Capítulo 4

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A su madre le pareció verle tan temprano en la mañana, completamente despierta, ya bañada (con un montón de curiosidad y bochorno por un cuerpo que le resultaba tanto ajeno como familiar), haciendo su propio desayuno para largarse a la escuela con las cosas ya en la maleta.

- ¿Karma? – llamó, soltándole un pequeño susto que hizo respingar a la susodicha.

- ¿Mamá? – preguntó ella a su vez.

- ¿Qué estás haciendo? – la mujer, además de sorprendida, parecía tener una expresión de terror al ver a su hija cocinando sin un recetario, simplemente... como una profesional, alguien quien está acostumbrado a cocinar.

- Cocinando – respondió, obviando sus actividades domésticas – aunque no hice para ti, perdona, creí que estarías fuera... -

La palabra viajando resonó en su mente, sus padres siempre lo hacían, pero el recuerdo de su padre yendo a la india con otra mujer le asaltó de repente, de su madre hacía años que no viajaba (más o menos, su edad). Además, le embargo la duda de cuánto habrían sufrido ambas estando completamente solas, su madre trabajando hasta que cumplió los siete y su padre les envió dinero. Una cantidad impresionante que sustentaba sus gastos.

No habló más allá de eso, los recuerdos fueron dolorosamente familiares.

Su madre tampoco lo hizo, más por el hecho de sentir la distancia entre su hija y ella que otra cosa, jamás se había sentido así. Vulnerable por perder a otra persona. No lo sintió con el padre de Karma, porque justamente había una niña que la necesitaba y que no la dejaría sola como él lo hizo, (algo que, inconscientemente, le repitió e inculcó a su hija) sus manos fueron a parar a sus hombros, encogiéndose en sí misma como si no quisiese abarcar más espacio que el de su existencia.

Karma se percató en el gesto.

- Pero creo me ha salido muy condimentado, ¿quieres probarlo? – por más que la mujer a su lado fuese una desconocida, también era su madre, ella la reconocía como tal, y no pudo evitar querer hacerla sentir mal.

Él se había criado de forma independiente ante el desamparo de sus padres, aunque no eran completamente descuidados de su salud o estudios, simplemente lo dejaban solo. Le llamaban dos o tres veces al mes, a veces (y no tan a menudo) a la semana, poniéndose al día con la vida de su único hijo.

Ella no.

Ella vivió toda su vida al lado de su madre, no era una malcriada, pero era bastante conformista, no le hacía falta nada así que no pretendía buscar algo más. Ella y su madre eran suficientes, nadie podía acercárseles para hacerles más daño.

Tenía peleas simultáneas con la mente de aquella chica, no eran iguales, en absoluto, y le molestaba mucho, demasiado, como cada quien intentaba ser el guía de su vida.

Aunque la misma apatía de la chica le había dejado el mando en muchas situaciones, casi en dos de tres.

Por supuesto, esa no era una de ellas.

Su madre probó un bocado, no sabía cómo su hija sabía hacer comida hindú, pero era delicioso.

- No querida, esta riquísimo. Espero que la próxima vez no te olvides de tu madre y también le hagas un pedazo – su madre bromeaba solo a medias, ambas lo notaron, pero de igual forma se sonrieron cómplices.

- Por supuesto que no má –

Karma salió de la casa con un amargo sabor de boca.

De alguna forma, esperaba no quedarse allí toda su vida, de verdad deseaba estar con Nagisa, pero con su Nagisa, arreglar las cosas con él, salir con él, no dejarlo nuevamente. No sabía ni siquiera lo que estaba pasando allá, o sí él seguiría vivo, quizás y justamente en el transcurso del viaje de vuelta a su casa (del que, por cierto, no se acordaba del todo) habría muerto, y aquello era sólo una última simulación de su cerebro para dar paso a su paraíso.

Quizás y ese fuese el hecho por el cual su madre estaba a su lado, y por el cual se habría encontrado con Nagisa desde primer año (remendar los errores que cometió en el pasado).

Sí lo pensaba pausadamente tenía mucho sentido, un sentido que a él no le agradaba en absoluto, porque, y si estuviese muerto, odiaría que el último recuerdo de Nagisa con él fuesen aquellas palabras tan crueles y ajenas a sus verdaderos sentimientos.

Bien no quería que sus padres le viesen despectivamente, con tristeza y decepción en los ojos, pero tampoco quería renunciar a la única persona que le había hecho feliz en toda su vida, haciéndolo sentir amado, aceptado, reconfortado y seguro.

Aún recordaba haberle golpeado a Terasaka por haber puesto a Nagisa en peligro, en aquel momento ni siquiera lo había pensado, quería asesinarlo por ponerle una trampa a su profesor que solamente ponía en riesgo a los demás estudiantes, a Nagisa.

En aquel momento no se había dado cuenta que la persona que más podría haberle hecho daño, era él, y lo había hecho.

Tampoco recordó el transcurso a la escuela.

- Karma-kun, buenos días – al final del salón, rodeada de chicas y chicos que siempre se le habían acercado, Nagisa le sonreía exclusivamente a la chica de cabello rojizo que no había interactuado con la clase.

- Buenos días, Shiota-san – respondió ésta, también con una sonrisa, aunque era más sutil que la de Nagisa.

En el salón de clases se formó un silencio expectante en, casi, todos los grupos, inclusive los que conversaban con Nagisa se habían quedado en silencio, atentos a Karma.

- Oh, vamos, sí me pediste que te llamara por el nombre de pila deberías hacer lo mismo. Llámame Nagisa –

- ¿Eh? – emocionada, sonrisa se ensanchó y fue más resplandeciente, Nagisa sintió un vuelco – ¿En serio?, ¿puedo hacerlo? Que felicidad – decía acercándose a ella, antes que a su pupitre.

Le abrieron el paso, y Karma fue a con Nagisa sin pensárselo dos segundos, ni siquiera le importo que la viesen sorprendidos.

- Me hace tan feliz, Nagisa-san – llamarla por su nombre de pila resultó ser aún más cálido que verla en aquella librería.

Fue un segundo paz, quitarse un peso de encima que no sabía que tenía, fue como estar ahogándose y de repente volver a respirar. Una mezcla entre alivio y confort.

- Para nada, me haces feliz a mí – le dijo Nagisa, sonriendo un poco apenada ante la emoción de la otra.

Si hubiese sabido que iba a ponerse así de contenta, lo habría hecho antes.

- Entonces... ¿podemos almorzar juntas? – la parte avergonzada (de la chica) se relució en su máximo esplendor al sonrojarse estúpidamente y bajar la cabeza – por supuesto no ahora, ya que ni siquiera han empezado las clases, pero sí quisieras almorzar conmigo después de ellas, en el primer receso, o pero puede que estés ocupada, viendo que eres tan popular – el abrazo de Nagisa le sacó de su ensimismamiento y derroche de palabras.

La chica la estrujaba con fuerza y la calidez ya no sólo estaba en su rostro, casi se había apropiado de su estómago.

- Me hace tan feliz que lo preguntaras, tranquilízate un poco, ¿vale? –

Nagisa, sonriente, le dio dos golpes en los hombros al momento de separarse, su sonrisa tan resplandeciente le hizo pensar a Karma que ella, de verdad estaba bien, no había sufrido como su Nagisa, había sido amada, y no sabía lo que era que su madre no la aceptara, y se sintió feliz por ella.

Así como sintió un desagradable ardor en la boca de su estómago y náuseas, porque ella no era Nagisa, así como él ya no era Karma.

La repentina revelación fue tan extraña, y vaya, reveladora, que le hizo querer llorar.

- Después de todo... Ya somos amigas, ¿no, Karma-kun? –

¿A Quién Le Importa El Corazón? [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora