El sol no le quemo la cara, lo hizo Nagisa.
Suponía que seguía dormida (de otra forma no se explicaba por qué la golpeo con el dorso de la mano), así que lo dejo pasar levantándose de la cama antes de que cualquier otro incidente ocurriese.
Así que fue al baño.
Como pensó, sus ojos estaban hinchados, y era horrible porque lo que menos quería hacer era preocupar a Nagisa (el golpe estaba rojo, pero era muy leve a comparación de sus ojos).
Fue por hielo a la cocina.
Ya había amanecido, no dudaba que su madre se despertase en cualquier momento (y debía de despertar a Nagisa para que no se quemara por las cortinas). El hielo le hacía doler la cabeza, y también sentía calambres en los ojos (¿eso era posible?), pero el alivio y la deshinchazón ocurrieron.
Lento y seguro.
- ¿Lloraste anoche? – preguntó su madre entrando a la habitación.
- ¿Cómo sabes? – gimió.
- Siempre haces esa cosa con el hielo cuando lloras, me pareció extraño al principio, pero parece que funciona – Karma volvió a gemir – Oh, mi cielo, ¿y bien?, ¿qué paso?, ¿Discutiste con Nagisa? –
- No –
- ¿Entonces? – el aroma a café expandió su apetito – no me digas, ¿tu padre llamo? –
- En este punto ni siquiera creo que sepa mi número, y tus teorías se están volviendo locas, má. –
- Mi intuición no es la que era antes – sorbió del café propio y colocó una taza con café (preparado y con leche) frente a Karma – podría decir que es un problema amoroso, como... darte cuenta de que esta persona no podría ser feliz a tu lado – Karma levantó la mirada, quitándose el hielo – pero eso sería estúpido, ¿quién en su sano juicio no amaría a mi Karma? – la sonrisa de su madre le partió el corazón – ¿Karma? –
- No quiero llorar –
La mata de cabello rojo entre su pecho, sus brazos abarcando su cuerpo, su hija ocultándose en su regazo como si tuviera otra vez siete años.
Entonces, sí que había sido un problema amoroso.
Y quizás lo habló con Nagisa, por lo que lloró el resto de la noche.
Se sentía mal por su hija, como madre lo que más deseaba era que jamás tuviese que sufrir por cosas como aquella, sí tan sólo fueran ellas dos no tendrían que preocuparse de nada más.
Pero aquello no era posible.
No lo fue con su ex esposo, tampoco lo será con su hija.
Suspiro, pasando su mano entre el cabello rojizo de Karma, peinándolo y acurrucando las hebras, haciéndole mimos en su cabeza.
Pero una jamás encuentra las palabras para decirle a su hija que el tipo que la hace llorar es un tarado. Aunque en realidad su hija no lloraba, sólo mantenía la cabeza allí, en busca de ser reconfortada, amada, ignorar todo lo demás y concentrarse en la muestra de cariño que su madre le entregaba acariciándole la cabeza.
Cálido y suave confort que le hacía querer dormirse.
- ¿Quieres una malteada de fresas? – último recurso, soborno. Las piernas se le iban a acalambrar de seguir en esa posición por más tiempo.
- Shi - ¡funcionó!
Su hija la observo atentamente cuando hacía la malteada.
Karma era tranquila, era dulce y callada, pero cuando estaba con su madre solía explayarse en todo lo que pensaba (maldiciendo a los profesores, las tareas, las clases, la escuela), se quedaban juntas viendo series, películas.
Tenían una conexión, ambas.
Pero, y Kaede lo sabía, todo se estaba desmoronando.
Karma le hablaba muy poco de la escuela, sí al caso mencionaba de repente a esta nueva amiga que había hecho, Nagisa. Pero no se quejaba, tampoco se quedaba con ella para ver la nueva temporada que ambas habían estado esperando, al contrario, estar con ella se había vuelto frío y distante, podía notar como su hija bajaba la mirada con incomodidad, evitando observarla.
Por eso, fue como un alivio ver la ligera sonrisa de su hija sentada, con los codos sobre la mesa de la cocina, observándola, se sintió familiar.
Y se aguantó las ganas de llorar por el alivio que le producía ver a su hija otra vez.
Aquella chica que usaba pijamas rosadas y no de spider man, que era una niña sin remodelar la habitación de colores tan... adultos, su niña, su preciosa hija.
- Má – le llamó Karma, y ella no quiso voltear, porque una lágrima se deslizaba por su mejilla sin que pudiera limpiarla (su Karma se daría cuenta.
- ¿Qué pasa mi cielo? – aguantó la respiración, esperando que no sonase tan desesperada, tan rota.
- Te amo muchísimo – escuchó como se levantaba y por un momento temió que se fuera, que se marchase para no regresar y volteó – gracias por todo, por quedarte al lado de esta estúpida niña – y sus brazos, su calidez, su hija.
Karma la estaba abrazando como no lo había hecho semanas atrás.
La sostenía con cariño, con amor, con todo lo que podía darle y transmitirle en un abrazo.
Y la apretó más contra sí, sin dejar que su hija se diera cuenta de su sonrisa y sus lágrimas.
- Yo también te amo tomatito –
Nagisa se levantó con la cara rojísima.
- ¿Por qué no cierras las cortinas? – gimió cuando Karma entró a la habitación.
- Siempre olvido hacerlo – se encogió de hombros.
Nagisa volvió a gemir.
- Anda, tienes que levantarte, desayuna algo – Karma sonreía, observando a la bola de mantas que era Nagisa, suponía que estaba intentando apagar al sol.
- No quiero – chilló Nagisa.
Karma se rió, carcajadas limpias y sueltas.
Nagisa se quitó las mantas de encima tan sólo para verla, lo hermosa que era la chica de cabello rojo cuando reía. No tiene ojeras, se dijo, aunque anoche lloró tanto, no se le nota en el rostro.
Karma se giró a observarla, respirando otra vez.
- ¿Pasa algo? – le preguntó, un poco incomoda al ser observada con tanto escrutinio.
- ¿Tienes vestidos? –
Sí, tenía unos cuantos, regalos de su padre por sus cumpleaños que no le quedaban porque era más alta que la chica promedio, pero aquello era algo que su padre no sabía. Y ella jamás se había atrevido a tirarlos o a sacarlos. Eran regalos de su padre que le decían que sí pensaba en ella, que al menos la quería lo suficiente como para acordarse de su cumpleaños.
Asintió levemente, con la mirada puesta en el armario.
- ¿Quieres probarte uno? –
- No, quiero verte con uno –
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¿A Quién Le Importa El Corazón? [TERMINADA]
Fanfic[Karmagisa] Nagisa Shiota, estudiante de la secundaria Kunugigaoka, asiste a la clase 3-E o "La clase para Marginados". Un chico amable, tierno, algo alegre aunque posee un complejo por su cuerpo, en pocas palabras, se odia así mismo, con baja autoe...