CAP 8: Pesadillas

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POV ASTRID

No llevaba andando ni dos minutos, cuando oí un ruido extraño a mis espaldas que parecía que se acercaba a gran velocidad. Cuando giré mi cabeza para ver que era, solo me dio tiempo para apreciar una mancha negra antes de que me levantase por los aires. Por supuesto que era el furia nocturna del enmascarado. Le pedí que me bajase y cuando me di cuenta de mis palabras y su respuesta no necesité nada más para recordar ese suceso que ya llevaba mucho tiempo intentando olvidar. Suelo afrontar mis dudas y miedos de frente para eliminarlas lo antes posible, y nunca me gustaba mostrar debilidades precisamente porque me enfrentaba a ellas, por lo que no tenía demasiadas y sólo mi padre sabía algunas de ellas. Pero era consciente de que esa misma actitud causaba que cuando aparecía un miedo de verdad me afectaba bastante. No me di cuenta de cómo, pero en un instante pasé de las patas del dragón a su lomo, justo detrás de su piloto, e inconscientemente me aferré a él, en ese momento no pensaba nada de lo que hacía, como he dicho, cuando me enfrentaba a uno de esos miedos, era incapaz de pensar de forma coherente, incluso la voz del chico, que se encontraba a centímetros de distancia, parecía venir desde la lejanía. Sólo pude entender que me estaba intentando tranquilizar, pero sólo continué aferrándome a él, a no ser que se tirase él del dragón (cosa ilógica pero que rezaba a los dioses para que no ocurriese) yo tampoco caería.

Sólo fui capaz de volver en mí cuando noté el suelo bajo mis pies y cuando analicé todo lo único que hice fue echárselo en cara. Y para colmo él comenzó a burlarse, lo que aumentó mi rabia. Estaba tan cegada que por primera vez en mi vida no me fijé en lo que me rodeaba, menos mal que no esos dragones no parecían tener intención de atacarme porque de lo contrario habría sido mi último despiste y mi último todo.

No me sorprendió que llevase el casco para ocultar su identidad, pero sí lo hizo su nombre. Se le había dado por muerto prácticamente desde que se confirmó su desaparición ya que las zonas abandonadas por el hombre se basaban en la ley del más fuerte, y no pensaron que ese chico que al parecer aprobaba educación física a duras penas, pudiese sobrevivir frente a todo tipo de animales y retos, pero resulta que lo tenía en frente. Desde el principio tenía un extraño sentimiento de confianza con él (cosa que nunca me había pasado), pero ahora que además sabía algo sobre él, me permití aceptar mejor esa confianza; además, me pareció un trato justo el pagar la información con más información, aunque a veces sean respuestas difíciles de decir. No puse ninguna objeción cuando me ofreció pasar allí la noche porque era tarde y sinceramente, ahora mismo no tenía ánimos de volver ya que no quería cruzarme con ningún compañero, en especial Patán, para que me viese con esta expresión, porque sabía que cualquiera notaría en mi cara que no tenía mi habitual barrera al cien por cien, aún estaba algo descolocada por el maravilloso vuelo (nótese el sarcasmo). Mientras cenaba algo de fruta que me había dado Hipo, él me contó algunas cosas más que podrían ser útiles contra Drago, pero no merece la pena que os las explique, eran minucias. Me dormí mientras intentaba desviar la atención de mi mente del recuerdo del salto en paracaídas pensando en lo cómoda que era la tienda en la que Hipo me había dejado descansar. La verdad es que con lo poco que había visto, parecía que habían montado un buen campamento a las afueras de la Colonia para estudiarnos y me parecía inaceptable que estando tan cerca, los pequeños grupos que salían a vigilar los alrededores de vez en cuando no los hubiesen visto. Desde luego, eso también era algo a mejorar si queríamos saber cuando se acercase Drago. Pensando en todo esto, conseguí mi objetivo y caí en los brazos de Morfeo.

Por supuesto, como siempre que recordaba algo así, no dormí del tirón. Un pesadilla que en realidad solo era recordar algo que había vivido exactamente como lo veía en el sueño, hizo que me despertara de golpe, sudando, con el pulso a mil y soltando un grito de forma involuntaria, a lo que le añadí otro grito maldiciendo para soltar algo de toda la frustración que tenía en ese momento por no ser capaz de vencer al pasado. Me abracé a mí misma queriendo encogerme al punto de desaparecer, y no deshice el ovillo en el que me había convertido ni cuando alguien entró a la tienda ya que también podía suponer quién era. Se acercó al montón de mantas que me servía de cama y se sentó a mi lado, ahí confirmé que se trataba de Hipo, quien se limitó a abrazarme mientras me frotaba suavemente la espalda y hacía sonidos al lado de mi oído que me provocaron escalofríos, pero que eran verdaderamente reconfortantes. Cuando empecé a respirar mejor de nuevo, cambió los sonidos por palabras:

-Tranquila, estás a salvo, estás en tierra firme - empezó, siendo más que obvio el motivo de mi desvelo - y a partir de ahora, que sepas que es imposible que corras peligro en el aire mientras yo esté aquí. Respira hondo. Inspira... Expira... - indicaba mientras él mismo lo hacía. Gracias a todo eso terminé de tranquilizarme. Y así, sintiéndome segura como no me sentía desde hace mucho y sin saber que eso era lo que necesitaba, me quedé dormida de nuevo. ¿Lo más curioso? Que la persona que me había tratado sabiendo lo que me hacía falta cuando ni siquiera yo sabía lo que necesitaba, era un desconocido.

POV HIPO

No estaba seguro de si había llegado siquiera a dormirme del todo cuando oí un grito desde dentro de mi tienda, de una forma u otra, solo sé que no lo dudé un instante, me levanté y entré rápida pero silenciosamente para ver si Astrid estaba bien. Me podía imaginar el motivo, así que fui a comprobarlo y al ver que no podía ser otra cosa, me acerqué a ella, que estaba hecha un ovillo, no servía intentar desaparecer; a no ser que seas mago, no puedes (lo tengo comprobado por experiencia) y estaba bastante seguro de que ella no lo era. Aunque seguía encogida, pude ver su cara un momento, y eso junto con los gestos involuntarios del resto de su cuerpo, mostraban una persona rota. Por lo poco que conocía de ella, diría que su problema ha sido no soltarlo, no contárselo a nadie; todo el rato que la observé en la Colonia, y por cómo ha contado la prueba para convertirse en Teniente, se ha bloqueado a todos los demás para mostrar fuerza. Parece que le ha salido demasiado caro el rango. Al igual que las veces anteriores, al verla sufrir tanto sentí la necesidad de ayudarla como fuese, de convertirme en su punto de apoyo. Pensándolo bien, quizás fue porque me acordé de todos mis años en Alaska, a pesar de que en casi todas partes me trataban bastante mal, no decía nada y procuraba mostrar una actitud indiferente, ya que mi padre llevaba toda mi vida insistiendo en que debía ser fuerte (lo que para él significaba no quejarse de nada, no importaba lo mal que me tratasen). Así que, por otro motivo, pero yo pasé lo mismo y sabía que algo de compañía podía ser de mucha ayuda, sabía que si te guardabas para ti mismo tus problemas para que los demás no los conociesen, todo lo que te atormenta acaba explotando en la soledad, y la magnitud de la explosión era muy grande, justo como lo que estaba viendo frente a mí. De hecho, llevaba mucho aguantando si aún habiendo entrado yo, no la ha importado lo más mínimo. La había visto en la reunión, después de dos años conociendo y observando a muchísima gente de todo tipo, sabía que esa no era ella. Puede que no la conociese, pero su postura, sus gestos, toda ella desprendía confianza, seguridad y firmeza cuando estaba delante de todos, sabía que esa era su habitual forma de ser y en el fondo, su verdadera forma de ser, así que me sentí bastante mal al darme cuenta de que yo había abierto la puerta para que sus pesadillas apareciesen, pero estaba todavía más molesto con quienes fuesen los que habían creado esas mismas pesadillas.

Aunque suene raro, me sentí bien reconfortándola, ayudándola a pasar el mal trago del recuerdo. Poco a poco logré que se tranquilizase (por desgracia parecía que se estaba volviendo habitual en menos de un día de conocernos), así que cuando empezó respirar tan pausadamente que pensé que había conseguido que se durmiese de nuevo, solté el abrazo en el que seguíamos y me estaba levantando para dejarla privacidad cuando noté una mano que sujetó mi brazo, volteé y me encontré con unos ojos que brillaban por los restos de algunas lágrimas y cuya dueña me pidió en un susurro que oí de milagro que no la dejase sola, que me quedase a su lado y eso hice, me tumbé ahí con ella y me dispuse a descansar lo poco que quedase de noche dándole el mayor espacio posible, pero asegurándome de que notase que estaba con ella.

Me levanté con los primeros rayos de sol. La situación era un tanto vergonzosa, ya que Astrid se había girado, quedando orientada hacia mí y se había abrazado a mi torso. Con cuidado me separé, salí de la "cama" y la dejé que descansase un rato más mientras yo hacía algunas cosas, empezando con una charla que tenía pendiente con cierta pelinegra. También agradecía enormemente no haber despertado a Astrid, porque la situación hubiese sido mucho más incómoda estando los dos despiertos. No pensaba contarle nunca a nadie cómo había despertado.

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Aquí os dejo el último capítulo del año. Espero que os esté gustando la historia, cualquier sugerencia o crítica (siempre que sea con buena intención) son bienvenidas.

Espero que paséis un buen fin de año y que el año que viene sea mejor aún.

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