Entrada: Hace seis mesesUn par de meses han pasado desde esa tormenta. Los días han sido largos, casi como años comprimidos.
Cuando Mangel llegó a la escena, yo había sido reducido al suelo por aquel policía. Su rodilla se apoyaba con fuerza contra mi espalda, al igual que mis brazos eran contenidos halados hacia atrás. Yo no había parado de moverme, tratando de sacármelo de encima, gritando con todas mis fuerzas su nombre.
Para ser honesto, recuerdo el olor de la tierra mojada, del asfalto húmedo bajo mi rostro. Los arboles seguían sacudiéndose con mucha fuerza a mi alrededor y las sirenas de un par de patrullas más que habían llegado al sitio con Mangel comenzaban a iluminar el sitio que poco a poco se oscurecía.
Pero mas allá de eso, ya no podía recordar demasiado. Escuché los pasos de mi amigo correr apresurados a mí. Recuerdo una maraña de gritos entre él y el policía de mi espalda, pero yo no dejaba de mirar ese maldito borde. Mi visión era borrosa, podía ver el momento exacto en que Samuel subió a la baranda para arrojarse al vacío sin siquiera mirar atrás.
En algún punto, perdí la cabeza por completo y no puedo recordar lo que sucedió. La siguiente vez que abrí los ojos completamente consciente estaba en una camilla de hospital. Mangel no se separó de mí en ningún momento. A veces estaba conmigo en la habitación, a veces salía para darme espacio y estirar las piernas. Siempre estuvo ahí, pero en silencio. Miraba con ansiedad hacia la ventana, el suelo, las linternas, el suelo, todo, menos a mí. Cuando nuestras miradas se encontraban por casualidad, apenas conseguía una suave mueca torcida que simulaba ser una sonrisa. No puedo culparlo. ¿Qué se supone que digas cuando un amigo tiene un colapso nervioso? ¿Qué se supone que le dices a tu amigo, que presencia como te desmoronas por completo? Nunca volvimos a hablar de esto.
Ninguno de los dos tenía las palabras correctas. Nos teníamos a nosotros pero no teníamos nada, solo los pedazos que la situación nos iba dejando. Y especialmente Mangel, se la pasaba detrás de mí desde que me encontró, recogiendo hasta el trocito más pequeño de mi alma para devolvérmela.
Estuvimos ahí unas horas mientras los doctores dictaminaban que mi salud física estaba bien. Tenía un par de golpes recientes por la represalia del policía. No le culpo, solo hizo su trabajo. Solo evitó que me arrojara de cara al puente. Mi salud mental era otra historia. El hospital poco podía hacer al respecto, pero sugirieron atención psicológica. Ayuda que Mangel de inmediato me pidió que aceptara y lo hice.
No sé si era la naturaleza joven de mi terapeuta, pero sus preguntas no parecían salir desde un punto de vista clínico, más bien, parecía extasiado con la historia más interesante que le había llegado desde recibido. Me sentía asqueado en su presencia. No tenía ganas de hablar de esto con nadie. No tenía ganas de escuchar el sermón de nadie. ¿Qué podrían saber? ¿Qué se supone que me diría un psicólogo que con cada palabra arqueaba las cejas con intriga?
No tenía ganas de revivir una y otra vez ese día en un sofá. Aún me faltaba el aire al recordarlo. La cabeza me daba mil vueltas, el estómago se hacía pequeño y mis intestinos querían salirme por la nariz. No funcionaba, en absoluto. Solo era más estrés causado por un desconocido que ni siquiera fingía interés en mí.
Me deshice de mi departamento un par de semanas después. Volver ahí dentro era una pesadilla día tras día. Me quedaba mirando a la nada al pasar por aquel pasillo donde Samuel me había noqueado. Imaginaba la escena una y otra vez en mi cabeza, pensando "¿Qué le pasaba por la mente a éste tío?".
¿Cómo podía el amor volverse algo tan peligroso y enfermizo como para orillarte a cometer tantos actos atroces? No había odio, no había rencor. Todo había sido causado por una emoción completamente diferente a esas. La pasión, el furor y el deseo eran como una enorme flama. Una flama que terminó por consumirnos a todos. Ese fuego que puede mantenerte en calor o consumirte si no tienes cuidado.
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Happy ending / Rubegetta
أدب الهواةEl amor. ¿Qué sabemos de él realmete? Sam siempre ha estado enamorado, profunda, pasional y violentamente. Siempre viendo por la ventana de sus sentimientos al hombre que irradia luz, que ilumina sus días aunque él no lo sepa. ¿Hasta donde eres capá...