Capítulo 11

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Me levante de la cama con una resaca de puta madre, sentía que mi cabeza explotaría en cualquier momento menos mal que era sábado porque aunque no trabajo Ambel si y seguro se encontraba peor.

Baje por un vaso con agua y me la encontré con una bolsa de hielo en su pierna que se veía realmente inflamada.

— ¿Qué te paso? —pregunto señalando su pierna.

—Ni preguntes, es culpa de Andrew—responde molesta.

— ¡Ja! No me digas que estabas practicando la sixty nine con eso tacones que traías —me rio.

— ¡Lela! —me grita riéndose. —Estaba muy borracha y trómpese y me doble el tobillo y puedes creer que el solo se rio.

Yo me hubiese reído igual seguro se le fue el cabreo que traía con ella.

El fin de semana se fue volando, sin mucha novedad no hemos vuelto a hablarnos, ni testearnos, ni nos hemos visto decidí dejar todo por hecho y no andar detrás de él.

Son las 8:30 de la mañana y me encuentro desayunando mientras hablo con mi madre por teléfono.

—Mi niña preciosa, ya no quieres a tu madre—dice con nostalgia a través del teléfono.

—Madre no seas exagerada estábamos hablando ayer—le digo rodando los ojos. — Es que la diferencia de horario no ayuda mamá—le respondí.

—Lo sé, solo que te extraño vuelve a casa pequeña—dice y la puedo sentir hipando a través del teléfono.

—Te prometo que iré a pasar año nuevo contigo—Le respondo.

—Vale mi niña, cuídate mucho y no dejes de llamarme mañana—me ordena con su dulce voz.

—Vale dile a los chicos que los quiero y a papá —Le digo y cuelgo la llamada.

Termino de desayunar y friego los trastes y me dispongo a subir a mi habitación y suena el timbre de la casa, abro la puerta y es Andrew.

—Hola Sarela—Me saluda besando mis mejillas.

—Hola Andrew, Bell no se encuentra pero supongo que lo sabes—Le digo.

—Tienes razón —responde pensativo lo analizo y luce preocupado.

— ¿Te pasa algo, puedo ayudarte? —le pregunto preocupada.

Suena su teléfono y a hace un ademan con las manos pidiéndome disculpa le doy espacio y voy a buscarle algo de tomar. Regreso con el vaso con agua y lo escucho maldecir y gruñir enojado.

—Deja ver como lo resuelvo—le dice a la persona al otro lado de la línea.

—Necesito que me ayudes con algo, hable con Ambel y dijo que tú podías ayudarme.

— ¿En qué puedo ayudarte Andrew? —pregunté.

—Necesito que me acompañes a la oficina—me dice. —Nuestra traductora está en labor de parto y necesitamos a alguien que sepa hablar y escribir francés bien.

—Vale, no hay problema deja que me cambie…

Me duche rápido pues la reunión era a las 10 y no faltaba mucho me puse una falda tubo negro con una blusa de vestir semi-trasparente blanca unos tacones altos beige y un bolso de mano a juego, lo único que no estaba formal era mi cabello por lo que decidí hacerme una cola, tome mis lentes te lectura junto a mi portátil y estaba lista.

— ¿Nos vamos? —Claro respondió sonriendo mientras negaba con la cabeza.

El camino se tornó rápido llegamos al lugar donde nos conocimos el aeropuerto internacional de Londres, entramos y nos dirigimos al área donde están las oficinas, subimos a una tercera planta y nos detenemos aquí.

—Ven sígueme—me indica.

Varias personas me observan detenidamente y yo paso y saludo muy cordial entramos a una oficina donde se encuentra el dueño de mis deseos oscuros junto a otros hombres guapísimos ya conocidos para mí son algunos de los hermanos de Lucas incluyendo a Matheo en el grupo.

—Buenos días caballeros—entro saludando a la oficina.

Todos me responden alegremente, me encamino hasta Mateo que me recibió con los brazos abiertos tenia semanas de no verlo y ya lo extrañaba.

—Nena te extrañe—dice besando mis mejillas.

—No más que yo, tenemos algo pendiente que hablar—le reprocho.

—Me encantaría seguir escuchando su conversación pero tenemos trabajo que hacer—gruñó Jorge molesto.

—Vale nena, más tarde vamos a comer y hablamos —me responde Matheo ignorando a Jorge.

Nos disponemos a salir de la oficina y su mano me detiene, espera que todos salgan para mirarme.

— ¿Por qué no me has llamado? —pregunta aun sosteniéndome la mano.

— ¿Por qué debería llamarte? —le respondo irónica. —Puedes soltarme, no vine a verte a ti, vine a trabajar—Le dijo halando mi brazo pero no me suelta.

—No me tientes Hottie, no te gustaría verme enojado de verdad—dice soltando mi mano de mala gana para salir de la oficina.

Entramos a la sala de junta, no sabía que él era el dueño de esto pero como no sé nada del pensé que se dedicaba a los clubes pero resulta que el maldito hombre caliente es piloto de avión aparte de que es el dueño de este aeropuerto y más aún condenado.

« Mi caliente señor de los cielos»

Debo decir que estar en esta sala donde solo había hombres que parecían de revista incluyendo el socio francés que no paraba de coquetearme descaradamente en su lengua materna.

—No pienso firmar ese contrato, mis aviones no cargaran eso, no expondré a mi personal y sobre todo no pienso involucrarme así que señor Jean Pierre no hay negocio, si me disculpa—dice enojado haciendo un ademan para que el hombre se retire.

—Piénselo bien—dice el sujeto poniéndose de pie—mi jefe no acepta no por respuesta.

—Lo que va para usted se lo va decir a su jefe—dice poniéndose de pie a la altura del hombre—Jorge Miller no recibe amenazas que le quede claro a hora ¡Largase! antes de que pierda la cordura —Le grito al hombre.

El hombres antes de salir me repasa de arriba abajo y creo sentir repulsión todo lo atractivo que tiene lo tiene de gilipollas.

Todos nos quedamos en silencio la verdad es que traduje algunos documentos pero este condenado habla perfectamente francés.

—Sarela nos vamos —me hala del brazo bajo la atenta mirada de sus amigos sacándome atrás de él.

— ¡oye! Puedo caminar suéltame —le dije pero me ignoro.

— ¡CALLATE! Y camina —me saco bajo la atenta mirada de todos incluyendo a Andrew que no hacía más que sonreír al igual que Matheo.

—No tienes derecho, así que me sueltas gilipollas—le dije enojada.

—Es verdad, no tengo derecho pero no debiste estar aquí y por eso es que estoy enojado—dice suavizando su tono mientras suelta mis manos.

—Andrew me trajo porque necesitaba mi ayuda—le digo.

—Lo sé, solo que saber esa información te pone en peligro—dice tomando mi rostro entre sus manos.

—Ya está hecho, no lo volveremos a ver —le digo y él suspira.

—Eso espero…

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