Malik

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Mis ojos se abren sin previo aviso.

Estoy en una habitación, el techo es barro y paja  mientras que las paredes de madera, no hay ventanas y por ende no logro distinguir si es de día o de noche.
Tampoco se cuantos días he estado aquí.

A mi lado hay una mesilla, sobre esta hay un plato de greda con una pasta verdosa, como si se hubieran molido hojas de algún árbol o planta.

He perdido la cuenta de cuántas veces en estas semanas me he despertado de esta manera, herida , moribunda y con alguien ciudando de mi.

Pienso de inmediato en Gaadriel, podría ser muy poderoso, de hecho yo misma lo había visto defenderse pero estaba cansado y además eran muchos contra él, podrían haberlo lastimado, más de lo que ya lo habian hecho. Al pensar en eso creo entrar en pánico, pensar en que el Conde podría estar muerto es algo que no puedo imaginar, podría ser a veces un idiota pero era mi entrada a este extraño mundo que estaba conociendo, y sobretodo era mi unica proteccion.

Me había protegido como nadie, Gaadriel incluso había puesto su cuerpo contra el mío para protegerme de tal caida.
Me estremezco al pensar en ello, el chico había arriesgado incluso su integridad por mi.

Ahora solo tengo ganas de verlo, saber que está bien y darle las gracias. Por el estoy viva.

Y también por el otro chico.

Escucho el sonar de los platos tras la puerta, me alzó en la cama y al momento el dolor me carcome el cuerpo. La espalda me arde y no se si es porque supuestamente me estan creciendo las alas o porque recibí un destello, posiblemente sea ambas. Noto que mi torso está vendado de lado a lado y tengo parte de mis brazos cubiertos por aquella pasta verde.

Hago un esfuerzo para levantarme, me quedo sentada en el borde de la cama, analizo si hay algo para defenderme, pero no veo nada útil, no es que tuviera miedo de morir, de haberme querido matar ya lo habría hecho y de por si no me hubiera salvado la vida. Pero que me quiera viva no me asegura estar a salvo.

De hecho no se si estoy mejor muerta o en manos de un ángel traidor.

Empujo la puerta que me separa de aquella otra persona. Me encuentro con el mismo chico que recuerdo, está de espaldas a mí y no se ha dado cuenta de que estoy despierta. En el fuego hay una gran olla hirviendo, él está cortando hierbas y cuando termina lleva estas a lo que sea que está preparando.

Parece estar tranquilo, incluso está tarareando una especie de canción, eso hasta que se da vueltas y me ve.

Pega un pequeño salto del susto, el paño que lleva en las mano se desvanece hacia el suelo. Parece realmente asustado, como si no fuera yo la que tuviera miedo de él.

Me quedo mirando un rato sus ojos verdosos, es raro pero a pesar de que jamás lo había visto en mi vida, se me hace muy familiar.

Logro ver un pequeño temblor en sus manos, realmente aparenta ser un chico muy raro y parece que al verme se ha puesto algo nervioso.

—Hola—me atrevo a decir.

Abre los ojos cuando me escucha, se da media vuelta, agarra un platillo de greda y torpemente se le cae al suelo.

—¿Hola? —vuelvo a decir , tras no recibir una primera respuesta.

Me estoy haciendo la idea de que existen ángeles sordos.

El castaño recoge el plato y luego se acerca al caldero para llenarlo con la sopa que ha cocinado. Debo admitir que huele muy bien.

Para mi sorpresa, deja el platillo en un costado y me hace una seña para que coma.

Princesa sin linajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora