Primer libro de la Saga Inmortal.
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─ "Su aroma me atraía mas de lo que quería, de lo que podía controlar, su sonrisa inocente me seducía sin pensar, sus ojos tan perdidos en el alcohol y sus labios tan rojizos por los besos... Era el...
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•Gun•
El cielo mayormente nublado cubría la ciudad concurrida de Bangkok, las personas caminaban con prisa a sus destinos mientras que yo seguía sin creer que hace un día me graduara oficialmente de la universidad.
Mi madre siempre fue una mujer organizada, cálida y calculadora en todo el sentido de la palabra, tenía la costumbre de siempre decirnos a mi hermano y a mi:
— "Estudien y preparen se, para que puedan hacer lo que siempre quisieron, que vida solo hay una y algún día hemos de morir..."
Fui criado de esa manera y ahora que había cumplido y superado las exigencias y expectativas de mis progenitores, me tocaba disfrutar de lo que tanto quería.
El sonido de mi celular me saco de la tranquila siesta que ahora estaba teniendo, con mucha pereza estire mi brazo y deslice en contestar antes de poner el aparato en mi oreja sin ver quien era.
— ¿Alo? –ni siquiera traté de disimular mi voz
— ¿De verdad sigues dormido? Y yo que me quejaba de Mew y de Plan –la voz burlona de Saint se escuchó a través del aparato
— ¡Oh perdón señor perfección!
— No te confundas, ese es tu amigo Krist
— ¡Hey! No metas a Krist en esto, sabes bien que él no tiene la culpa de ser así, son sus padres quienes lo obligan — bufé molesto mientras que poco a poco el sueño se iba de mi ser
— Ya, ya, perdón. De todas maneras, te hablaba para invitarte a tomar esta noche, Mew se casa en Francia en dos días y mañana sale su vuelo, ¿Vendrás?
— Por supuesto que iré, no me lo perdería por nada
— ¡Perfecto! Te veremos en el club Orquídeas Rojas a las 8 ¡Bye! –y con esto Saint colgó la llamada
Deje el móvil en la mesa de noche al lado de mi cama, me estire y solté un bostezo para después levantarme e irme a la ducha, no sabía que hora era, pero tampoco me importaba demasiado.
Abrí la llave y dejé que el agua cayera mientras me quitaba la ropa que traía puesta. Una vez listo, me metí bajo el chorro de agua y deje que esta me despertara completamente.
En menos de veinte minutos, ya me encontraba con una toalla en la cintura, con mi cabello mojado y parado frente al armario, decidiendo el atuendo que iba a usar.
Al final, opte por una playera negra, unos pantalones de mezclilla, una chaqueta de cuero y zapatos del mismo color.
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