La huida

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El Conde no bajó a cenar, fue un verdadero alivio, aunque no tengo claro la razón,quizá por lo que pasó o simplemente no quiere verme la cara.

Y es que , estuvo a punto de besarme.

De besarme, Gaadriel y lo rechace.

Me hundo en las mantas de la cama, me da algo en el estómago recordar ese momento, aún creo sentir su respiración estallando en mi cara. Mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar se veía tan angelical, incluso dulce, ¿como podía verse Gaadriel dulce?. Cierro mis ojos tratando de pensar en otra cosa que no sea lo que paso hoy pero mi mente vuela inmediatamente a la biblioteca, tampoco logro quedarme dormida, desearía golpearme con la pared hasta estar tan noqueada que me vería obligada a dormir.

No quiero pensar más en ese imbecil.

Estoy sentada, con mis manos hacia el piano, estoy tocando una canción de aquellas de las que tocan en los bailes,el día está soleado, como nunca antes e ilumina casi toda la habitación.Estoy relajada ,  disfrutando este lugar y este día.

Siento el cuerpo de alguien tras de mí, Gaadriel tiene las piernas abiertas , yo estoy dándole la espalda, sus brazos recorren los míos hasta llegar a las teclas del piano, junto a mis manos. El chico comienza a llevar mi ritmo mientras su aliento impacta en mi cuello.

No se porqué estoy dejando que haga esto, pero me siento demasiado relajada, como si no me importara nada y no quiero que se mueva.

El Conde despeja un mechón de cabello para dejar paso abierto a mi cuello.

Me besa. Deja tiernos besos por todo el contorno de la mandíbula y desde ahí baja hasta mi clavícula dejando una línea de su saliva.

¿Por qué estoy dejando que me bese?

Y entonces despierto.

Es de madrugada, estoy sudando y jadeando, alcanzo con mi mano mi cuello y me doy cuenta que no hay más que sudor.

Respiro hondo. No se porque estoy teniendo ese tipos de sueños tan realistas, pero necesito sacarlos de encima o me volvere loca. No puedo tener ese tipo de pensamientos hacia ese chico, es un monstruo disfrazado de ángel, no merece siquiera pensarlo.

Después de comer decido salir fuera del castillo, no es que me quiera arriesgar de nuevo pero necesito buscar en que largarme. Llevo el cuchillo como siempre entre la ropa por si tengo que defenderme de algo. Esta vez decido dejar aún lado los jardines e irme hacia el lado opuesto, no se con lo que me voy a encontrar pero espero que sea algo que ayude.

El lado trasero no es tan asombroso, las tierras no se extienden mucho y lo que sigue son montañas de bosques.

Hay gente, a lo lejos hay un hombre cortando leña y también hay sirvientas en una fuente lavando la ropa, en cuanto me ven comienza a cuchichear entre sí, pero no me dirigen la palabra. También hay un par de perros, se acercan a mis piernas, sonrió, al menos los perros son amables.

Caminó varios metros, a veces me encuentro con sirvientes y guardias del castillo pero son bastante tímidos, se aseguran de pasar a una distancia prudente, quizá para que no les pueda hablar.

Avanzó hasta un portón, está abierto, no tengo que analizar mucho de qué trata todo esto, sonrió para mi misma, porque escuchó el relincho de los caballos, es aquí, es mi salvación, mi oportunidad para escapar de tal vida cautiva.

Noto que hay un hombre poniéndole una herradura a un caballo, pero más supervisión de  no hay, así que es perfecto. He conocido lo bastante bien este lugar para lograr escabullirme entre los muros sin ser vista, puedo hacerlo.

Princesa sin linajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora