolo sin ganas de mirar atrás, ni siquiera para ver a los amigos que no volvería a ver en mucho tiempo, era tonto, pero no podía evitar sentir un nudo en la garganta que venía acompañado de unas tremendas ganas de llorar. Así, dejó caer la primera lágrima.

—Oye...

—No estoy llorando.

—Soy tu hermano, no fue difícil notar que querías llorar desde que subiste las cosas al camión —Posó una mano en su hombro, apretando un poco, para reconfortarlo, hasta que fue el menor quien se decidió por abrazarlo.

—¡Es Mike!

—Ce, las bromas son para causar gracia, no para dañar a los otros.

—¡No! ¡Es Mike!

Volteó con fastidio, para encontrar al susodicho pedaleando con fuerza detrás del vehículo. Le fue inevitable sonreír, apresurándose a bajar la ventanilla para asomarse y verlo con más claridad. Debido a los gritos de su madre cantando e ignorándolos, no pudo pedirle que frenara.

—¡Lamento llegar tarde! —Pedaleó con más fuerza, la suficiente para llegar a su lado, por más imposible que le pareciera— Sé que no es la primera vez que te fallo, pero sí quiero que sea la última. No he sido el mejor amigo, pero quería que supieras que... ¿Pueden reducir la velocidad?

—Sólo escúpelo.

—Que te amo.

La velocidad de la bicicleta disminuyó, siendo que ya había dicho todo lo que necesitaba, estaba dispuesto a regresar, con su rostro empapado en lágrimas.

—¡Mike! —El mencionado levantó la mirada, con una pequeña sonrisa— ¡Yo también te amo!

Para Will Byers

¿El día de la partida fue difícil? Sí, lo fue, tal como lo tenía previsto. Lo que nadie te enseña es lo que va después de una despedida, ¿Por qué? Porque es la parte de la que nadie quiere hablar, la parte larga y complicada.

Cuando entraste al automóvil, jamás sentí tanto la necesidad de ir tras algo... Tras alguien. Creer que no lograría alcanzarte, me estrujó el pecho por primera vez en mucho tiempo. Ella se apartaba a ese mismo ritmo, y no pude sentir que quería decirle adiós.

La cosa es que, cuando te despides de alguien sin saber cuándo será la próxima vez que lo verás, te sumerge en un nuevo sentimiento de tristeza y esperanza, en el que crees que cualquier día cruzará la puerta y correrá a abrazarte, pero ese día no parece llegar.

Sigo aquí, después de exactamente dos años, sabiendo que no volverás aún, no hago más que preguntarme cómo hubieran sido las cosas si me hubiera dado cuenta antes; estaba con ella, pero siempre fuiste tú.

Quizás no existió día en que dejaran de extrañarse, los sueños recurrentes en los que aparecía el otro, que los hacían despertar con el rostro húmedo, abrazando sus almohadas y maldiciendo internamente.

Definitivamente llegaría el día en que Will pondría un pie en Hawkins una vez más, porque de todo lo que podía dejar atrás, su primer amor no estaba en la lista. Uno siempre vuelve a donde el pasado deja sombras, como una pesadilla sin fin.

Quizás tendría 25 años y un rostro menos infantil, igual que un corte más acorde a su edad y una altura de hombre, preferentemente. Quizás seguiría siendo un niño dulce e ingenuo, aún creyendo que Mike lo estaba esperando como prometió.

De cualquier modo, regresaría, y quizás, por suerte, ambos estarían dispuestos a amar al otro.

𝐘𝐎𝐔 ↬𝐁𝐲𝐥𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora