Shock

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Estuve completamente solo por aproximadamente 15 minutos. Me giré para estar boca arriba y me impulsé hacia el frente para sentarme con mis rodillas pegadas casi al pecho. Con las manos sujetadas tan cerca era difícil mantener el equilibrio.

Como pude, me arrastré torpemente al fondo de la habitación. Miré alrededor y pude divisar 3 puertas. Dos grandes y una pequeña, ésta última con una inclinación diagonal en la parte superior. Me daba la impresión de que las escaleras estaban del otro lado. Como esos pequeños almacenes que ponen debajo de estas para optimizar espacio. A contra esquina en ese mismo espacio estaba una de las dos puertas grandes. Era de madera, se notaba algo vieja.

De hecho, si prestaba atención parecía que la pared con la puerta pequeña y la segunda puerta grande incluso tenía una textura diferente al resto. Esa otra entrada tenía un delgado marco de metal que pude percibir por el débil reflejo de la luz opaca. No pude ver mucho más que eso por la falta de iluminación, además de que solo uno de mis ojos estaba "en servicio".

Por más que intentaba no podía oír nada. El silencio era ensordecedor. Asumí que estaba completamente solo, pero la tensión no podía disminuir ni un poco. Miraba la manija de la puerta con aquella ansiedad presionando mi estómago, provocándome ganas de vomitar. Era como esperar el inminente desastre, como estar parado a la mitad de un campo de béisbol y esperar por un pelotazo.

-    Joder...

Apoyé mi espalda contra la pared y comencé a remover mis manos con una tanta de desesperación tratando de encontrar un borde o un punto flojo en la cuerda que me comprimía. No pude hacer mucho cuando la puerta de marco metálico se abrió por fin.

-    ¿Rubius?

Samuel asomó su cabeza con calma, sonriendo con suavidad cuando me encontró al final de la habitación con la mirada. Sonrío con naturalidad y se coló en el cuarto, cerrando la puerta tras de sí con una pequeña mochila al hombro. Me enderecé una vez más para mirarlo fijamente, confundido, acercándose con simpleza. Tenía puesta una sudadera algo gruesa. Tal parece que el frío que hacía no era solo idea mía.

-    ¿Qué carajo está pasando aquí? ¿Es alguna clase de experimento? Si es así suéltame de una vez para devolverte las hostias que me diste.

Él simplemente me ignoró sin dejar de sonreír, agachándose para poner su mochila directamente en el suelo. Su indiferencia me hacía cabrear más que cualquier otra cosa. Sentí el calor corriendo por mis mejillas, seguramente rojas por la ira. Tomé bastante aire, y con toda la fuerza que pude terminé por soltarlo...

-    ¡RESPÓNDEME, HIJO DE PUTA!

Se incorporó apenas hacia mí en un segundo, levantando su mano derecha con la palma bien abierta. Sin medirlo demasiado, arrojó su golpe una vez hacia el lado derecho de mi rostro, donde ya de por si tenía una gasa en el ojo.

Apenas giré para verlo de nuevo, después de soltar un torpe quejido de dolor. Mi mejilla se sentía caliente, punzante. Casi que podía sentir la forma exacta de su mano marcada en mi piel.

-    Como un niño. Sabes que odio las malas palabras.

Musitó sin dejar de sonreír. Se sentó por fin en el suelo, hurgando en su mochila con el semblante de un niño que está ansioso por mostrarte sus nuevos juguetes, de compartirlos contigo.

Con cuidado, sacó tres piezas circulares. Dos delgadas de color plateado y una más grande y gruesa de color negro. Tomó la más grande y la abrió de una unión muy similar a una pequeña caja de tic-tacs color plata. De lejos podía ver un pequeño foco apagado, y una serie de puntos metálicos que se extendían por toda la cinta negra, solo en la parte interna.

Llevó sus manos hacia mí, dispuesto a ponerme lo que ahora sabía era un collar. Apenas retrocedí, removiéndome un par de veces por la creciente inquietud que me causaba el objeto. Pude notar como sus manos se tensaban mientras más lo hacía esperar, al igual que apretaba sus labios intentando mantener esa mueca en su rostro, intentando no evidenciar que le molestaba en creciente manera mi actitud.

Terminé por ceder a lo que quería. No me ayudaría de nada hacerme de otro golpe de su parte. Una vez puesto en su sitio, tomó lo que imagino era una llave, como esas pequeñas que vienen con los Smartphone y activó un pequeño interruptor en un orificio diminuto justo junto a la luz apagada, la cual, no tardó en encender en un brillante color verde acompañada de un pitido.

-    ¡Anda, que bien que se te ve! – Sonrió al bajar las manos, mirándome fijo. Yo estaba furioso y sé bien que él lo sabía, y también sé bien que no le importaba. –Cuando terminemos con esto, subiremos a tomar la cena y después te llevaré a tu habitación.

Hablaba como si con eso pudiese arreglar o compensar lo que estaba pasando. Solo podía mirarlo, incrédulo, preguntándome como es que podía verse tan normal. Mientras más lo miraba a los ojos, más me aterraba darme cuenta de que no había ningún asomo de duda, tal vez culpa por todo lo que estaba pasando.

Retrocedió una vez más, tomando uno de aquellos aros más pequeños, colocándolo como un brazalete en mi tobillo. Un pitido más sonó desde mi cuello, mientras me removí por la sensación fría que tenía éste, completamente metálico.

Cuando terminó con ese, se acercó una vez más a mí, dirigiendo sus manos a mi pecho para soltar las ataduras de mis manos con mucha suavidad. Yo lo miraba fijamente con la cabeza hecha hacia atrás. No quería tenerlo demasiado cerca. Pude sentir como poco a poco el agarre se hacía cada vez más flojo, más y más suelto. Esperé todo lo que pude, juntando todo el valor que pude. En cuanto me sentí lo suficientemente libre, extendí mis manos dispuesto a empujarlo, y lo hice.

Lo empujé con toda la fuerza que pude, tumbándolo de espaldas al suelo. Me subí sobre él, sujetándolo por el cuello de la sudadera con una mano. Mi brazo libre lo llevé hacia atrás lo más que me daba, dispuesto a devolverle de una los tres "obsequios" que ya me había dado en la cara. Debí prestar más atención a su forma tan tranquila de mirarme a pesar de nuestra posición. Debí mirar con un poco más de seriedad esa mueca sonriente que no caía de su rostro.

Metió una mano a uno de los bolsillos de su pantalón. Apenas sentí junto a mi pierna como su mano se cerró en algo similar a un puño, sin embargo, todo cobró sentido cuando de mi cuello emergió un pitido más largo y menos agudo. Un segundo después de eso, mi cuerpo se tensó por completo, con mis nervios engarrotándose presas de una descarga que corría desde mi cuello y pierna derecha, alcanzando cada rincón.

-    ¡AGH! – chillé mientras retrocedí, tirándome al suelo tratando de arrancar con mis manos el artefacto de mierda, tratando de alejarlo al menos de mi piel, pero su agarre y mis débiles manos no fueron de ayuda.

Samuel se levantó del suelo con calma, sacudiendo su ropa mientras se me acercaba de nuevo, mirando mi cuerpo rígido, removiéndose torpemente en el suelo por el dolor.

Una vez más, metió la mano en su bolsillo, desactivando el sensor tic-tac, dejándome respirar al fin.

-    Que eso sea una advertencia, Rubén.

Se giró al punto donde estábamos originalmente, tomó el brazalete que había faltado y se paró a mi lado. Tomó mi brazo izquierdo y colocó el brazalete con un último pitido que emergió de mi cuello. Por el reflejo del suelo, pude ver que la luz cambió de verde a un tenue azul celeste.

Lo miré de reojo, con el cuerpo temblando recuperándose de aquel shock. Mi cuerpo se sentía aturdido al igual que mi cabeza. Todo daba pequeñas vueltas. << Hijo de puta, hijo de la gran puta>>. Eso era lo único en mi mente. En cuclillas, acercó su mano hasta mi rostro, acariciando con suavidad mi mejilla enrojecida. Apenas hice una mueca de dolor, la piel me ardía. Esa caricia se sentía más como una lija. Como la lengua de un gran león.

-    Vamos, cariño. Es hora de la cena.

Happy ending / RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora