Milagros

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-¿En verdad no hay problema si estoy aquí?-

-Le pedí permiso al dueño desde hace tres días- Tanjirou le sirvió un poco más de té a Mui- no sabía si aceptarías venir pero preferí avisar aunque no te convenciera-

-Eres muy consciente- sonrió, mirando su plato ya vacío y la fuente con frutas y galletas cubiertas de azúcar y canela- ¿Puedo llevarme unas cuantas para darle a Yui?-

-Claro- Tanjirou no pudo pasar por alto la sonrisa sincera que había adornado el rostro de Muichirou desde que se sentaron a la mesa.

-¿Tu hermana se ha ido?- 

-Creo que sí- le pesaron los párpados al apartarse de sus labios al volver a la conversación, quería mirarlo un poco más, quería bañarlo de azúcar y canela si con eso lo hacía sonreír un poco más. Mui se rió bajito al llenarse la boca por completo con las galletas, haciéndole reír a él también, imitándolo. Se rió un poco más alto inclinándose para empujarle otra galleta, viéndolo tragar con dificultad. Le mordió los dedos en venganza y el muchacho volvió a reírse hasta que Tanjirou le besó la palma, acomodándola en su mejilla-¿Estás satisfecho? ¿Quieres tomar un baño conmigo?- Mui asintió, lamiéndose los restos del azúcar. Tanjirou besó su mano guiándolo a su habitación- Si quieres puedes ponerte la bata aquí mientras voy a preparar el baño, está al fondo a la derecha alcánzame cuando estés listo- asintió y le dio una última sonrisa antes de correr la puerta.

 Mui se permitió mirar la habitación. Era pequeña y estaba en orden. Su ropa de dormir doblada junto al futón y el perchero en el cual estaba otro traje. Negro, al pasar sus dedos por él notó que la tela era muy gruesa, seguro para enfrentar el frío de la montaña. Abrió el clóset, notando el cepillo de cabello y un pequeño espejo, se miró. Sus mejillas estaban rosas por haberse reído y tenía algo de canela en la nariz. Buscó en un cajón alguna bata de baño desanudando su abrigo. Un brillo azul metálico le llamó la atención al fondo. Una larga funda. Sin duda era una espada. Sonrió, terminando de desnudarse y cubriéndose con la bata, saliendo al pasillo. Se encontró a Tanjirou en la puerta y éste le pidió que entrara primero. Dejó la bata en el suelo entrando a la bañera de madera suspirando de gusto al tacto del agua caliente. Tanjirou no tardó en entrar, sentándose frente a él pero Mui se movió con suavidad para no hacer caer agua, acomodándose en su regazo pegando su espalda a su pecho. El otro se rió besando su mejilla. El tacto de su piel mojada y el calor del agua lo estaban adormeciendo. Mui tenía esa extraña cualidad de canción de cuna, de remanso en el campo. Veía su cabello flotar en el agua, recogió un poco para mojar su coronilla. Lo escuchó reírse otra vez y de nuevo el silencio, sus dedos recorriendo sus brazos, se alejó de nuevo al otro extremo de la bañera mirándolo fijamente. 

-Tienes muchas cicatrices- alargó su mano rozando en su pecho el ramillete de la piel cicatrizada, con la cabeza recargada en su rodilla- y tienes una espada guardada ¿Eres un samurai deshonrado?-

-No- sonrió suavemente, ahora él acomodándose contra su pecho dejando que Mui lo abrazara contra él, acariciando sus brazos- es difícil explicarlo y quizá te parezca increíble. Mi hermana y yo perdimos al resto de nuestra familia debido al ataque de un demonio y fue gracias a la intervención de un cazador de demonios que ella y yo sobrevivimos. Ellos forman una asociación más o menos grande, al parecer los demonios existen en una cantidad mucho mayor a la que pudiera suponerse, existen en cada rincón y no temen destruir todo su a paso. Son seres muy crueles y sumamente poderosos, por eso su caza requiere de un entrenamiento especial y bastante extenuante. He tenido la fortuna de conocer gente maravillosa gracias a mi oficio y es gratificante saber que al menos podemos hacer un poco por frenar todo el dolor que ellos producen. Sin embargo no estamos reconocidos ante el gobierno y bueno, no toda la gente cree en la existencia de los demonios así que es difícil movernos libremente. Mi hermana y yo preferimos ir encubiertos en nuestras misiones, no es que me gusten las mentiras-

Manzanas de plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora