Epílogo

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—M-Maldita sea ¡más! —arqueé la espalda, intentando profundizar las embestidas. —¡Hijo de...! ¿Puedes apurarte? —clavé mis uñas en sus hombros, mirando a aquel chico —que ni siquiera me acordaba el nombre— besarme la clavícula. Parecíamos una pareja.

—Oh, vamos, todos necesitamos que nuestra primera vez sea especial —yo solté un quejido.

—Pero no es mi primera vez —sentencié mirándolo mal. Él se sonrojó y desvió la mirada. —Quiero que me cojas como si fuese una zorra —supliqué. Él levantó una ceja.

—No hables así de ti —acercó su nariz a la mía y la rozó, de forma cariñosa. Mi corazón latió con fuerza. —Eres preciosa... —me abrazó y acarició mi espalda. Mis mejillas se coloraron y me apegué a él.

—No te entiendo... Esto es un sexo casual.

—Pero todos merecemos sentirnos amados —suspiré y me estiré. —Bien, ¿quieres que lo haga más rápido? —asentí repetidas veces. Puedo hacerlo yo, pero él de cierta forma no me lo permite. —Susúrrame poesía al oído —levanté una ceja.

—¿Poesía?

—Solo uno o dos versos, es fácil —se encogió de hombros.

—¿Garantía? —me agarró con firmeza de las caderas y me hizo dar un salto, sacándolo y metiéndolo de una. Solté un gemido y jadeo y lo miré deseosa. Este chico me vuelve loca. —Bien —él dejó de darme besos en el rostro, cuello y clavícula, y ladeó la cabeza. Dudé, ¿en serio valía la pena? Bueno, este chico me está volviendo loca con su ternura y todo, y aunque quiera que me rompa las caderas, me encanta su ternura... Me... Enamora. Me acerqué a su oído y susurré con cuidado:

¿Puedo mirarte a los ojos?
Sentirte sin cerrojos
Sin tener miedo en que un día admita que te odio

Mi más fiel primer amor,
Causando que la yo que perdió la razón
Se dé cuenta que no sentirá lo mismo

Él sonrió con amor y me besó. No de una manera lujuriosa, me besó como si yo fuese el amor de su vida, aquella que desgarró su espalda por todos aquellos momentos románticos, como si fuese su esposa. Solté un sollozo entre el beso y él me miró confundido. Lo volví a besar desesperada y comenzó a profundizar sus embestidas, sintiendo aquella punta pasar por fuera y por dentro de mi útero.

...

—¿Te gustó? —insistió. Me acomodé mi ropa y junté mis cosas.

—Sí, claro —hablé clara. Él no tan convencido, sonrió.

—¿Sabes? Puedes ser poeta o escritora —incitó.

—Ya tengo trabajo —admití. Bueno, más o menos, aún estudiaba.

—¿Cuál? ¿Algo con artes? —él me abrazó por detrás.

—Medicina —me removí y me separé.

—Bien, hagamos esto: escríbeme algo y listo. Toma mi teléfono —lo anotó en un papel y me lo extendió. Lo miré y luego al papel. Suspiré.

—Bien, pero dudo cambiar de opinión.

...

“Pelo enrulado,
Tus mejillas rojas,
Jadeante estás a mi lado,
Eres una rosa

No juzgues de más
Que no he de colorear
Danzar y plegar
Tus manos en mi amar

No tengo ambiciones ni deseos
Lo admito: no eres mi anhelo
Pero entre unos cuantos suspiros
Me olvido de la zorra que causó nuestro encuentro

Entre sonrisas y gemidos
Aparecen tu amigo
Tus besos como tulipanes
Floreciendo en el abismo

Y es que pareces una rosa en el desierto
Desgarrando un silencio
El canto en la catedral
Una monja pura

Pelo enrulado,
Tus mejillas rojas,
Jadeante estás a mi lado,
Eres una rosa”

—Esto es fantástico, ¡deberías ser poeta o algo por el estilo! —solté una risa, mirando al destinatario frente a mí. Tomé con cuidado mi café y sonreí, cautivada.

—Quizás —y ahí reconsideré la idea.

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B

ien, apuesto que vieron la publicación de “Spinel” y si no la vieron aquí está:


Bien, y así concluye Nora, la amé, lo admito. Pero todo se debe terminar.

Bien, dicho esto: If you like this chapter give me a star (like u ;) and follow me for more. Bye, stars.

Nora | Stevnel [Human Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora