CAP 2: Hora de aventuras

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En el capítulo anterior había una referencia a Endgame la cual nadie ha mencionado, pero de nuevo os animo a que las busquéis y las comentéis ya sea por privado o en los comentarios. Nada más que decir, espero que disfrutéis del capítulo.

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POV HIPO

Un año, eso es lo que duró mi estancia "provisional" en el pueblo de los Berserkers. Desde el momento en el que decidí que no iba a quedarme solo unos días, opté por modificar la casa que me habían dejado para hacerla algo más amplia y cómoda, tampoco necesitaba mucho más. También me dediqué a ayudar al mecánico que había, pues cada uno ahí aportaba al pueblo lo que supiese hacer, de esa forma conseguían todo lo que necesitaban sin pagar como tal, se podría decir que practicaban una especie de trueque o algo parecido, y por supuesto la mecánica fue mi aportación. Además, así pude seguir trabajando en mi moto para algunos cambios que deseaba hacer pero no podía con los recursos limitados que tenía en la Colonia. Heather se convirtió en mi confidente, después de un tiempo la conté el motivo de mi huida, sabía que podía contar con su silencio y yo también necesitaba contárselo a alguien para poder desahogarme un poco, ella me insistió en que no era necesario y eso me dio aún más confianza para saber que no se lo contaría a nadie; a cambio (aunque yo no lo hice para que ella me contase algo como compensación), me explicó que tenía un hermano mayor que se había marchado aproximadamente un año antes de que yo llegase porque al parecer se sentía atrapado en el pueblo y aseguraba que su vida tenía un papel mayor que quedarse en un lugar perdido del mundo. Por último, están los gemelos Brutacio y Brutilda, hermano y hermana respectivamente, que estaban locos (de hecho a veces diría que en la gestación cada uno se quedó con una mitad de un solo cerebro), pero después de todo eran unas personas asombrosas, que te pueden hacer reír en cualquier momento, que al igual que Heather puedes contar con ellos (aunque no para secretos porque son de lengua suelta) y que tenían momentos de lucidez increíbles. Cuando decidí que era momento de marchar, tanto los gemelos como Heather decidieron unirse a mi viaje, y Oswald muy a su pesar por la marcha de su hija menor, lo aprobó y en privado me confió la seguridad de lo más importante de su vida, su hija.

Como he dicho, aproximadamente un año después de mi llegada al pueblo, marchaba, con un objetivo más claro para mi travesía que no fuese solo huir, y con excelentes compañeros de viaje,. Emprendimos la marcha en coche, esta vez hacia el este en busca del océano Atlántico. Si os preguntáis que hice con mi preciada moto, podéis desechar la idea de que la dejase, eso jamás iba a entrar en mis planes. Con la tecnología que había aprendido a utilizar, logré que se pudiese convertir en una pequeña barra que llevaba sujeta al cinturón (al parecer no era el primero en tener esa idea, pero si el primero en ejecutarla en la vida real, al menos que yo supiese).

Tras unas semanas de viaje parando en otros pueblos con un reducido número de habitantes sin nada destacable, llegamos a la costa, donde encontramos una ciudad considerablemente mayor a lo que habíamos descubierto hasta ahora. Tras unos días descansando ahí, nos enteramos de que la ciudad creía en algunos mitos, y por ello en ese momento gobernaban la ciudad cuatro hermanos, de los que la menor de ella no pasaría de los 13 o 14 años pero que al parecer estaban haciendo un gran trabajo, y resultó que tenían una relación comercial con una ciudad que se encontraba al otro lado del Atlántico, y nosotros, que no habíamos pensado que hacer después de llegar a la costa, preguntamos si podríamos subir en el siguiente barco para llegar a lo que antes era Europa; por suerte nos lo permitieron y fuimos en el para ellos mítico barco (o eso nos aseguraron en varias ocasiones) llamado "El viajero del Alba", que en honor a la verdad debo decir que era un barco verdaderamente asombroso y con una tripulación un tanto peculiar que se encontraba bajo el mando de un chico al que se referían como Príncipe.

Llegamos al sur de Noruega, que era donde se encontraba la ciudad con la que trataban. Nosotros, después de agradecerles el viaje, reanudamos con tranquilidad el viaje hacia el norte para ir luego a conocer todo Europa por tierra, aunque no esperábamos ni mucho menos todo lo que nos íbamos a encontrar en esa travesía a la que íbamos sin expectativas pero con emoción.

POV ASTRID

Amo mi trabajo, lo digo en serio, pero tras un largo período de paz, como es obvio el ejército tiene pocas cosas que hacer, por lo que nos dedicamos a entrenar y mantenernos en forma. Os voy a contar un poco mi situación para que entendáis mejor mi escaso ánimo en estos momentos: como dije, me apasiona lo que a estrategia militar se refiere, por lo que me empecé a preparar para ello, y cuando decido hacer algo doy todo lo que puedo de mí misma, y es por eso que obviamente conseguí acceder al ejército y en poco tiempo conseguí un rango considerablemente alto en el ejército. De hecho, soy la persona más joven en alcanzar el rango de Teniente (el récord estaba en 30 años y yo lo he reducido a 20). Gracias a esto tengo acceso a los planos de toda la colonia y me confían el trabajo de estudiarlos en busca de algún posible fallo o cualquier posible sugerencia que pueda ser útil para nuestra defensa.

No conseguí nada sin esfuerzo, así que muchas de las horas que teníamos libres yo las empleaba para seguir entrenando, sobre todo disfrutaba practicar con un hacha que me había entregado mi padre años antes, ya que las armas más avanzadas prácticamente no se fabricaban ni siquiera para defensa con el fin de que absolutamente nadie les diese otro uso más trágico, por lo que si hubiese una guerra, sería igual que las de cientos de años antes de la Catástrofe, cuerpo a cuerpo o como mucho con arcos (al menos eso pensaba). Ese esfuerzo conllevó que no me relacionase con prácticamente ningún compañero, muchos de los cuales además me miraban con desconfianza o envidia por mi alto rango a tan temprana edad. Así que a mis 22 años era una chica que vivía para su trabajo y sin muchos amigos, en realidad el único amigo de verdad que tenía era Patapez, un chico de mi edad, grande y que le apasionaba estudiar todo, por lo que soportaba cuando me ponía a hablar de estrategia como si estuviese yo sola, de hecho no solo las soportaba, si no que las seguía. Se encontraba en mi pelotón y tampoco tenía más amigos, lo que me daba pena porque era una persona asombrosa que a diferencia de mí, sí que desearía tener más amigos. La vida es injusta, pues gente como yo, pero sobretodo Patapez éramos vistos como "raros" por querer aprender cosas mientras que cabezas de carnero como Patán, otro chico de mi pelotón que por desgracia era mi segundo al mando y cuyo padre era uno de los jefes del ejército, tenía a todo un séquito detrás suyo tanto por posibles favores que él pudiese dar como por su actitud de descerebrado que resulta que está bien vista aquí.

Así que sí, mi día a día es trabajar y entrenar (que en realidad sigue siendo mi trabajo, pero también lo hago en mi tiempo libre) y de vez en cuando salgo a dar una vuelta con Patapez para relajarme en la medida de lo posible. No es que me encantase, pero una noche de fiesta llegaba a ser divertida, sobretodo cuando Patán intentaba ligar conmigo (cosa que hacía horriblemente) y como siempre, acababa conmigo humillándole un poco como pequeña venganza por el trato que le daba a Patapez, al cual trataba demasiado mal en algunas ocasiones, a mi no me importaba, al fin y al cabo estaba acostumbrada, pero no aceptaba que atacase a Patapez, que es más inseguro consigo mismo y le afectan los comentarios de la gente, Además, yo no tenía planeado tener ningún tipo de relación sentimental, no por ahora, y mucho menos con Patán.

En fin, una vida apasionante (nótese el sarcasmo).

POV HIPO

Nuestra primera sorpresa fue un pequeño pueblo. Puede que penséis que eso no era nada nuevo teniendo en cuenta como fue nuestro trayecto en América, pero por eso nos impactó aún más. La gente era completamente diferente, todos llevaban unas armaduras que debían pesar más que ellos mismos (y en algunos casos eso era mucho decir), y el líder de esa gente, un tal Alvin, nos explicó que en esa zona existía una leyenda desde antes incluso del Cataclismo que hablaba de criaturas míticas cuya existencia parecía una locura, aunque hay que recalcar que el tiempo del verbo es pasado, porque... bueno, descubridlo vosotros mismos.

La CatástrofeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora