1-ᴠᴇɴᴇɴᴏꜱᴀ

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Chloe Bourgeois era una chica bastante popular. Ella tenía todo lo que muchos chicos de su edad deseaban: Era rubia, inteligente, con clase, carisma y sobre todo era tan malditamente rica que podía pasar toda su vida sin trabajar. Sin embargo, tener todos esos beneficios la volvían una persona frívola y poco considerada con aquellos que vivían a su alrededor, y en ciertas ocasiones incluso era violenta...

Su madre la había abandonado hacía muchos años atrás, dejándola solo con su padre, pero debido a sus obligaciones en su trabajo, Andre Bourgeois jamás estaba en casa y si la pequeña Chloe lo veía eran apenas unos minutos al día, así que la soledad era una de sus más cercanas compañías. ¿Pero qué más se podía esperar del alcalde de París? Una persona tan influyente como él siempre estaba tratando cosas más importantes que su propia hija.

Las únicas personas que aliviaban un poco ese sentimiento de soledad eran Adrien Agreste, su gran amigo en la infancia.
Desde pequeños habían sido inseparables. A él lo consideraba algo asi como su familia y ahora su amor verdadero.

Y claro, también estaba Sabrina Raincomprix su actual mejor amiga, la chica que trataba como sirvienta pero que en el fondo valiosa pare ella.
Ellos dos eran los únicos que jamás la abandonaban y la querían de verdad, así que el resto del mundo le daba exactamente lo mismo.

Como cualquier mañana, la flamante rubia se levantó de la cama, se aseó y vistió con su carisma ropa de diseñador (aquella que siempre solía presumir en cualquier oportunidad)...

En su hogar todo era irrelevante así que, sin desayunar, subió a su limusina y se dirigió a casa de los Agreste. Ese día en particular su amigo, el primogénito de esa familia, le había pedido el favor de llevarlo a la escuela, y esa oportunidad no la iba a desperdiciar por nada en el mundo. Ella siempre quería quedar bien con él.

En fin, la paciencia no era una de las virtudes de Chloe Bourgoise, y los altos de los semáforos estaban entre las cosas que terminaban desesperándola. Suspiró ante aquella luz roja y, molesta, esperó.

Aburrida, miró que a su alrededor habían unos niños vestidos de payasos. A pesar de sus intentos, el espectáculo resultaba mediocre y bastante absurdo. «Repugnantes» pensó con algo de desagrado volteando la cara e intentando no molestarse más, sin embargo y para aumentar mas su mal humor, fue sorprendida por la cercanía de una insignificante bicicleta conducida por un chico más o menos de su edad. Un tipo con pinta de vagabundo y un estilo medio Punk.

El tipo estaba bastante cerca de su ventanilla y en la espalda cargaba lo que parecía una guitarra. En solo un momento desvió la mirada hacía ella y, por un instante, aquellos ojos se cruzaron con los de ella y fue entonces que algo extraño ocurrio. Se dice que la cara es la puerta del alma «¿entonces podríamos decir que los ojos son la ventana de ella?» se preguntó Chloe, ya que son los ojos los que suelen llevar una gran carga emocional, suelen delatarnos si estamos tristes, cansados, enamorados, enfermos y hasta molestos. Pero en esos ojos simplemente no podía distinguir que había.

El auto avanzó y esa fue la señal que necesitaba para tomar una prudente distancia y regresar a su cabales . Al darse cuenta de la situación, Chloe desvió la vista, dejando a aquel chico con una extraña sensación. «¡Gente ordinaria!» se dijo a si misma, tratando de no dar más importancia de la que debía a aquella situación estúpida. Así que mejor se concentraría en el camino, hasta llegar a la casa de su amigo.

Con fastidio y sin siquiera dirigirle la mirada, Chloe pasó de largo. Simplemente se concentró en el camino hasta llegar a la ya muy conocida habitación. «Adrien» fue lo primero que pensó tras colocar una de sus bien cuidadas manos sobre la fina madera de la puerta.

LUKLOE- EL ACUERDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora