Radiantes

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Si tuviera qué escoger los recuerdos que se reprodujeran en su mente antes de la muerte, sin duda serían esos días radiantes. Era la paz que antecedía a la tormenta y lo sabían, pero ahí estaban, sumergidos en esa rutina de oro, en esa ingenua ceguera que podían llamar felicidad. Los tres tenían una comunión tácita, una tregua necesaria como si ya se hubieran dado por vencidos y sólo tuvieran eso. No había peleas, no había absolutamente nada más que calma. 



-¿Sabe bien?- Muichirou estaba sentado en las piernas de Tanjirou dándole de comer lo que él mismo había preparado, aprovechando la completa libertad que le había ofrecido Mitsuri de su finca mientras volvía de su misión. Tanjirou terminó de masticar, mirándolo con una ceja levantada y los labios apretados.

-No le tomé sabor, necesitaré otro bocado- abrió la boca y Mui se rió, volviendo a llenar el tenedor para acercarlos a su boca- sabe delicioso- sonrió, besando su mejilla y el otro aprovechó para rodear su cuello, besando también sus mejillas. Ambos voltearon al escuchar un bostezo por el pasillo- buenas tardes, Yuichirou- 

-¿Qué están comiendo?- el muchacho se talló los ojos, quitándose los restos del sueño. Ya que Muichirou salía por la noche, habían comenzado a dormir junto a él en el día y su ritmo de sueño estaba totalmente desajustado.Apenas eran las cuatro de la tarde.

-Mui preparó algo de comida occidental, Mitsuri tenía un recetario en la cocina, le ha quedado delicioso-

-¿Quieres probar?- Muichirou tomó otro tenedor de la mesa, colmándolo de alimento y Yuichirou asintió, asueñado, sentándose en la pierna libre de Tanjirou, rodeando su cintura para equilibrarse.

-No soy una silla- dijo avergonzado.

-Oh, vamos, no peso tanto- se encogió de hombros, masticando- es cierto, sabe delicioso- abrió de nuevo la boca y Muichirou le extendió el tenedor entre risas- algún día deberías cocinarnos ¿Cómo es esa cosa que le gusta tanto a Rengoku? Siempre está gritoneando cuando lo come, debe ser delicioso- bostezó, tomando él mismo el tenedor. Tanjirou suspiró, rodeando la cintura de Yuichirou para que no se cayera, mientras Muichirou le limpiaba los restos de salsa de los labios.



-Puedo hacer un pastel- se quedó pensativo, acomodando su cabeza en el pecho de Tanjirou, enredando sus piernas con las suyas bajo la mesa. Mitsuri tenía su casa ambientada de una forma mucho más occidental- en realidad no, me faltan un par de ingredientes-

-Puedo ir por ellos- se ofreció Yui, también acomodando su cabeza en Tanjirou, mirando con una sonrisa a su hermano, acariciando su mejilla- la vez pasada vi en el pueblo unas azucareras de plata, tenían forma de manzanas y por dentro estaban pintadas de azul, pensé que te gustarían pero fuimos tan deprisa que olvidé comprarlas. Me gustaría traerlas- Muichirou restregó su mejilla contra su palma como un gatito, asintiendo- espero no tardar mucho, pero por si acaso no empiecen a hacer origami sin mí- se inclinó a besar la mejilla de Tanjirou después la de Muichirou. Se incorporó antes que alguno le dijera cualquier cosa, despidiéndose con la mano.



-Es bueno verlo de tan buen humor- confesó Tanjirou con un dejo divertido- aunque me incomoda que sea tan cercano, hace unos días todavía quería matarme-

-Yui siempre ha sido muy cariñoso, sólo que necesita tomar confianza- Mui se acomodó en sus piernas, bostezando- por lo regular a estas horas estamos durmiendo, si ese tonto pájaro no nos hubiera asustado- unas horas atrás una avecilla se había colado por el techo y al trinar les hizo despertar ya que pensaron era uno de sus cuervos, llevándoles la orden de ir con el Patrón. 

-¿Quieres que volvamos a la cama?- Muichirou asintió y Tanjirou le sonrió, tomándolo en brazos. Aunque la finca contaba con las suficientes habitaciones para que cada uno tuviera la propia, Muichirou insistía en dormir con Tanjirou y no hubo manera de hacerlo entrar en razón. Sonriendo, acomodó a Muichirou sobre la cama antes de recostarse a su lado-¿Quieres que te tape o tienes calor?-

-Hace calor- bostezó, estirándose, relamiéndose los labios- ¿No estás mareado? Ayer bebí mucho- estiró su dedo para abrir su bata, dejando entrever una herida en su pecho que había comenzado a amoratarse. Tanjirou negó, tomando su mano y besándola. Muichirou le devolvió la sonrisa, comenzando a abanicarse la bata- ¿El verano suele ser más cálido que la primavera? Siento que voy a derretirme-

Estaba perdido porque no había manera de no verlo. Aleteaba,se cerraba, se abría y su río secreto de leche palpitaba tras la bata, la luna de nieve filtrada por las cortinas, un campo de rosas blancas bajo la nieve. El aire no encontraba sus pulmones, se quedaba a medio camino a su nariz, demasiado embrujado por esa visión para perderla en el oscuro tracto de su respiración. Sus labios se habían quedado helados, entrabiertos al igual que sus ojos. Sus garras azul pálido abrían un poco más la bata, bajaban a las orillas de la bata , la entreabrían y podía ver entonces sus muslos, sus rodillas. De su pecho, de la delgada maravilla boreal que era hacia abajo, a sus muslos torneados,  su alargada cuadratura. Se cerraba de nuevo, se abría y era el aleteo de una mariposa de catástrofes, le torturaba.

-No sabía que los demonios podían sentir la temperatura del ambiente- alcanzó a balbucear, juntando todo su control para no estirar sus manos hacia el cordón que mantenía la bata cerrada. 

"Déjame verte, no importa el oscuro secreto que tenga tu cuerpo por contarme, déjame recorrerlo letra a letra con mis dedos, déjame leerte"



-No lo hacemos- se rió con ese tono de niño mimado, de déspota terrible que algunas veces le mostraba, dejándole en claro lo que estaba haciendo, abriendo un poco más su bata por los hombros, sus clavículas sobresalían en un espacio del que quería beber- ¿Pasa algo?- 

-No seas cruel, Mui- suspiró, deteniendo sus manos, buscando las orillas de las sábanas para cubrirlo, besando su frente-  durmamos un poco antes que vuelva tu hermano-

-Tú eres quien está siendo cruel- Muichirou tomó su mano, apoyándola en su mejilla, enredando sus dedos, bajándola por su cuello, por sus hombros, atento al cambio en la respiración de Tanjirou, la dilatación de sus pupilas- me miras, me rozas, pero siempre pareces tan asustado de tocarme ¿Por qué? ¿Es por mi pasado? Tú dices que no ha sido mi culpa¿Por qué no me dejas quitarme la marca que me dejó? No voy a romperme si me tocas, Tanjirou- el mencionado se relamió los labios donde sentía el corazón latirle, soltando la mano de Mui para él mismo acariciar sus hombros, delinear sus clavículas, sus ojos estaban imantados ahí.

-No quiero lastimarte- jadeó, bajando la mano por su costado, por su hombro, su cintura, su cadera, su muslo- no quiero que pienses que te estoy buscando por esto-

-Me estuviste buscando por dos años- sus garras rozaron el cordón, rompiéndolo, aflojando la bata sin dejarlo al descubierto- incluso siendo un demonio me has tratado con el mismo afecto que cuando era humano. Has ofrecido tu vida por mí. No sé cómo puedes pensar que sería capaz de pensar algo más que tú me amas- 

-No quiero que hagas esto por mí, conejito- Mui no pudo evitar la sonrisa ante ese apelativo, guradándolo siempre con tanto cariño en su corazón- no entiendo cómo funciona para ti el deseo, pero no quiero que lo hagas sólo porque- tragó saliva, bajó la mirada con una repentina vergüenza- es bastante evidente que me estoy deshaciendo por tocarte. No sé si es algo que puedas disfrutar, si es algo que tú también desees- su dedo delineó la orilla de la bata por su pecho, separándola un poco.

-Tócame- exigió y Tanjirou levantó apenas la mirada para notar sus ojos en ese tono más oscuro como cuando bebía sangre, la sombra rojiza en sus mejillas, el brillo de sus colmillos sobresaliendo de sus labios de media luna. Obedeció, colando su mano por la prenda, palpando su pecho, su cintura, su vientre. Abrió más la bata por su cadera, dejando a la luz su entrepierna- tócame, por favor- volvió a pedir, esta vez con menos aspereza y Tanjirou cerró su mano en su pene, suspirando al escuchar ese jadeo seco, sincero. Muichirou se recostó por completo abriendo las piernas  y él se pegó más a su lado para masturbarlo, viéndolo arquearse buscando su tacto, cerrando los ojos- no estoy haciendo una maldita cosa por complacerte, Tanjirou. Quiero que me jodas- jadeó esta vez más alto. Por reflejo volteó hacia la puerta a pesar de saber perfectamente que no sólo estaba cerrada sino que ellos dos estaban completamente solos. 

Besó su mejilla, asintiendo, sin detenerse.







Manzanas de plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora