¿A Quién Le Importa El Corazón? [TERMINADA]

Capítulo 22

Habían discutido.

Apenas ella regresó sus padres discutieron.

"En algún momento se verán las pruebas de lo que te estoy diciendo Nagisa"

Comenzó con su madre (por supuesto que comenzó con Hiromi) inmiscuyéndose en sus lágrimas, espetando y gritando que sabía que Karma era una mala influencia, jactándose. "Te lo dije" repetía incesante, tratando de tomar las manos de Nagisa que no se atrevía a gritarle un "cállate" pese a que lo ansiaba.

El griterío de Hiromi le hizo doler la cabeza y llamó la atención de su padre, que bajo las escaleras apenas supo que todo era serio.

No era la primera vez que Hiromi gritaba, mucho menos que le gritase a Nagisa, pero a veces el hombre la dejaba estar, la dejaba cansarse hasta que no pudiese hablar más.

Ocasiones como aquella, en la que parecía que iba a matar a la persona más cercana, él bajaba, ella se quedaba callada a regañadientes. Pero en esta ocasión, ninguno se había callado, no se detuvieron, siguieron y siguieron gritando de aquí y allá.

Nagisa agradeció vivir en medio de un campo, los vecinos no llamarían a la policía (el más cercano estaba a medio kilómetro, poco más, poco menos).

Pero, no había visto a sus padres discutir en muchísimo tiempo.

- ¡Estoy preocupada por mi hija! – exclamaba su madre, enardecida.

- ¡Lo mejor para ella es tener amigos! No puedes obligar a que ella ya no hable o se comuniqué con Karma – replicaba su padre – No me digas que te preocupas por ella cuando ni siquiera has notado lo feliz que ha regresado –

- Nagisa necesita mejores amigas –

- Karma sabe lo qué hará en un futuro. Es mucho más independiente de lo que alguna vez fuimos nosotros –

- No me hables de sus planes de futuro, ¡Karma quiere ser una ladrona! –

- No todos los abogados, ni los burócratas son ladrones Hiromi –

- No me importan esas mierdas. ¿Has visto como regreso Nagisa?, obviamente le hizo algo a mi pequeña –

- No puede ser. ¿Te estás escuchando Hiromi? –

Dudas que no había tenido en mucho tiempo volvieron a surcar su mente.

En esta ocasión podía responder a algunas.

¿Están discutiendo por mí?, preguntaba su yo pequeña, la que usaba los vestidos con holanes rosados que su madre le pedía, si, le respondió el chico, mirándola llorar en su cama con dosel.

¿No los hago felices?, la pequeña, escondiendo su rostro bajo la almohada, tratando de apaciguar los gritos de sus padres en la cocina, en la sala de estar, en el dormitorio, no son felices el uno con el otro, le respondió el chico, observando a sus padres peleando en la sala de estar.

¿Necesito mejorar?, la niña, llorando en silencio, esperando que no la escuchen, porque podrían discutir más, no deberías preocuparte por lo que otros esperan de ti, le respondió él, apretando los puños a cada lado de su cuerpo.

¿Qué debería hacer?, la pequeña, levantándose de la cama, caminando a pasos titubeantes a la puerta que daba al pasillo de las escaleras, deberías pensar por ti misma, ser feliz tú, porque ellos no lograrán serlo, le responde, con la urgencia de girar su rostro a las escaleras, esperando ver a una niña bajarlas.