Pasó un día completo más. Volvimos a casa de Mangel después de aquella horrible visita en el hospital. Durante todo el día anterior, me negué a salir de la habitación que me había prestado mi amigo. Estuve dando mil vueltas al asunto. Mil vueltas a toda esta situación de mierda. Pero eso era lo único que era, en mayor o menor cantidad, un poco adornada o no, la mierda no cambia lo que es.
Me levanté pasada la tormenta, como un compromiso innegable. Auron no tenía familia a quien notificar de su fallecimiento. Se había mudado de otra región del país tras la muerte de sus padres que aparentemente eran su única familia Se aisló del mundo en ese pueblecillo. Lo menos que podíamos hacer por él era rendirle el tributo que sus familiares no podrían.
Me alisté con mi traje, acomodando torpemente mi corbata. Miré mi reflejo con particular desagrado. <<Te vez como la mierda>> "me siento como ella". Pero no podía faltar a éste día. Se lo debía. Había terminado por ser mi amigo y no pude ni siquiera estrecharle la mano como a uno.
- ¿Estás listo, Rubiuh? - Mangel entro a mi habitación con su propio traje ya puesto. Bien peinado hacia atrás a diferencia de mi cabello que estaba hecho un desastre.
- Si. Vamos ya.
Camine hacia la puerta con la vista perdida. Aún con todo lo que había llorado creo que seguía en shock. Mangel me detuvo sosteniendome por los hombros suavemente. Sin decir nada, acomodo mi cabello tomando la parte central de mi fleco para asegurarlo arriba con un pequeño broche negro.
- Así no estorbara. - me sonrió suavemente antes de encaminarme fuera.
No dije nada más por el camino. Subimos a su auto y nos dirigimos al cementerio donde habíamos decidido darle descanso. Nos hicimos cargo de cada gasto necesario. Antes de ir por mi, Mangel se había ocupado del traslado de Auron. Dónde mismo haríamos misa y entierro. No tenía caso hacerlo de otro modo ya que seríamos solo ambos.
Miré por la ventana todo el viaje, como hipnotizado. La radio sonaba de fondo, pero no quería oírla. Estiré mi brazo para apagarla y continuar en mi trance. Mangel me miraba de reojo, preocupado, pero no preguntó.
En estas noches no había conseguido ningún sueño. Todo era penumbra a mi alrededor. No habían señales de Fargan ni de Lolito. Solo estábamos mis pensamientos y yo. Me sentía realmente solo. Mangel hacia todo en sus manos para acompañarme en el proceso, y lo apreciaba. Siempre fue mi mejor amigo. Su apoyo lo era todo para mí, pero en el fondo, habían algunas fibras producto de la experiencia que eran difíciles de romper.
Cuando llegamos, bajamos del auto con calma. Tomé un ramo de flores que le había pedido a Mangel comprar previamente y reposaba en el asiento trasero. Cerrando todo debidamente, comenzamos a caminar unos cinco minutos hasta el que sería el lugar de reposo de Auron.
Miré fijamente su cajón y el hueco abajo. El padre estaba ya listo. Todo estaba ya listo, solo faltabamos ambos. Miré al rededor, notando que efectivamente solo habíamos tres personas presentes.
El hombre de Dios comenzó con su ceremonia. Hacia viento ese día. La tormenta estaba no muy lejos, podía olerla. Ese aroma a humedad previa y la brisa me hacían temblar en conjunto. Las piernas apenas me sostenían mientras luchaba por no volver a llorar como un crío. Estaba agotado de tantas emociones, y estaba harto de sentirme tan fuera de control.
Las ramas de los árboles siendo agitadas por el viento, el bullicio de las hojas saliendo desprendidas, todo indicaba que era un triste día para enterrar a alguien. En especial a alguien tan asombroso. Lo vi un par de veces, pero solo un gran ser humano habría hecho lo que Auron.
Miraba a lo lejos entre las lapidas para mantenerme distraído y compuesto, pero me sentía más observado que nunca. Apreté los dientes y lleve el ramo de flores a mi pecho mientras trataba de mantenerme en pie. <<Lo siento tanto Auron>> No podía pensar en nada más. <<La cagué.>>
Mis suspiros salían suavemente, camuflandose entre los sonidos de la naturaleza. El viento se llevó mi tristeza lejos, pero aún tenía demasiada como para sentirme mejor.
Cuando el señor de fé hubo terminado, decidí acercarme para despedirlo de una vez. Tomé el ramo de flores y lo coloque sobre la brillante madera de su féretro.
- Supongo que las alergias ya no importan, eh, crack.
Sonreí con los labios temblando. Una parte de mi, sentía que podía verme. No quería que me viera triste. Quería que me viera libre como él había conseguido hacerme. Obviamente, fracasé. Mis pensamientos revoloteaba como un montón de abejas enfurecidas.
- Lo siento mucho, Auron. Debí hacer más. - Extendí mis manos hacia la suave madera para recorrerla con mis dedos, antes de apoyar mi palma donde debería estar su pecho. - Lamento no haber hecho más. Perdóname. No deberías estar aquí. Esto debería ser yo. Yo te hice esto.
Sentía que me ahogaba, pero no podía parar. Quería que lo supiera. Quería que me escuchara al menos ahora.
- Gracias por no olvidarme. Gracias por devolverme a casa, Raúl. Yo tampoco voy a olvidarte, lo prometo. Siempre tendrás flores lindas. - Joder, no puedo más. - siento mucho que no terminarás de vivir por culpa de un imbécil. Ya verás que habrá justicia. Considerarlo una promesa.
Con calma, subí mis manos para limpiar mis mejillas ya húmedas antes de retroceder suavemente, dejando que bajarán al fin su cuerpo. El sonido de los elevadores me parecía ensordecedor. Mi corazón se aceleró rápidamente. Quería gritar. Quería abrir la caja, arrancarme el corazón del pecho y ponerlo en el suyo. Tenía unas enormes ganas de gritar, pero solo se ahogó un quejido entre los atropellados gimoteos que ya me invadían. Me puse en cunclillas cubriendo mi rostro con ambas manos. Tomando aire, separé una de ellas para tomar un poco de tierra que regué suavemente sobre su pequeña cama que ya llegaba al fondo.
- Perdoname, por favor. - Murmuré suplicante. - Daría todo por qué volvieras. Daría lo que fuera por cambiar mi lugar contigo.
Mi mente estaba tan enfocada en mi dolor, que no vi cuando Mangel se alejó para hablar con los encargados. Les había pedido que se retiraran un momento, e incluso el mismo lo había hecho. Siempre ha sido muy empático. Sabía exactamente lo que yo necesitaba. Sabía que ese momento era importante para mí.
Seguí arrojando tierra con mis manos. <<Haré esto por ti, aún que se que no es suficiente>>. Yo de verdad tenía la esperanza de llenar ese hueco con mis propias manos, puño a puño. Era lo menos que podía hacer.
Levanté la mirada, pues seguía sintiéndome observado, pero los encargados se habían ido. El padre incluso se había alejado. Creí que estaba volviéndome loco. La culpa era tal, que sentía una presencia que me convencí en fraccion de segundos, era el mismo Auron, pero nada más alejado.
Me levanté de mi sitio buscando entre lapidas y pequeños mausoleos al rededor con ansiedad. <<¿Qué es esto?>> "Mierda, que ya me estoy volviendo loco". Giré varias veces sobre mi sitio, girando frenético para encontrar algo que me explicara mi inquietud.
Después un par de giros, pude divisar una silueta de fondo, a medio ocultar entre la estatua de un ángel sobre una lápida, y un árbol frondoso al fondo.
Era una silueta alta y corpulenta. El sujeto tenía puesta una sudadera con el gorro puesto. Lo miré fijamente por un par de segundos con atención. Tenía el cabello corto, pues nada se asomaba entre su piel y la tela de la misma. Así mismo tenía una bien poblada barba.
<<¡Cuidado!>> Un impulso me hizo avanzar a él. <<No seas imbécil, ¿Que haces?>>. Di un paso más al frente. "¿Quién eres tú?". Era una pregunta de la que ya tenía respuesta. Mi interior se estrujaba con fuerza, aún más que antes. Sentía que el estómago se me salía por el trasero.
En mi mente, solo podía visualizar una figura. Enorme, redonda y blanca. "Ella" estaba aquí de nuevo. Y dónde estuviera "Ella" seguro, estaba "Él".
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Kouranov es lenta. Lentísima, pero trabaja con amor. Espero lo sigan disfrutando.-Knv 🖤
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Happy ending / Rubegetta
FanficEl amor. ¿Qué sabemos de él realmete? Sam siempre ha estado enamorado, profunda, pasional y violentamente. Siempre viendo por la ventana de sus sentimientos al hombre que irradia luz, que ilumina sus días aunque él no lo sepa. ¿Hasta donde eres capá...