Día

88 11 2
                                    

La luz entraba por las escasas aberturas, hacía líneas delgadas como cabellos en el suelo, rendidas antes de tocarlos, más una amable ofrenda que una amenaza. Muichirou suspiró, despegándose más contra la piel desnuda de Yuichirou al comenzar a escapar de la modorra. 

-¿Te acuerdas cómo te gustaba sentarte en las piernas de papá cuando eras niño? Todo el tiempo lo perseguías, parecías un patito siempre atrás de él esperando que te cargara y te sentara en sus piernas- besó sus cabellos, riendo- siempre has sido un niño mimado-

-Últimamente pienso mucho en ellos- un mechón de su cabello se quedó entre sus labios y él lo comenzó a chupar, acomodando su cabeza en el cuello de Yuichirou, levantando apenas las caderas para quedar sentado en su regazo- pensé que podrían estar orgullosos por las personas que nos habíamos convertido. Tú eres un increíble espadachín, te esfuerzas por proteger a los demás y te has vuelto tan guapo, seguro darías descendientes con mucho porte a nuestro apellido. Yo me sentía en calma porque pude escapar de Muzan, porque he contenido mis propios instintos y estaba seguro que podía tener una pacífica pero amorosa vida con Tanjirou, incluso podríamos haber adoptado a un par de huérfanos y les habríamos dado una buena vida-



-¿Por qué lo dices como si fuera imposible ahora?- besó su hombro, pasando sus dedos por la columna vertebral del otro, sintiendo sus vellitos despertarse como pasto al tacto, buscándole.

-Acabamos de hacer algo horrible- jadeó, doblando las piernas, rodeando sus hombros.

-¿Tan mal estuvo?- se rió, besando su mejilla, quitándole el cabello de los labios- no es como si el mundo fuese a acabarse por nuestra culpa, no seremos los primeros ni los únicos que hacen algo cuestionable, además ¿No es algo que hacen las personas que se aman? Yo te amo, muchísimo-

-No quiero cargar con un amor tan enfermo, Yui- suspiró, soltando sus hombros, incorporándose hasta llegar a su despensero-¿Qué te apetece desayunar?Todavía tengo un poco de pescado o si prefieres...-

-Creo que será mejor que me vaya- se levantó también con algo de dificultad, sujetándose de la pared- pensé que serías más amable, no me imagino cómo logra Tanjirou estar de pie si se queda a dormir contigo casi todas las semanas-

-Todavía no lo hago con él- susurró, sacando más arroz y un par de tiras de pescado, acomodándolas en un plato- hay cosas que no he hablado contigo y ahora no tienen caso, pero Tanjirou ha sido muy paciente, sabe que debo arreglar un par de cosas conmigo mismo antes- negó con tristeza, acomodándose el haori en su cuerpo, sentándose en el suelo, dejando el plato junto a una taza de agua tibia. 

-Yo vi sus marcas...oh- pensó en los moretones sólo de una forma, pero tenía sentido también si los analizaba desde la posibilidad que hubieran sido consecuencia de la sangría a la que era sometido el muchacho- Él no me dijo nada-

-Agradezco que te preocupes por mí, entiendo que te cueste un poco entender el concepto de intimidad, para mí también fue difícil pero preferiría que no hicieras muchas preguntas sobre cómo llevamos Tanjirou y yo nuestra vida sexual- golpeteó el plato disimuladamente y Yuichirou volvió a sentarse, tomando el alimento resignado.



-Siento que lo que estoy a punto de decir será bastante insensible pero por la forma en que me aceptaste tan bien, pensé que no sería la primera vez para ti-

-No lo fue, Yui. No fuiste mi segunda, ni mi tercera, ni siquiera mi centésima vez- suspiró, apretando con fuerza los párpados, intentando retener las lágrimas- ya estoy muy sucio- apretó los puños en el haori, mordiéndose los labios. Yuichirou estiró la mano, dudando, nervioso, para acariciar su mejilla. Muichirou se levantó, comenzando a recoger la ropa de su hermano del suelo- puedes ir a darte un baño al río que está tras la montaña cuando termines de desayunar ¿Puedes traerme un ramo de esas florecitas que crecen al lado? Son muy bonitas, me alegran- Yuichirou asintió, mirando solamente el blanco grumoso del arroz, sin pensar en las miles de dudas que le hacían doler el corazón. Muichirou tenía razón parcialmente. 

Manzanas de plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora