Capítulo 15

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- ¿Paso algo? – preguntó Nagisa, apretando las cobijas rosas bajo ella – parece que has visto a un fantasma – trato de bromear, a medias sonó como una broma, pero se le notaba la preocupación en el rostro.

- No, en absoluto – respondió Karma en un suspiro entrecortado, cansada sí, pero también aliviada, como si se hubiera sacado de la espalda años de trabajo forzado – sólo... estaba pensando –

Nagisa se tensó en su lugar.

- ¿Sobre qué? – musitó, apenas pudiendo contener su curiosidad.

- Sobre lo extraña que debo de verme en este momento, me siento gorda – y Nagisa rió.

La tensión del ambiente, de la que se habían percatado desde que Karma salió del baño, desapareció con aquella risa con sonido a lluvia y sabor a lágrimas.

- Te ves hermosa – Nagisa sonreía, tan brillante y distante de lo que su Nagisa podría haber sonreído jamás.

Y al final, pensó que así era.

Después de todo era Nagisa, seguía siendo Nagisa.

No aquel chico que él había conocido, pero quizás, tal vez, Dios se había disculpado de esta forma con él, dándole otra oportunidad.

Y sonrió, avergonzada.

- ¿Quieres dormir? – aunque la pregunta le sacó de sus pensamientos, asintió, contenta de poder descansar, Nagisa se acostó al otro lado.

Karma se acostó del lado izquierdo mientras Nagisa permanecía en el derecho, sentada.

- ¿Qué pasa? – preguntó Karma, observando la espalda de Nagisa y el cabello azul que se mezclaba con la ropa de seda.

- Nada – respondió Nagisa a su vez – sólo pensé que es la primera vez que mi madre no viene a darme su plática nocturna, y en lo relajante que es no tener que verla todas las noches – y cubrió sus labios, el repentino golpe de sinceridad apaciguándose mientras el carmín se abría paso entre su cuello, mejillas y orejas – no... no pretendía –

Karma se carcajeó.

- Está bien – susurró, acercándose apenas un poco – no querer hablar con ella, no querer que ella este todo el tiempo en tu vida, no querer verla incluso, no amarla aunque sea tu madre, todo eso está bien –

Nagisa sonrió, se sintió segura, sin miedo de decirle cualquier cosa a Karma, teniendo esa tentación de cubrir su cuerpo con el cabello rojo que se dispersaba en la almohada.

Pero también sintió una necesidad por llorar.

Apagó la luz y regresó corriendo a la cama, girándose a ver el perfil de Karma, observando cómo, incluso entre la oscuridad, tenía una piel lechosa y blanquecina, la cobija cubriéndole los hombros sin dejarla ver sus pecas.

Incluso su cabello rojo refulgía, como si fuese el fuego entre la bruma de la noche.

- ¿Sabes? – susurró, y Karma también se giró a verla, el contacto de sus ojos fue como un suspiro lleno de anhelo entre ambas – a veces siento que mi madre realmente no me ama –

Se perdieron, el dorado y el azul, podrían haberse fundido con tan sólo mirarse, eran tan penetrantes, y tenían tanto que decirle a la otra.

- ¿Por qué piensas eso? – Karma también susurraba, quizás la oscuridad les daba esa sensación (aquella, la que te deja sobre la piel el hervor de un secreto).

- Porque no habla de mi – Nagisa cerro por un momento los ojos, lamentándose en seguida porque no podía hablar más, carecía de la confianza para hacerlo – siempre habla de su hija perfecta – y al volver a abrirlos, lágrimas escurrieron hasta su almohada.

La mano de Karma se posó sobre su mejilla.

- Eres su hija – Nagisa, en un arranque de valentía, incluso pasión le tomó la mano, disfrutando de su contacto cálido, aunque ambas tenían las manos heladas.

- No me amaría de no ser una chica – ambas se acercaron, tanto que podían sentir la calidez de la otra, aunque se habían movido a un lugar nuevo y frío – estoy segura –

- ¿Cómo lo sabes? – Karma parecía querer dormir, pero se mantenía con los ojos abiertos, preocupados y turbios.

- Sólo... tengo ese presentimiento, no estoy muy segura del por qué, sólo sé que mi madre no me amaría de ser un chico, creo que está obsesionada con una hija, con un reemplazo de ella, y no querría del todo a un chico –

- Entonces, yo te amaré – ahora estaban cara a cara, sin mantener un claro contacto físico más que el de sus manos sobre las sábanas, entre ellas.

- ¿Qué? –

- Si tu madre no te ama siendo un chico, yo lo haré –

- ¿Serías capaz de hacerlo Karma? – no usó el honorífico, y Karma le volvió a apretar la mano.

- Por supuesto, sí soy mejor que un novio, entonces, por el tiempo que quieras, aún sí te vuelves un chico, estaré a tu lado, te amaré cuando no puedas amarte a ti misma –

Nagisa la miro, entre tantas lágrimas apenas vislumbró el rostro de Karma, pero la seguía observando, y lloró aún más, Karma le apretó la mano.

Karma se dio cuenta de que Nagisa parecía herida, como si hubiese tocado una llaga, y supuso que Hiromi realmente no había cambiado, que siempre mantendría esa línea, ese muro entre ella y su hijo (bueno, hija), pero por mucho que lo intento, no pudo odiarla, ella le había dado un regalo maravilloso que bien ella como su madre no sabía apreciar, ella le había dado, en bandeja de plata, a Nagisa.

No se atrevió a volver a abrazarla, pero mantuvo el agarre entre sus manos tan firme como pudo hasta que Nagisa se quedó dormida entre tantas lágrimas y mocos.

Viéndola así, supo por qué se parecía tanto a Nagisa, claro que los fantasmas iban a ser los mismos, Hiromi seguía siendo la misma idiota de siempre, sin saber cómo tratar a su hijo (bueno, hija), cometiendo mil errores, llevándola al límite.

Aunque, se sentía un poco tranquilo, pudo cerrar los ojos al comprender por qué Nagisa sonreía con tanta energía, después de todo Hiromi seguía estando loca, pero su padre no la había abandonado.

No le había dejado en la boca del lobo, sino que cada día peleaba con el lobo para que no pudiese llegar hasta ella.

Por un momento, realmente se sintió agradecido con el padre de Nagisa, y le agradeció internamente de no haber sido un cobarde.

Por supuesto, inconscientemente, esas palabras también estaban dirigidas a él.

A partir de ese momento, también tendría que pelar con Nagisa, por Nagisa.

¿A Quién Le Importa El Corazón? [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora