Música

106 13 3
                                    

Silencio de blanca, silencio de máxima, compás de espera. En música había mil maneras de nombrarlo, todas apelando a un tiempo determinado para apreciar cada nota antes de las siguientes o darle mayor dramatismo. El tiempo y el silencio son necesarios para apreciar las emociones, las vivencias, para recapacitar las enseñanzas, para paladear los momentos gratos o dar un descanso para recuperar fuerzas antes de un nuevo aluvión de tristezas. El silencio dos segundos antes de despertarse era doloroso porque antecedía la revelación que sus sueños eran sólo eso y le esperaba otro día largo enfrentando una ausencia que quemaba. El silencio entre los arbustos o los edificios antes de una emboscada y la sinfonía de las espadas y la sangre que venía después. El silencio de nadie responder a su nombre por más que preguntaran, por más que amenazaran. Eran demonios, eran seres malignos ¿Qué les hacía pensar que dirían una palabra para consolarlos, para esperanzarlos?

Y aún así dolía hasta hacer sus huesos polvo quedarse sin respuestas, viendo a esos monstruos arrebatarles la información en su último aliento. 

Sin embargo también había silencios más bien dulces, como el que hacía Tanjirou antes de apagar las velas y los inciensos, antes de entrar a una nueva casa o el de Nezuko mirando las flores antes de arrancarlas, como pidiendo perdón y permiso. Ellos dos eran su nueva familia y los lazos que creó la tragedia eran los únicos que lo podían sujetar. Pasaron dos años en el dolor desde que Yuichirou le pidió al cuervo que al menos alertara a su dueño de la desaparición de su hermano y la presencia del demonio. Tanjirou estaba en un poblado cercano así que no le tomó más de tres días llegar sólo para encontrarse a Yui agazapado junto a la puerta de su casa, repitiendo que Muichirou le había prometido que volvería al amanecer. Lo buscaron por semanas, agotaron cada rincón del pueblo sin que encontraran de él absolutamente nada. Yuichirou parecía al borde del colapso a cada segundo, arañando a veces la tierra del camino con la esperanza de encontrar alguna puerta o pasadizo para conducirlos a su hermano, volvía compulsivamente a la puerta de su hogar buscando, desgarrándose en llanto cuando Tanjirou intentaba hacerle entrar en razón, exponiéndole con una cordura atemorizante que debían seguir adelante. Que ya no había ningún lugar donde pudieran encontrarlo y lo más seguro era que Muichirou hubiera sido devorado por ese demonio, tenía la certeza después de haber seguido su aroma hasta un punto en específico donde después simplemente se había borrado. Yuichirou se rehusó a abandonar su hogar, su esperanza. Pero Nezuko le expuso con una severa ternura que no debía permitir que su hermano hubiera muerto en vano, que el regalo de su vida debía servir a un propósito y si quería podía unirse a ellos. No empacó nada. Dejó que todo muriera olvidado en ese mismo sitio menos el recuerdo de su hermano. 



-Tu condición física es envidiable- concedió Yuichirou, disfrutando el fresco del pasto contra su espalda desnuda, recobrando el aliento tras su entrenamiento con Tanjirou.

-Viniendo de ti el halago es mayor, siendo uno de nuestros prodigios con la espada- se rió bajito, acariciando el pasto y las florecillas, viendo las nubes perderse una tras la otra en su recorrido por la tarde- Eres una persona muy talentosa, Yui-

-Ojalá fuera talentoso para tocar el piano- estiró sus manos, tocando unas teclas invisibles en el aire- lamento tanto que el pianista que conocimos no haya sobrevivido, me hubiera encantado que siguiera hablándonos de música- su gesto se congeló, bajando de vuelta las manos a su nuca- apuesto a que Muichirou le hubiera encantado tocar el piano-

-Siempre que lo veía estaba cantando- recordó Tanjirou, suspirando pesadamente, notando el pesado silencio, como si su acompañante estuviera recordando algo. Lo vio negar con la cabeza, rodar los ojos y voltear a verlo- habrían sido buenos artistas, ustedes dos-

-Quizá en la próxima vida- suspiró, entrecerrando los ojos. Se giró sobre su costado, atendiendo la luz dorada caer lánguidamente en la cara del muchacho. Dos años desde que lo recogió al borde del colapso mental por haber perdido a su única familia, a su ser más preciado en una treta tan obvia que no podía dejar de culparse. Quizá hubieran podido pelear contra el demonio juntos, o de haber muerto ambos habría sido más honroso que sacrificar a su hermanito por salvarse él. Había tomado la espada y se había entrenado sin descanso con la idea de encontrar vengaza a falta de justicia. Se llenaba de rabia al ver tantas vidas destruidas por aquellos seres y se convencía a sí mismo que todo aquello al menos debía hacerlo lo suficiente fuerte para proteger a otros- estoy exhausto ¿Quieres que compartamos el baño antes de ir a cenar?-

-Me encantaría- se estiró, haciendo tronar los huesos de su espalda antes de levantarse, extendiéndole la mano para ayudarle a incorporar- es una lástima que Nezuko haya ido a otra misión, aunque siempre parece feliz de estar con Kanao, parecen buenas amigas-

-Oh, pero qué dices- se rió con burla, acomodándose la ropa mientras entraban a la casa donde se hospedaban tras terminar su misión. Ese demonio había sido especialmente fuerte, casi pensaron que era una Luna Superior pero resultó ser una falsa alarma. Sabían que sus cuervos no tardarían para darles una nueva misión o indicarles que volvieran con el Señor Ubuyashiki así que intentaron no relajarse demasiado- Kanao debió estar desconsolada al ver que tú te quedaste conmigo-

-¿A qué te refieres? Nezuko es una excelente espadachina y muy buena compañía- se rió mientras se deshacía de su camisa, dejando al descubierto una serie de heridas nuevas que hicieron que Yuichirou apretara los labios con culpa, sin notar cuando el otro ya se había metido en la bañera. Se desnudó deprisa, entrando junto a él.

-Lamento haber tardado tanto en ayudarte con el demonio de la montaña- suspiró, haciendo burbujas con su aliento en el agua- por un momento pensé ver una silueta y pensé que había otro demonio-

-No te disculpes, no pasa nada- pasó sus dedos por la piel más densa, trazando el relieve con los ojos cerrados- este trabajo es arriesgado de cualquier modo- 

-Yo no tengo una sola marca- dijo con petulancia, inflando el pecho  y apartando su cabello para que Tanjirou mirara su piel ciertamente tersa- pero supongo que eso es porque llevo mucho menos tiempo que tú y Nezuko- Tanjirou abrió la boca sonriendo, para reírse. 

Un sonido líquido, cristalizado pero limpio. Puro como una cuerda tensándose o una gota cayendo, la resonancia del metal y luego nada. Una sola hoja de gingko cayó en la bañera, tímida pero definitiva cortando su plática fue flotando en el agua fría hacia ellos. Tenía el kanji de llanto pintado. 

Manzanas de plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora