Reencuentro

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Una pandemia mundial, la selectividad, un verano con sabor a poco y unos 1720 kilómetros de distancia.

Ya no recuerdo el olor del césped en el que nos sentamos por última vez. Tampoco recuerdo el latido de su corazón cuando me abrazabas con fuerza contra él, tratando de apaciguar cualquier pensamiento que acechara mi cabeza. Su risa es un sonido que ha pasado de ser un sonido que reconocería entre multitudes a una vaga suposición que deseo que nunca se desvanezca del todo. Sé qué el color de sus ojos sigue siendo del mismo ámbar cálido que me miraron por primera vez hace ya una eternidad gracias a unas fotos que he sido incapaz de borrar de la galería, porque una parte de mí es incapaz de dejarle ir. Al menos no del todo. Y son esas fotos las que me hacen preguntar si sus hoyuelos siguen apareciendo en el mismo sitio cuando sonríe, o si se esconden porque eso era demasiado de niño. ¿Y seguirá utilizando el mismo perfume, o lo habrá cambiado porque allí no hay? ¿Seguirá conduciendo una moto o se habrá cambiado a coche porque con el tiempo que siempre suele hacer es más práctico? ¿Le seguirá gustando más el café o habrá cambiado al té?

Suelto un suspiro mientras miro —otra vez— el grupo de WhatsApp. Él ha visto el mensaje, pero no ha dicho nada. Tampoco es que tuviera muchas esperanzas puestas, entre que nunca coge el teléfono y que pocas veces habla por el grupo, la mayoría de veces tenemos que suponer cuáles serán sus siguientes planes.

Miro el pintalabios que tengo en el tocador. Sonrío levemente. Me lo compré justamente la semana de la cuarentena porque pensé que sería una manera simple y material de animarme. Y ahora tendré que llevar mascarilla por no sé cuánto tiempo. Ahora me fijo en la mascarilla que tengo al lado, el interior manchado de rojos. Sonrío más ampliamente. No que llevar mascarilla me impida sacar esa parte de mí.

Hemos quedado en Callao, allí nos reuniremos todos —¡por primera vez!— para ponernos al día después de esta locura de semanas, y también intentaremos convencer a Viri que el aplazamiento del viaje de Mallorca al año que viene no tendrá ningún efecto ni en la diversión ni en las amistades. Cómo si pudiésemos alejarnos los unos de los otros, al menos bajo mi punto de vista, ellos son familia.

No puedo dejar de mover el pie, ni tamborilear con los dedos, durante todo el trayecto en metro. ¿Es posible echar de menos el metro de Madrid? Aunque claro, si algo he aprendido de todos estos meses es que es posible echar de menos muchas cosas, desde las más importantes a las más insignificantes.

El móvil vibra en el bolsillo del mono que llevo. Aún me parece surrealista que la última vez que salí con tanta libertad a la calle llevase abrigo y ahora simplemente un mono floral amarillo porque estamos en plena ola de calor. Vaya locura de año.

No lo miro, me tiemblan demasiado las manos como para asegurar que no se me caiga, y la verdad es que perder o que se me rompa ahora el móvil me parece de los menos apropiado, así que solo espero que sean mensajes de "ya he llegado" porque no me apetece quemarme la primera vez que salgo de casa en casi cuatro meses. Aunque de algo sí estoy segura, y es que Eva no ha sido quién ha enviado ese mensaje.

Cierro los ojos cuando siento el sol en la cara nada más subir las escaleras del metro. Jamás voy a volver a dar por sentado la sensación del sol, o la de ver a mis amigos a la lejanía saludándome a pleno pulmón. Hay algo en mí que resplandece con vida propia, y agradezco haberme puesto máscara waterproof porque siento ya las lágrimas asomarse. No puedo evitar mi reacción, y que me perdone Fernando Simón, pero corro hacia mis amigos para lanzarme en un abrazo enorme que espero que pueda compensar todo este tiempo sin vernos.

Amira, Cris, Viri, Hugo, Dilan, Lucas... A la lejanía también veo a Jorge, Inés y Eva acercarse. Todo estamos aquí. Juntos.

Nos rodeamos en abrazos, chillidos, algún que otro sollozo, y miles de palabras que se tropiezan las unas con las otras porque aun haber estado hablando por grupos y video-llamadas, nada se puede comparar a esto.

Pequeñas Historias y Pequeños momentos (SKAM España)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora