CAPÍTULO 14

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Zane

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Zane.

Tragué saliva al verla, me sentía muy nervioso. Las manos me temblaban y no dejaban de sudarme, estaba seguro que, si no respiraba y abría mi boca en este momento, mi voz no saldría. Tenía miedo. Era tanto el tiempo que había pasado que no sabía qué diría, pero necesitaba aclarar todo el malentendido; no podía dejar que se alejara de mí creyendo que había hecho algo como eso. Seguro ya no había posibilidad de que todo volviera a como antes; tampoco lo intentaría, después de todo no había creído en mí, pero al menos debía saber mi verdad.

—U —Dije y me atraganté con mi propia saliva. Carraspeé y volví mi mirada a ella— Uni —Mi voz salía tan baja que ni yo mismo podía escucharme. ¡¿Qué me estaba pasando?! ¿A qué le tenía tanto miedo? Yo era quien debía estar enojado con ella, era quien debía alejarse y esperar a por su perdón... —¡Unique! —Grité.

Lo había hecho, mi voz la había alcanzado. Aun con el temor invadiendo mis huesos, había conseguido que mi voz saliera fuerte, clara y segura; una seguridad completamente finguida y actuada que bien sabía que Uni no tardaría en descubrir.

Sus ojos verdes se despegaron de ese borroso libro que sostenía entre sus manos y se posaron en mí con firmeza, la máscara que sostenía flaqueó por un segundo; quise correr, pero me mantuve parado en mi lugar como si mis pies estuvieran clavados en el suelo.

—Hablemos.

Sin decir nada, volvió su mirada al libro y continuó con su lectura.

Alcé una ceja, incrédulo, ante lo que veía, ¿pretendía ignorarme?

—Unique —Repetí.

Su silencio me dio la respuesta: no quería hablarme.

—Tienes que escucharme Unique —Ya molesto por su actitud.

Quien alzó una ceja esta vez fue ella.

—¿Tengo qué? —Dijo y dejó su libro a un lado.

A pasos rápidos se acercó a mí, jamás había visto a una Unique tan enfadada como en ese momento. La forma de su caminar, de moverse e incluso su rostro parecían el de una persona que no conocía, ¿era tanto lo que había pasado de tiempo como para ya no reconocerla?

—Escucha —Soltó parada delante de mí, firme y con uno de sus dedos posados en mi pecho— no quiero saber nada de ti. Te dije que no te acercaras. No quiero ver tú patético rostro delante de mí.

—¡Escúchame! —Grité y tomé con fuerza sus hombros— ¡Yo no lo hice!

Por fuera me veía como el mismo de siempre, ese Zane que se enojaba fácil, el que gritaba y atacaba con violencia cuando algo no le gustaba; pero por dentro estaba muriendo por cada una de las palabras que había escuchado salir de la boca de Unique. Quería demostrar que no me afectaba lo que decía, que no las había siquiera escuchado, pero no era así.

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