Capítulo 10

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Me encontraba con fiebre y gripe y un dolor de cabeza terrible, era mediado de semana y Bell que había encontrado el trabajo de sus sueños y quería faltar para cuidarme pero se lo prohibí.

Levanto mi cuerpo perezoso del sillón de nuestra sala para irme a bañarme, la verdad no tengo fuerzas para nada, tocan el timbre y me en camino hasta la puerta. Abro sin mirar quien es me devuelvo al sillón porque me siento mareada.

— ¡Por Dios! —Grita la voz de Jorge cuando me ve desplomarme. — ¿Sarela estás bien?

Llega hasta mí inspeccionando mi aspecto desaliñado y mirándome desaprobatoriamente, no tengo fuerzas ni de responder así que lo dejo hacerse la idea.

—Estás ardiendo nena—dice tocando mi frente.

—Jorge llévame a la cama—le suplico.

—Creo que estas delirando mujercita—responde. —Ven vamos a bañarte.

Me carga en sus brazos y sube las escaleras conmigo me señala una puerta y asiento me recuesta en mi cama y se va a preparar el baño,

—No te duermas —me advierte.

Regresa uno minutos después y me desviste mirándome a la cara me lleva al baño y me mete en la tina el agua esta agradablemente caliente.

— ¿Te sientes mejor? —Me pregunta.

Asiento y sonríe.

—Gracias—digo con voz raposa y el besa mi frente.

Me baña con cariño, esto es algo muy íntimo pero ya no hay nada que esconder entre nuestros cuerpo así que lo dejo bañarme tranquilamente.

Me saca de la tina y me envuelve en una toalla hasta hora me fijo que esta vestido muy formal y que su traje de camisa blanca esta estropeado.

—Lo siento—susurro señalando su camisa.

—Descuida nena, eso no es nada—Me tranquiliza.

Me acuesta en la cama y va por mi closet abriendo gavetas vuelve a mí y me coloca las bragas y luego me pone una camiseta que me traje de mi hermano que me queda bastante grande como las de él.

— ¿Por qué tienes ropa de hombre en tu casa? —Pregunta frunciendo el ceño.

—Es de mi hermano, gruñón —le contesto sonriendo mientras el asiente no muy convencido.

Tocan el timbre y él se levanta a tender.

—Debe ser lo que pedí, ya regreso—me dijo antes de salir de la habitación.

Regreso a los pocos minutos con unas bolsas en la mano y un vaso con agua.

Me extendió el vaso y saco de la bolsa una pastilla para que me la tome, un recipiente caliente por lo que supongo que es sopa y mi estómago esta revuelto.

—No tengo hambre—digo haciendo puchero.

—A caso te estoy preguntando si tienes hambre—Me dijo calmado removiendo la sopa para que se enfrié.

Crucé mis brazos enojada para que no me diera la sopa pero no le importo y me extendió la cuchara.

—Vamos Hottie, abre la boca que necesitas comer —me dice.

—No deberías estar trabajando. ¿Cómo sabes que estaba aquí? —Le pregunto ignorando totalmente su mandato.

—Debería, pero cuando eres el dueño tienes ciertos privilegios nena—me responde. —Y ahora nena abre esa jodida boca que estas acabando con mi paciencia.

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