Cashing Fire

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Hace un día horrible.

Bueno, es un día horrible.

Los finales se acercan, lo que significa que la rutina se ha transformado en un mono-tema de estudio, trabajos y presentaciones. La vida social se ha reducido a conversaciones durante el patio y, si alguna de sus amigas la acompaña a la biblioteca, durante dicho camino. Ni tan siquiera recuerda la última vez que ha visto un video en YouTube por gusto y no porqué su profesora de historia se lo ha enviado.

Nora mira, una vez más, por la venta, suplicando que las nubes grises que atormentan el cielo de Madrid esperaren a descargar una vez que ella llegue a casa. No tiene paraguas, se lo ha dejado en el otro bolso.

Devuelve la mirada a los apuntes, donde las letras bailan por la página después de estar tantas horas mirándolas. "Esto es un sufrimiento", piensa Nora. Cada pocos minutos se mueve en la silla, y el móvil está muy cerca, lo que le recuerda lo mucho que lo está mirando. ¿Vale la pena seguir aquí cuando podría estar haciendo los mismo —nada— en su casa, en pijama? La respuesta llega a la mente de Nora tan rápido como ella empieza a recoger todo su material de estudio esparcido por una mesa. Ella era de las que necesitan mucho sitio porque lleva muchas cosas.

Se deshace el moño y se mira en el reflejo de una de las ventanas. Tiene el pelo horrible. Otra cosa que añadir a la lista de todo lo que está empezando a odiar del día.

Se envuelve en el abrigo y en la bufando, suplicando una vez más que, por favor, la tormenta aguante un poco más.

Pero no lo hace.

Nada más salir del recinto, leves gotitas de agua empiezan a oscurecer el suelo.

—Genial —balbucea Nora.

Está tan cansada que la idea de correr hacia la parada de bus, a más de diez minutos de la escuela, le parece un esfuerzo digno de un deportista de élite, pero el frío que empieza a azotar la hace estremecerse, así que apresura el paso lo máximo que sus piernas son capaces.

La lluvia se enfurece por minutos.

La chica suelta un fuerte suspiro cuando llega a la parada de bus, sintiendo que le falta el aliento.

Para tratar de calmarse un poco vuelve a recogerse el pelo en un moño. A este punto le da absolutamente igual la imagen que pueda tener, solo quiere que el día acabe de una vez por todas.

Pese a que esta es una parada de bus con techo, este no sirve de mucho cuando el aire se mueve por donde quiere, arrastrando con él la fría lluvia de diciembre. Las luces de la calle se encienden y el cielo es completamente negro. Nora mira su móvil una vez más. Mira la hora y suelta un bufido cuando se da cuenta que el bus no ha pasado a su hora. ¿Por qué cuando el transporte público tiene que funcionar mejor, es cuando va peor? Ni tan siquiera puede sentarse en el banquillo de la parada porque este está mojado.

No es hasta que pasan otros diez minutos que Nora se plantea, seriamente, abordar un plan B.

Erik no está en casa, por lo que no puede ir a buscarla. No cree llevar suficiente para pagarse un taxi y el monedero grande, con las tarjetas y demás, está, por supuesto, en el otro bolso junto a su precioso paraguas. Tampoco tiene a nadie a quien pueda llamar y pedirle un favor gigantesco como lo es venir a buscarla para rescatarla de esta situación de frío y desesperación. Parece ser que solo le quedan dos opciones, o esperarse en este mismo sitio en condiciones precarias, o ir caminando a casa.

Suelta un gruñido de la frustración.

Se promete que se va a esperar un poco más, quizá esperando que pase el bus o que la lluvia disminuya un poco. Pero eso no sucede en los quince minutos que espera, sino que solo consigue estar más mojada y tiritar con más fuerza.

Pequeñas Historias y Pequeños momentos (SKAM España)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora